Obama y Hu crean la agenda de la nueva era bilateral
Los presidentes de EE UU y China exhiben sus diferencias sobre economía, Irán y derechos humanos
Barack Obama y Hu Jintao han recurrido este martes a gastados clichés sobre la cooperación para certificar un hecho indiscutible, que el mundo vuelve a ser bipolar y que Estados Unidos y China tienen entre sus manos la solución para la mayor parte de los problemas internacionales, desde la economía al cambio climático pasando por las principales amenazas contra la seguridad. Aceptado eso, los dos presidentes exhibieron también la dimensión de los obstáculos existentes para conseguir la amistad que pretenden.
Obama y Hu han comparecido juntos ante los periodistas después de varias horas de discusiones en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín, pero hicieron declaraciones separadas y no admitieron preguntas. Manifestaron su preocupación compartida sobre la proliferación nuclear, pero no coincidieron en la aplicación de sanciones a Irán. Declararon su voluntad de defender el medio ambiente, pero no ofrecieron soluciones claras para salvar la cumbre de Copenhague. Reconocieron la necesidad de seguir actuando contra la crisis económica, pero ofrecieron recetas distintas al respecto. Se prometieron respeto mutuo, pero Obama recordó que ningún país puede conculcar los derechos humanos.
Desde el punto de vista de resultados concretos, por tanto, la cumbre ha sido un fracaso. El único acuerdo preciso que puede citarse es el de la creación de un centro para la investigación de energías no contaminantes con el que los dos países tratan de compensar su incapacidad para comprometerse a una reducción exigente de emisión de gases.
Pero, como declaró Obama después de la cumbre, "las relaciones entre nuestras dos naciones van mucho más allá de un asunto concreto". Y, en ese sentido, la reunión de hoy ha sido quizá la primera en la que la mayor potencia existente y la mayor potencia emergente trazan juntas un dibujo de la situación del mundo.
Condenados a entenderse
"China y Estados Unidos comparten amplios intereses comunes y una amplia perspectiva de cooperación sobre una serie de grandes asuntos importantes para la paz, la estabilidad y el desarrollo de la Humanidad", afirmó Hu.
La gran aportación de la reunión es el reconocimiento mutuo de que, pese a todas sus diferencias, ambos países están condenados a entenderse. "No creo que el éxito de uno deba producirse a costa del otro", manifestó Obama.
Con ese propósito, acordaron celebrar el próximo verano una segunda ronda del diálogo estratégico inaugurado el pasado verano en Washington y que puede convertirse en el foro en el que, periódicamente, ambas naciones repasen la agenda común. Como se dijo en su nacimiento, ese foro es el G-2, el verdadero centro de decisión mundial.
La cumbre de este martes, que continuará este miércoles con una entrevista entre Obama y el primer ministro chino, Wen Jiabao, ha puesto también en evidencia las enormes complicaciones que esa agenda contiene. Antes que nada, la propia convivencia entre dos sistemas políticos contrarios, perfectamente simbolizados por dos dirigentes políticos que, por personalidad y estilo, son el sol y la sombra.
Derechos, Tíbet e Irán
Obama ha ido más lejos de lo que se esperaba en la denuncia de las carencias democráticas de China, a cuyo Gobierno reclamó "derechos que deben de estar al alcance de todos los pueblos, de todas las minorías étnicas y religiosas". Los más veteranos no recuerdan palabras similares pronunciadas en tan noble escenario y con la televisión nacional en directo. "Es la discusión más franca sobre derechos humanos que he visto en muchos años de experiencia en este asunto", ha dicho el responsable de Asia en el Consejo Nacional de Seguridad, Jeffrey Bader.
Particularmente chocante resultó la alusión por su nombre del presidente norteamericano a la región del Tíbet y al Dalai Lama. Obama pidió públicamente a Hu el restablecimiento del diálogo con el líder religioso tibetano para buscar una solución pacífica al diferendo sobre ese territorio.
La otra palabra clave para Obama en esta visita era "empleos". Por trascendental que resulte esta gira, la única manera de rentabilizarla políticamente en casa es vincularla a la mayor preocupación norteamericana en la actualidad: un 10,3% de paro.
El presidente norteamericano abogó por una estrategia en la que Estados Unidos gaste menos, ahorre más y, por tanto, consiga a largo plazo reducir la deuda que tanto preocupa a Pekín. A cambio, China tiene que revaluar su moneda y hacer los ajustes adecuados para acelerar el consumo interno. "Esto conducirá a un aumento de de las exportaciones norteamericanas y del empleo, al tiempo que permitirá elevar los niveles de vida en China", afirmó Obama. Por su parte, Hu reiteró su advertencia contra el proteccionismo "en todas sus manifestaciones y con la mayor determinación".
El presidente chino se sumó a la presión sobre Irán para que haga accesible su programa nuclear a la inspección internacional con objeto de demostrar que su fin es exclusivamente pacífico. Pero, mientras Obama dijo que, en el que caso de que no se alcance un acuerdo con Irán "habrá consecuencias", Hu se limitó a declarar que "es importante resolver este problema a través del diálogo y la negociación".
Los dos presidentes coincidieron en coordinar su actuación para asegurar la existencia de una península de Corea desnuclearizada y apoyaron tanto la reanudación de las conversaciones que se siguen con el régimen de Pyongyang a través del foro de seis naciones como a un posible diálogo cara a cara entre Estados Unidos y Corea del Norte.
Salvar Copenhague
La cumbre intentó también levantar las expectativas de cara a la conferencia sobre el clima de Copenhague después de que el pasado fin de semana los países de la Asociación Asia-Pacífico (APEC), reunidos en Singapur, declararan que era imposible conseguir acuerdos legalmente vinculantes en esa reunión, prevista para el mes próximo. "Los dos presidentes se han comprometido a respaldar en Copenhague un acuerdo políticamente vinculante y a seguir negociando para hacerlo legalmente vinculante", declaró Michael Froman, vice consejero nacional de seguridad.
Obama y Hu, así como delegaciones de los dos países, van a seguir en los próximos días en estrecho contacto en busca de una manera de salvar Copenhague. El diálogo entre Pekín y Washington sobre múltiples asuntos será un hábito constante a partir de ahora, aseguraron este lunes portavoces norteamericanos. Un nuevo teléfono rojo será instalado en la Casa Blanca.
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