Putin busca apoyo vaticano para impulsar a Rusia como potencia europea
El Papa y el presidente ruso tratan sobre una posible visita del Pontífice a Moscú
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, se encontró ayer por primera vez con Benedicto XVI. La visita oficial de Putin a la Ciudad del Vaticano reflejó una peculiar voluntad de entendimiento mutuo. Por parte del Papa, porque necesita la cooperación del Kremlin para viajar al fin a Moscú y entablar un diálogo directo con el Patriarcado ortodoxo ruso. Por parte de Putin, porque le conviene la aquiescencia vaticana en su esfuerzo por hacer de Rusia una potencia política y económica de ámbito europeo. Vladímir Putin ya conocía personalmente a Joseph Ratzinger.
Putin ya había acudido a San Pedro en dos ocasiones anteriores (2000 y 2003) durante el papado de Juan Pablo II, cuando el actual Pontífice ejercía como guardián de la ortodoxia y principal consejero.
Putin llegó al Vaticano al frente de una comitiva de 14 personas y saludó al Papa con un largo apretón de manos. Tras posar para los fotógrafos, ambos celebraron una reunión privada que duró 25 minutos y en la que no necesitaron intérpretes, porque hablaron en alemán. Una nota oficial del Vaticano indicó que la charla se había desarrollado en "un clima muy positivo" y que habían sido examinados temas bilaterales y generales, en particular la situación en Oriente Próximo.
Ratzinger y Putin ya estaban previamente de acuerdo en varias cosas: el respaldo a un Estado palestino con garantías para Israel, el rechazo a la proliferación nuclear (una cuestión en la que Rusia actúa con un punto de cinismo) y la oposición al terrorismo. También estaban de acuerdo en un futuro viaje del Papa a Moscú, respecto al cual Putin no pudo hacer otra cosa que garantizar "una cordialísima invitación" en cuanto Benedicto XVI y el Patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, Alejo II, resolvieran sus diferencias. El problema entre ambos es coyuntural. A Alejo II le incomoda el proselitismo católico y teme la competencia, ya que su posición como dirigente eclesiástico se ve debilitada por la existencia del Patriarcado ortodoxo de Constantinopla y por escisiones como la ucrania.
Putin, por su parte, necesita que el poder económico ruso sea aceptado con naturalidad en Europa occidental. Y eso encaja con la visión papal de un "continente cristiano" que no se interrumpe en los Urales. El interés de ambos interlocutores en llevarse bien hizo que nadie hablara en el Vaticano de los derechos humanos o la libertad de prensa en Rusia.
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