El acuerdito ñoño
Hay alboroto en México por un acuerdo entre PRI y PAN, al autor le escandaliza la mediocridad que implica el mismo
México cumplirá este año: 200 años de independencia, 100 años de revolución y 10 años continuos de gobiernos de derecha. El Partido Acción Nacional (PAN) fundado en 1939 los conmemora con acuerdos políticos que reflejan el tamaño de su visión, de sus aspiraciones y de su proyecto de país.
Nadie puede negar el papel y el protagonismo central del PAN en el proceso de alternancia. Su posición conciliadora y negociadora durante los años de la transición, su colaboración con el PRI en el proceso de cambio político, su estrategia de apostar por el cambio por la vía institucional y democrática, y sobretodo, su pragmatismo político, le permitieron adelantar muchos de los temas de su agenda política y programática, a cambio de legitimar y acompañar al régimen saliente.
Tuvieron líderes que entendieron el valor de la negociación política como Diego Fernández de Cevallos, Luis H. Álvarez y Carlos Castillo Peraza, que ayudaron a construir las reglas, el entorno y las condiciones necesarias para sacar al PRI de Los Pinos, de manera pacífica y gradual.
El PAN en esos años construyó y encontró un sutil equilibrio entre dogmatismo y pragmatismo: los principios de siempre estaban ahí, pero fueron encontrando el acomodo, los matices y los tonos necesarios para actualizarse en políticas y convertirse en realidad.
La agenda programática del PAN empezó a llevarse a la práctica de manera clara y consistente, por lo menos 15 años antes de la alternancia. Muchas de las reformas que hubiera instrumentado el PAN como gobierno, fueron avanzando antes de su llegada al poder, con los últimos gobiernos priístas, producto de la negociación, y de los acuerdos políticos.
Ese equilibrio entre dogmatismo y pragmatismo llevó al PAN a abandonar las candidaturas testimoniales, a entender que la política en democracia requiere acuerdos y sobre todo que era necesario sentarse con sus adversarios. El PAN entendió que era necesario construir acuerdos amplios, de gran calado, sobre los grandes temas nacionales, para avanzar reformas estructurales en todos los temas.
El PAN en la transición fue un partido práctico, que entendió que el cambio primero, y el poder después, estaban en las urnas, pero primero en las mesas de negociación política. Pero también fue un partido con ideas que sabía lo que quería y que las negociaba y las ganaba en la mesa y en el parlamento.
No es pues casualidad que el PAN se haya convertido al final en el gran beneficiario y en el protagonista principal de la alternancia. Ese partido construyó política e institucionalmente las condiciones para su llegada al poder. Se lo ganó a pulso: Reforma tras reforma, negociación tras negociación.
Había una visión y había objetivos claros que se instrumentaban haciendo política. Pero a juzgar por los hechos, el PAN de hoy perdió ese equilibrio entre dogmatismo y pragmatismo. Perdió capacidad de operación, visión y contenidos. Se ha quedado con lo peor de ambos mundos: Hoy el PAN, ni es el partido creíble, respetable, de los principios sólidos defendidos en las derrotas dignas y en las candidaturas testimoniales, que por cierto todavía muchos dinosaurios panistas extrañan con nostalgia; ni es el partido práctico que haya sacrificado principios y convicciones, pero que a cambio de eso, haya sabido gobernar, para darle a México las reformas y los cambios que el país necesitaba.
Hay que decir que este dilema entre dogmatismo y pragmatismo es uno de los debates fundacionales del panismo y sin duda una de sus fibras más sensibles. No saber como manejar este complejo equilibrio, constituye para los panistas uno de sus más grandes temores y demonios. Tan es así, que ha convertido en principio la máxima panista aquella de: "ganar el poder sin perder, al partido".
Hoy el PAN perdió ese equilibrio entre dogmatismo y pragmatismo. Los panistas dejaron los principios y no lograron los resultados. Hoy no son el partido de hábiles políticos, de grandes reformas y buenos gobiernos, y ya dejaron de ser el partido aquel, de las "buenas personas", las "buenas conciencias" y la "gente decente" del pasado.
En el PAN tienen un serio y severo problema de personalidad, que no han discutido, que no han resuelto, y que nuevamente les genera fracturas y deserciones.
El PAN y su gobierno han pagado todos los costos en casi todos los temas, sin recibir a cambio los beneficios. Han sacrificado principios sin resultados. A modo de ejemplo: pagaron todos los costos de retratarse y negociar con el sindicato magisterial y no hay reforma educativa; pagaron todos los costos de transigir con el sindicato petrolero y no ha disminuido ni siquiera el pasivo laboral de PEMEX; pagaron todos los costos de negociar con el PRI, y no sacaron una sola de las reformas estructurales que el país necesitaba.
La decadencia y la pérdida de visión y de rumbo, hizo crisis la semana pasada con el gran escándalo político desatado por la publicación de un acuerdito ñoño entre el PAN y el PRI. El jueves 4 de marzo, el presidente del PAN dio a conocer un acuerdo ¡por escrito! firmado por los dirigentes del PAN y del PRI, en presencia del Secretario de Gobernación del gobierno federal en el que se acordaba una votación parlamentaria, a cambio de cancelar la alianza del PAN con otros partidos, en la elección del Estado de México que será en 2011.
Debo confesar que cuando se habló y se especuló de la posible existencia de dicho acuerdo por escrito, simplemente no lo creí. Me parecía imposible que un grupo de políticos profesionales hubiera llevado al papel un acuerdo político cotidiano, rutinario y hasta cierto punto menor. Pero me equivoqué. Les concedí un oficio y un profesionalismo que evidentemente no tienen.
El convenio sí existía y finalmente se hizo público por el propio presidente del PAN en conferencia de medios, cuando había negado su existencia ¡tan solo 24 horas antes! Al hacerlo el PAN claramente se exhibe como ingenuo, traiciona su palabra y a sus firmantes, y para colmo, dinamita los puentes necesarios para construir las reformas que el país necesita.
No me asustan por supuesto los acuerdos en democracia. Al contrario. Los demando todos los días. Lo que me aterroriza es la forma, la operación, el nivel y los contenidos de los acuerdos. La pérdida de perspectiva, de sentido, de rumbo y la falta de visión.
Me explico: lo alarmante es la ñoñez de los acuerdos y de los políticos que lo firmaron el convenio. Lo que de verdad me parece grave es que la materia que motiva una negociación secreta, y un acuerdo por escrito, sea: una simple votación parlamentaria, para un asunto de rutina, a cambio de una decisión electoral menor, marginal y local.
Lo que mas ofende es la materia, los temas y el alcance de lo que se está negociando. Lo que más preocupa es que el escándalo se genera por un acuerdito ñoño, soso, intrascendente, sin contenido y sin sentido.
No se genera un escándalo político porque las dos fuerzas mayoritarias del país estaban negociando: la reforma fiscal, la reforma política, la gran reforma educativa, una reforma al sistema de salud, la reforma laboral o la gran reforma de competencia económica. No se da por estar negociando la versión mexicana de los acuerdos de La Moncloa, ni por estar abordando los grandes temas nacionales. Tampoco se estaba fraguando el gran golpe de timón para desmantelar los enclaves autoritarios del viejo régimen, ni para destrabar los grandes nudos que por fin le darían sentido y rumbo a la democracia y a la economía.
Lo que escandaliza es la desconfianza que se tienen y que esas tonterías las tienen que llevar a un documento por escrito. Lo que preocupa es la promesa subyacente de que, con estos políticos, con esas prácticas y con ese estilo de gobierno, lo único posible será construir reformas mediocres en el margen, cuando lo que el país necesita son grandes acuerdos y reformas de verdad y de fondo.
Lo que espanta es lo limitado de la visión y de los alcances. La carencia del sentido de urgencia. La inconciencia y la pérdida de tiempo al estar negociando verdaderas nimiedades, cuando el país se le deshace a Calderón entre las manos.
El acuerdito ñoño los pinta de cuerpo entero. Es en sí mismo, y por sí sólo, un gran diagnóstico de nuestra democracia y de nuestra clase política. Es un documento histórico que podrá servir a las futuras generaciones para entender, en su momento, las razones del quiebre de nuestra democracia...
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