Obama pasa a la ofensiva en Afganistán
El presidente de EE UU visita por sorpresa Kabul para acelerar la estrategia hacia la victoria - Le da su apoyo a Karzai pero le exige que combata la corrupción
Estimulado por sus éxitos consecutivos en la reforma sanitaria y el desarme, Barack Obama visitó ayer por sorpresa Afganistán para dar un impulso personal a una estrategia que, por primera vez, parece conducir ese conflicto hacia la victoria de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN. Obama exigió al presidente afgano, Hamid Karzai, hacer las reformas políticas necesarias para la reconciliación nacional y, al mismo tiempo, animó a los soldados norteamericanos a continuar la ofensiva militar contra los principales reductos talibanes.
"Nuestro objetivo es claro: derrotar a Al Qaeda y a sus aliados, impedir que vuelvan a refugiarse en este territorio y ceder después la responsabilidad de su destino al pueblo afgano", manifestó el presidente estadounidense a sus tropas.
"Nuestro objetivo es claro: derrotar a Al Qaeda y sus aliados", dijo Obama
La visita sólo fue anunciada, por razones de seguridad, una vez que el Air Force One había aterrizado en la base de Bagram al borde de las siete y media, cuando ya había anochecido en Afganistán, y concluyó todavía en la oscuridad para evitar riesgos añadidos a un desplazamiento arriesgado.
Hubo tiempo suficiente, no obstante, para que Obama se trasladase en helicóptero hasta el palacio presidencial en Kabul para reunirse con Karzai, a solas primero, y junto a todo su gabinete, después. El presidente norteamericano tenía especial interés en que todos los integrantes del Gobierno afgano escuchasen su demanda de limpieza, transparencia y excelencia en la gestión pública como condiciones imprescindibles para seguir contando con apoyo internacional.
"El presidente quiere hacer entender a Karzai que en este su segundo mandato tiene que hacer cosas a las que nunca se ha prestado atención, cosas como el nombramiento de cargos en función de sus méritos, el combate a la corrupción o la lucha contra el narcotráfico, que actúa como motor económico de los insurgentes", manifestó el consejero nacional de Seguridad, general James Jones.
Fue la primera visita de Obama a Afganistán como presidente. Ha esperado a lo que sin duda es el mejor momento de su gestión para escenificar con su presencia su responsabilidad en una guerra que asumió como propia poco después de llegar a la Casa Blanca. Afganistán, donde la pérdida de vidas norteamericanas se ha duplicado este año respecto al año anterior, es el mayor reto de la política exterior de Obama y el principal campo de prueba de su autoridad como comandante en jefe.
Además de su carga simbólica, la visita sirvió ante todo para certificar la confianza de Obama en la estrategia que él mismo presentó en noviembre pasado al anunciar un refuerzo de 30.000 soldados. Esa estrategia tiene dos pilares: una presión militar más eficaz para debilitar a los talibanes y derrotar a Al Qaeda y la creación de las condiciones políticas que permitan reducir el apoyo popular a los insurgentes y la finalización de la guerra.
Obama dijo tras su conversación con Karzai que "el pueblo norteamericano está alentado por los progresos que se han hecho". Destacó los avances en el terreno militar, pero añadió que "también es necesario continuar haciendo mejoras en el proceso civil".
En el ámbito militar, desde que empezó este año el despliegue de las tropas de refresco, Estados Unidos y la OTAN, bajo el mando del general Stanley McChrystal, ha recuperado la iniciativa. Los marines han conseguido consolidar en el último mes la toma de la localidad de Marjah, antes bajo control talibán, y han avanzado sus posiciones de cara a un futuro ataque sobre Kandahar, la mayor y más representativa ciudad bajo la autoridad real de los insurgentes. La recuperación de Kandahar para el Gobierno de Kabul, que Estados Unidos podría acometer este verano, cuando habrá sobre el terreno 100.000 soldados norteamericanos, representaría un golpe quizá decisivo sobre los talibanes. Obama se reunió con las tropas en Bagram para alentarles en esa misión.
Esos progresos, sin embargo, no garantizarán la estabilidad en el país a menos que se den pasos en el terreno político que permitan una cierta reconciliación nacional. El presidente Karzai, que visitará Washington el 12 de mayo, ha convocado para finales de abril una conferencia de paz (jirga, en el lenguaje afgano) con el fin de reintegrar a la legalidad a los grupos talibanes más moderados, con los que ya se han establecido en las últimas semanas algunos contactos.
El éxito de una iniciativa de esas características está condicionado a la apertura en Kabul de espacios políticos para la participación de los rivales del Gobierno y a una administración del poder que devuelva a los ciudadanos la confianza que hoy no tienen en sus autoridades.
Los avances registrados en Afganistán están relacionados también con la mejora conseguida en la colaboración por parte de Pakistán, el país que hasta ahora daba cobijo y protección a los talibanes.
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