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Cambio climático

Van Rompuy: "Copenhague fue un desastre. Las cumbres del clima no funcionarán"

Los cables diplomáticos estadounidenses recogen los choques registrados en última gran cita contra el cambio climático y el enorme pesimismo con el que se llega a la de Cancún

La frustración por el fracaso de la Cumbre del Clima de Copenhague recorrió las Embajadas de toda Europa. Pese a que el discurso oficial de los delegados europeos era que el acuerdo alcanzado allí tenía elementos positivos, los cables confidenciales de la diplomacia de EE UU obtenidos por Wikileaks y analizados por este diario revelan lo contrario: decepción por el pacto, enfado con EE UU y con China y poca fe en que la negociación internacional contra el cambio climático en la ONU llegue algún día a buen puerto. El más claro es el presidente del Consejo Europeo, el belga Herman Van Rompuy. Este, según un cable confidencial de la Embajada de Bruselas a Washington fechado el pasado 4 de enero, confesó al embajador en Bruselas que Copenhague fue "un desastre increíble", y añadió: "Las cumbres multilaterales no funcionarán".

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Van Rompuy tomó posesión del cargo el 1 de enero y días antes, el 23 de diciembre, tomó un café durante una hora con el embajador Howard W. Gutman. Asistió también el jefe de Van Rompuy, Frans van Daele, al que el cable confidencial define como "proamericano". Según la nota, el embajador conocía de antes a sus interlocutores, por lo que la conversación fue distendida y comenzó por la familia, las vacaciones y la mudanza de oficina. "Como era fiesta, el edificio de la UE estaba vacío y ambos parecían tener tiempo libre".

El primer tema serio que sacó Van Rompuy fue la Cumbre del Clima Copenhague, que había concluido el 19 de diciembre, solo días antes. Pese a que acudieron más de 150 jefes de Estado y de Gobierno y a la expectación mundial, los países únicamente fueron capaces de alcanzar un pacto de dos folios en el que los países acuerdan enviar voluntariamente a la ONU compromisos de limitación de emisiones. El texto se cerró en una reunión nocturna a puerta cerrada entre el presidente de EE UU, Barack Obama, y los líderes de China, India, Brasil y Sudáfrica. La ausencia de los representantes europeos irritó a la UE.

Van Rompuy, siempre según el cable del embajador, calificó la cita como "un desastre increíble" en el que Europa fue "totalmente excluida" y "maltratada". El embajador describe el tono de Van Rompuy: "No estaba enfadado porque nunca parece enfadado, pero nunca lo había visto tan frustrado". Gutman explica a Washington que lo único positivo que veía el presidente del Consejo era que no había acudido a la cumbre: "Si hubiera estado allí, mi presidencia habría acabado antes de empezar". No asistió porque aún no había tomado posesión y consideró que la suya había sido "una sabia decisión".

Cumbre caótica

El embajador restó importancia a la ausencia de Europa en la última reunión y dijo que se debió a lo "caótico" de la cumbre. Washington sostiene que todo fue muy rápido, que Obama salió de la mesa en la que 28 jefes de Estado y presidentes del Gobierno representativos buscaban un acuerdo y se coló en la reunión de los grandes emergentes para sacar a China de su negativa a hacer públicas sus emisiones de CO2. "Van Rompuy no dio mucho crédito a esa explicación y replicó: 'Podría haber llamado a Europa y decirnos que acudiéramos", aunque también achacó parte de la culpa a Europa: "Nadie sabe a quién llamar: Merkel, Barroso, quién sabe a quién".

El desencanto de Van Rompuy va más allá y afirma, siempre según el embajador, que "se ha rendido" sobre la Cumbre de Cancún, que empezó el pasado 29 de noviembre y en la que, durante dos semanas, los negociadores de 193 países intentarán reconducir la situación, aunque ya nadie espera un tratado legalmente vinculante que pueda sustituir en 2012 al Protocolo de Kioto. El jefe de gabinete de Van Rompuy fue muy gráfico, y calificó la reunión como: "Pesadilla en 'Elm Street II", y añadió: "¿Quién quiere ver esa película de terror otra vez?".

El propio presidente del Consejo mostró su poca fe en el formato de negociación en la ONU: "Las cumbres multilaterales no funcionarán". No era la primera vez que Van Rompuy se desmarcaba ante un representante estadounidense. El 7 de mayo de 2009, cuando era primer ministro belga, le dijo al embajador en Bruselas sobre la política del clima: "Europa es buena poniéndose metas, pero no alcanzándolas" (documento 205918).

El discurso oficial de la UE -y de EE UU- es que la ONU es el lugar adecuado para proseguir la negociación. Incluso si el sistema de aprobar todo por unanimidad crea situaciones como la de la última noche en Copenhague. Allí, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Guatemala se opusieron a que la asamblea hiciera suyo el texto consensuado por el resto de los países. El estéril debate se prolongó durante horas hasta que la ONU encontró una solución: la conferencia "tomó nota" del acuerdo, por lo que no es un texto de la ONU. Parte del esfuerzo para Cancún intenta convertir en oficial ese Acuerdo de Copenhague, aunque no se llame así para no irritar a Hugo Chávez, Evo Morales o Fidel Castro.

Van Rompuy opina en ese encuentro con el embajador que hay que buscar grupos de negociación más pequeños y realistas -opinión compartida por muchos analistas-. El presidente del Consejo pide un acuerdo entre la UE y EE UU para luego acercarse juntos a China.

Los gases de efecto invernadero

Los gases de efecto invernadero, principalmente el dióxido de carbono (CO2) producto de la quema de combustibles fósiles, retienen parte del calor que emite la Tierra y calientan el planeta. Desde la revolución industrial, con la quema de carbón y petróleo, su concentración en la atmósfera se ha multiplicado y alcanza los mayores niveles en al menos 650.000 años, lo que ha acelerado el deshielo de los glaciares, la subida del nivel del mar y los fenómenos meteorológicos extremos. Limitar la emisión de CO2 requiere una nueva revolución industrial, con energías limpias, coches eléctricos, ahorro energético y eficiencia. La UE tiene en marcha leyes que obligan a recortar las emisiones, pero EE UU se niega a asumir un compromiso internacional vinculante si China, que en 2008 se convirtió en el mayor emisor del planeta, no limita sus emisiones (no quiere decir que la reduzca, sino que ponga fecha a cuándo tocarán techo) y deja que la comunidad internacional las audite. Pekín replica que sus emisiones por habitante son la mitad de las de Europa y la cuarta parte que las de EE UU, y que si se tiene en cuenta lo emitido los últimos dos siglos, su contribución al calentamiento global es aún menor. Además, se niega a hacer públicas sus emisiones, un dato del que se puede inferir la política energética y económica.

Las reuniones para calibrar lo ocurrido en Copenhague se suceden los siguientes meses (los cables publicados por Wikileaks concluyen en marzo de 2010, por lo que no hay grandes revelaciones sobre Cancún, pero sí apuntes). El representante de la Casa Blanca, Michael Froman, se reunió el 27 de enero en Bruselas con 25 cargos de la UE. Entre ellos estaban el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, y la recién elegida comisaria de Cambio Climático, Connie Hedegaard, que, como anfitriona, había dirigido la cumbre semanas antes. Froman expuso, según un cable confidencial a Washington, que en Copenhague la UE y EE UU no se habían entendido. y afirmó que la política de los líderes de la UE en su intento por extender la política de recorte de emisiones de la UE "no funcionó con la Administración" de Obama (documento 249182). Hedegaard confió en que Washington "se hubiera dado cuenta de cómo la UE estaba callando sus críticas hacia EE UU para ser constructivos".

Ahí comienza un debate entre Froman y Hedeggard sobre hacia dónde debe ir la negociación. Froman reclamó a sus colegas europeos que tomaran nota de cómo el grupo del Basic (Brasil, Sudáfrica, India y China) se había unido "para impedir las iniciativas" conjuntas de la UE y EE UU y cómo había conseguido enfrentarlos. "Los países del Basic tienen intereses muy diferentes, pero los han subordinado a su interés común a corto plazo para bloquear iniciativas occidentales".

La comisaria europea, conocida como muy enérgica y decidida en la lucha contra el calentamiento, insistió en que deberían buscar una forma para sortear a "los países poco constructivos" como Venezuela o Bolivia. Froman coincidió en que habría que "neutralizarlos, captarlos o marginar a esos y a Nicaragua, Cuba y Ecuador". Hedegaard consideró "una ironía que la UE sea un gran donante de esos Estados".

Ahí acaban las coincidencias, porque pasan a ver qué se debe esperar de la cumbre de Cancún. Hedegaard afirma: "Debemos tener un reconocimiento universal de que el mundo no puede permitirse no conseguir un acuerdo vinculante". Es decir, que aunque no haya un tratado en Cancún, que al menos todos los países admitan que debe haber un tratado internacional que fije un recorte de emisiones en 2012, cuando expira el primer periodo de cumplimiento del Protocolo de Kioto. Froman en cambio pide que haya avances en el sistema para verificar las emisiones de China, algo mucho menos ambicioso.

En otra reunión entre Hedegaard y el negociador de EE UU Jonathan Pershing tras Copenhague, este le explica que lo importante es avanzar con China en el sistema de transparencia. Para EE UU es clave que China permita a la ONU auditar sus emisiones, pero Pekín considera eso una injerencia en su soberanía. "¿Pero acordasteis con China la transparencia, o no?", pregunta la comisaria, porque en teoría ese fue el gran logro de Obama en Copenhague. "La duda es si cumplirán", responde Pershing, que abunda en el temor de EE UU de que China se intenta desmarcar del acuerdo.

La división de la UE

Los cables sirven para detallar la división en la UE. El 27 de febrero, el embajador en París, Charles H. Rivkin, se reúne con el entonces ministro francés de Desarrollo Sostenible, Jean-Louis Borloo, figuras relevante durante años en la negociación del clima. Borloo, destituido hace semanas en la crisis de Gobierno de Sarkozy, afirma que es un error europeo insistir en el concepto de "legalmente vinculante", justo lo contrario de lo que había dicho la comisaria una mes antes. El ministro consideró que Copenhague había fallado porque el tema se había tratado de forma "demasiado occidental y demasiado europea", enfocado por países que sí están dispuestos a ceder soberanía como lo hicieron los europeos tras la Segunda Guerra Mundial con la creación de la UE. El ministro considera impensable eso para grandes economías emergentes y reclama un grupo de ocho países que llegue a un acuerdo. Borloo sugiere "Alemania y Francia, EE UU, China, India, Brasil, Argelia, Etiopía (y posiblemente Sudáfrica)". Deja fuera en su lista a la UE y revela uno de los grandes problemas europeos en Copenhague: la lucha de egos. En otro encuentro en Portugal, los delegados lusos culpan a la presidencia danesa del caos de la cumbre.

En la reunión de ministros de Medio Ambiente de la UE tras la cumbre, que se celebró a puerta cerrada en Sevilla, los ministros intentaron pactar una estrategia a seguir. Uno de ellos pidió la palabra y afirmó: "Eso es imposible. En cuanto acordemos algo enseguida lo sabrá EE UU". Los países del Este, muy dependientes del carbón, e Italia no ven con buenos ojos el liderazgo europeo en reducción de emisiones. Aceptaron a regañadientes la legislación de Bruselas para reducir sus emisiones un 20% en 2020 respecto a 1990 y se oponen frontalmente a elevar el objetivo al 30% como quiere la Comisión, Reino Unido, Francia, España y Bélgica. Europa anunció que si el resto de potencias industrializadas hacían "un esfuerzo comparable" -nunca precisó el concepto- ampliaría su recorte al 30%, y EE UU considera que eso fue un error, que la UE se ha arrinconado y se ha quedado sin capacidad de maniobra (documento 218469).

La división europea es bien conocida en Washington. El 28 de julio de 2009, otro despacho confidencial de Bruselas a Washington señala la fractura: "La UE continúa dividida sobre cómo desarrollará una estrategia de negociación (...) El Este de Europa apoya mucho más los esfuerzos que ya ha hecho Estados Unidos, y si esos países solidifican su bloque en la UE, podrían ser unos compañeros productivos en la negociación. Mientras Francia y Alemania aprecian los pasos dados por las Administración, siguen pidiendo más". EE UU se ha comprometido a recortar sus emisiones un 17% en 2020 respecto a 2005, y hay países europeos que consideran que debería ir más allá.

Sin embargo, la principal crítica de los líderes europeos no es hacia EE UU, sino hacia China. Barroso, según un cable confidencial, "criticó la falta de compromiso de China e India y su poca ambición negociadora", y añadió que esto había "creado un problema de confianza que perduraría".

De hecho, la Embajada en Pekín detalla en una nota confidencial de febrero cómo "la agresiva diplomacia china" les lleva a "perder amigos por todo el mundo". El consejero político de la Embajada de Reino Unido, Peter Wilson, cuenta a sus colegas estadounidenses que el comportamiento de los negociadores chinos en Copenhague "fue realmente chocante" y que "su actitud hacia otras delegaciones fue ruda y arrogante, hasta el punto de que las Embajadas de Francia y de Reino Unido recibieron órdenes de quejarse formalmente del tratamiento que recibieron sus líderes, especialmente por el viceministro de Exteriores, He Yafei".

La posición de bloqueo de China

Participantes en la cumbre cuentan que China mantuvo una posición de bloqueo durante las dos semanas de la cumbre y que incluso se negó a que el acuerdo incluyera objetivos de reducción de emisiones a largo plazo para los países desarrollados. Según fuentes presentes en las reuniones, China solía enviar a las discusiones a representantes de segundo nivel sin capacidad de negociación. Cuando el resto estaba de acuerdo, el representante de Pekín salía, telefoneaba -presumiblemente a algún superior- y al poco volvía a la sala para decir que no podía aceptar aquello. Esta situación, unida a la mala presidencia danesa, convirtió los primeros 10 días de la cumbre en una pérdida de tiempo. Cuando los últimos dos días llegaron los jefes de Estado ya no había tiempo para arreglarlo. La diplomacia de EE UU atribuye parte del problema a la falta de coordinación entre la Comisión Nacional de Reformas para el Desarrollo, la poderosa agencia que lidera la política económica y energética, y el Ministerio de Exteriores.

Los dos primeros meses de 2010, las embajadas de EE UU hacen una ronda por decenas de países para ver si van a suscribir el Acuerdo de Copenhague. EEUU ofrece ayuda y dinero para conseguir apoyos. Se sucede una serie de consultas en la que cada país revela sus verdaderos intereses y temores en la negociación. Entre los más interesantes están los cables que envía la Embajada en Riad (Arabia Saudí, el mayor productor de crudo). Los países petroleros se oponen a la negociación pero rara vez explican abiertamente sus temores. Sí lo hizo el 6 de febrero el asistente del ministro del Petróleo, el príncipe Abdulaziz Bin Salman. Este detalla que consideran que la demanda de gasolina en EE UU tocó techo en 2007 y que el mercado europeo "lleva años muerto". El mandatario saudí recalca que "en 2009 EE UU consumió por primera vez más etanol que petróleo saudí" y teme que la política verde eche a Arabia del mercado estadounidense. Así que Arabia busca clientes en Asia y el príncipe deja claro a sus interlocutores estadounidenses que "conforme cambian los mercados del petróleo también lo hace la política". La embajada saca conclusiones: "Arabia Saudí quiere unirse al mundo más verde, pero no lo hará de forma cómoda hasta que sienta que es alguien bienvenido y que no es quien tiene que pagar la factura".

Unos días después, en otra nota confidencial resume "la esquizofrenia de Arabia Saudí" con el cambio climático: "Por un lado, el principal negociador saudí de cambio climático ha criticado el Acuerdo de Copenhague en público y en privado (...); por otro, los responsables saudíes están deseando conseguir inversiones y créditos de Captura y Almacenamiento de CO2 y otros proyectos de transferencia de tecnología que solo podrían conseguir con el acuerdo". Según este cable, Arabia está buscando una forma poco dolorosa de bajarse de su postura de bloqueo en la negociación internacional e intenta conseguir que no "se demonice al petróleo". "El rey está particularmente interesado en evitar que Arabia Saudí sea señalada como el malo en asuntos ambientales", concluye el cable.

Un alto cargo saudí les cuenta que "el ministro del Petróleo Al-Naimi apoya decididamente la energía solar, porque cree que desplazará el petróleo usado actualmente para generar electricidad y permitirá aumentar las exportaciones". Es notorio el interés que demuestran en los cables los países del Golfo por las renovables, y la intensa negociación del emirato de Abu Dhabi para conseguir la sede de la Agencia Internacional de Energías Renovables.

Los intereses de EE UU se dirigen también a los países que bloquearon que el Acuerdo de Copenhague. La legación en Bolivia resume (documento 247943) la situación en el país: "Bolivia ya sufre daños por los efectos del cambio climático, pero Morales parece preferir apuntarse tantos retóricos que contribuir a la solución". Los diplomáticos destacados en La Habana tienen idéntica opinión: "El cambio climático es el último proyecto piloto de Castro, en el que los países pobres y socialistas son las víctimas y toda la culpa es de los capitalistas. El cambio climático le da a Castro la oportunidad perfecta para actuar como hombre de Estado con poco riesgo para dañar su credibilidad en casa". Sin embargo, admite que hay miembros del Gobierno cubano que ven el problema como una preocupación real, pero sobre ellos se ve el tema como "una mina propagandística".

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El director del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, Rajendra Pachauri, en una conferencia de prensa durante la cumbre de Copenhague, en diciembre de 2009.
El director del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, Rajendra Pachauri, en una conferencia de prensa durante la cumbre de Copenhague, en diciembre de 2009.AFP
Este redactor de EL PAÍS analiza el papel del presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy en la pasada cumbre del clima de CopenhagueVídeo: EL PAÍS

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