Ucrania se hunde en la crisis del gas
La irrupción policial en la empresa estatal Naftogaz recrudece la guerra entre Yúshenko y la primera ministra
El Servicio de Seguridad de Ucrania, dependiente del presidente Víktor Yúshenko, realizó ayer un registro en la sede de la empresa estatal de gas Naftogaz y se incautó de numerosos documentos en el marco de una investigación para determinar dónde fue a parar el dinero del gas que Rusia bombeó a Europa pero que nunca llegó a su destino. Se trata de 6.300 millones de metros cúbicos de gas por valor de unos 703 millones de euros que presumiblemente fueron vendidos de forma ilegal. Aunque la orden del registro fue dada por el juez que lleva el caso, la acción de las fuerzas de seguridad se encuadra en la lucha que desde hace meses mantiene enfrentados a Yúshenko con su primera ministra, Yulia Timoshenko.
El PIB del país se desplomó en enero un 20% respecto al mismo mes de 2008
Valeri Joroshkovski, vicejefe del Servicio de Seguridad, declaró ante el Parlamento que "la operación ilegal" de la venta de gas ruso fue realizada por "un grupo de altos cargos entre los que figuran miembros de la dirección del Gobierno".
El presidente del Legislativo, Vladímir Litvin, calificó de "asalto" la redada, mientras que los diputados exigieron poner fin a esa operación para no convertir al país en el hazmerreír del mundo. Algunos parlamentarios, principalmente de la bancada de Timoshenko, se presentaron en Naftogaz y trataron, sin éxito, de romper el cerco de los servicios de seguridad y entrar en la sede de la gasista. Durante el enfrentamiento que se produjo, los diputados intentaron quitar las máscaras que cubrían las caras de los agentes.
El viceprimer ministro Alexandr Turchinov acusó, por su parte, a Joroshkovski de haber realizado el registro en Naftogaz para "defender los intereses de RosUkrEnergo", la compañía que hasta fines del año pasado hacía de mediadora en la compra del gas ruso. Timoshenko ha denunciado en diversas oportunidades que la presidencia ucrania poseía intereses en esa compañía, aunque Yúshenko ha desmentido tener nada que ver con el "maloliente gas". Ayer mismo, Timoshenko declaró en París, donde se encuentra de visita oficial, que la irrupción de los agentes en Naftogaz "pretende paralizar el sistema nacional de gas".
Las relaciones entre Yúshenko y Timoshenko han sido complejas y han estado jalonadas por escandalosos enfrentamientos y reconciliaciones que finalmente han terminado en la ruptura. Aliados de la revolución naranja que llevó al poder a Yúshenko en 2005, Timoshenko se convirtió en su primera ministra, pero medio año después fue destituida. Durante la crisis de turno en 2006, Yúshenko prefirió pactar con el que había sido su enemigo, Víktor Yanukóvich, antes que hacer las paces con la carismática y popular política. Sin embargo, como era de esperar, aquella unión se quebró al final y el presidente no tuvo otra posibilidad que volver a nombrar a Timoshenko a la cabeza del Gobierno en diciembre de 2007. El idilio duró poco, y Yúshenko el otoño pasado intentó incluso disolver el Parlamento, pero su decreto fue olímpicamente ignorado.
Yúshenko quisiera permanecer en la presidencia, pero, al menos de momento, las encuestas muestran que no tiene ninguna posibilidad de ser reelegido en las próximas elecciones, previstas para enero de 2010, mientras que Timoshenko es la mejor situada para impedir que Yanukóvich -que representa los intereses de las provincias rusohablantes e industriales de Ucrania- se haga con la jefatura del Estado.
Mientras tanto, la situación económica del país es desastrosa: en 2008 el producto interior bruto (PIB) apenas creció un 2,1%, frente al 7,6% de 2007. Y la crisis empeora. En enero pasado el PIB se desplomó casi un 20% en comparación con igual mes de 2008 y el bajón de la producción industrial fue del 34% en el mismo periodo. El Gobierno pronostica que el crecimiento en 2009 será del 0,4%, mientras algunos economistas prevén un fuerte retroceso del PIB (Yúshenko teme que la contracción en el primer trimestre de este año llegue al 10%).
Ucrania trata de obtener dinero donde puede, pero tiene serias dificultades para conseguirlo. El Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobó el año pasado un crédito por 13.125 millones de euros; Kiev recibió 3.580 millones en otoño, pero el FMI de momento se niega a dar el segundo tramo, de 1.500 millones, porque Ucrania no ha cumplido con las condiciones del préstamo. Ahora Kiev trata de conseguir 4.000 millones de Moscú, pero es poco probable que el Kremlin acuda en ayuda de su vecino sin obtener antes importantes concesiones, que Yúshenko no quiere hacer.
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