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Columna
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Recuperación global

"En la historia sólo hay una certeza: el hombre nunca aprende", dijo una vez el gran Winston Churchill. Esta aguda observación parece confirmarse una vez más con la actitud de los dirigentes de las grandes economías. Todo transcurre como si la salida actual de la crisis debiera hacernos olvidar que no se ha propuesto ninguna gran reforma estructural de la economía mundial. El sistema sigue siendo frágil, y nada nos garantiza que, en un futuro muy próximo, no sufriremos una nueva explosión. De momento, se imponen dos constataciones. Por un lado, la recuperación sólo ha sido posible gracias a una enorme inyección de fondos públicos en el sector privado, es decir, gracias a una contribución masiva del ahorro colectivo para único beneficio de los grandes bancos; por el otro, el retorno de un ligero crecimiento en los países ricos no crea prácticamente empleos, lo que significa que el desempleo sigue estancado o que crecerá aún más. Pero la recuperación global pone también en evidencia las contradicciones que están en el origen de la crisis. Estamos asistiendo en estos momentos a una verdadera guerra monetaria dentro del triángulo Estados Unidos, Europa, China. Estados Unidos sólo ha sido capaz de detener la crisis gracias a dos condiciones: porque los chinos han contribuido ampliamente a ayudarles, al mantener e incluso incrementar sus compras de bonos del Tesoro americano, y porque el monopolio de un dólar muy débil los pone relativamente a salvo de la competencia internacional. El reciente viaje de Barack Obama a China ha confirmado esta complicidad al ratificar de facto la paridad del dólar con el yuan.

La única solución equitativa sería la creación de una moneda mundial común que obedeciera a reglas conjuntas

Los europeos han hecho otra elección. El BCE quiere mantener un euro fuerte (cuyo valor de media es de uno y medio con respecto al dólar) y se dispone incluso a subir los tipos. Es en este contexto en el que se ha celebrado la reunión de Nankín, el 30 de noviembre, entre la UE y China. En esta ocasión, los europeos han querido ejercer presiones para que China revalorice el yuan, el cual, debido a su debilidad, proporciona a las mercancías chinas una ventaja comparativa invencible. Desplegamos aquí todos los argumentos: "competencia desleal", ya que los asalariados chinos no disponen prácticamente de derechos sociales ni de seguridad social, "deterioro del medio ambiente", "proteccionismo" del mercado chino, etcétera.

Es un espectáculo divertido ver a los dignatarios de Bruselas, acostumbrados generalmente a proponer rebajas de los derechos de los asalariados europeos en nombre de la flexibilidad del mercado de trabajo y de la competencia internacional, convertirse de golpe en paladines de la justicia social. Pero bueno, les daremos la razón... Sin embargo, la pregunta que queda en suspenso es la siguiente: ¿a santo de qué debiera aceptar China estas conminaciones, ya que lo único que hace es alinearse con el dólar, la moneda mundial dominante? Dicho de otro modo, ¿por qué los europeos no piden lo mismo a los estadounidenses?

El verdadero problema es que el conjunto del sistema monetario está infectado. Actúa sin ninguna lógica. El cuadro es edificante: un dólar más débil que nunca, con una tasa cero, y que sigue chupando del ahorro mundial; un euro fuerte, que permite principalmente a Alemania exportar en condiciones muy ventajosas sus mercancías dentro del mercado único; un yen japonés en alza, que penaliza las exportaciones de este país y, finalmente, un yuan chino imperial, la única moneda que en estos momentos puede competir con el dólar. Si las cosas siguen así, China se convertirá en unos 15 años en la primera potencia comercial del mundo, según la mayoría de los especialistas monetarios. La consecuencia de esta mutación es mecánica: comportará efectos sociales comparables a los engendrados por la dominación del dólar en el contexto de una economía mundial enteramente abierta, es decir, el alineamiento con los modelos sociales más precarios.

En verdad, si queremos establecer una buena gobernanza de la competencia internacional, la única solución equitativa sería la creación de una moneda mundial común que obedeciera a reglas fijadas conjuntamente. Durante la cumbre de Londres, se pensó en ello por unos momentos. Viendo que la reunión podía transformarse en un tribunal contra el yuan, el gobernador del Banco de Shanghai sugirió la creación de un patrón común en sustitución del dólar. Respuesta: Obama mandó de urgencia a Timothy Geithner, el secretario del Tesoro, a Pekín para defender el dólar como moneda mundial. Moral de la historia: si los europeos quieren que Pekín les tome en serio, que empiecen primero por barrer delante de su casa, exigiendo a Estados Unidos, como hacen con China, un comportamiento monetario más responsable.

Traducción de M. Sampons.

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