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Hillary Clinton se convierte en la candidata a batir

Los rivales demócratas siembran dudas sobre su credibilidad

Antonio Caño

Hillary Clinton recibió en el último debate electoral su confirmación como la candidata a batir en esta carrera y, acto seguido, comprobó la terrible ingratitud de ese título: todos sus rivales se lanzaron sobre ella a degüello sembrando dudas sobre su viabilidad como candidata y sobre su verdadera voluntad de cambiar las cosas si acaba llegando a la Casa Blanca.

Sin piedad, los rivales de Clinton dentro del propio Partido Demócrata la retrataron como una mera prolongación de la política exterior de George W. Bush, como una candidata sin criterio que se resiste a asumir posiciones claras y como una representante más del rancio establecimiento político de Washington.

Hillary Clinton se defendió con bravura casi siempre, con torpeza a veces, pero es difícil aún saber si el debate de dos horas celebrado en la noche del martes en Filadelfia aumentó o redujo las posibilidades de la ex primera dama de volver a la Casa Blanca. Lo que ese debate dejó en evidencia sin ninguna duda es que Clinton ha abierto una brecha prácticamente insalvable para los demás candidatos.

Clinton ocupó el centro físico del escenario en Filadelfia, ella fue el objetivo de la mayor parte de las preguntas de los moderadores y contra ella -no contra Bush ni contra los candidatos republicanos- estaban dirigidas la mayor parte de las intervenciones de los participantes.

John Edwards, a quien las encuestas sitúan en tercer lugar, fue quién con más contundencia se empleó. Llegó a preguntarse si una candidata que es la que más dinero ha obtenido, tanto entre demócratas como republicanos, de la industria farmacéutica, de la industria de defensa y de los lobbies "es la persona que va a traer el cambio a este país". "Yo creo en Santa Claus", se respondió Edwards, "pero no creo en ese cambio".

Guerra de Irak

Barack Obama, el segundo en las encuestas, criticó a Clinton por sus dudosas posiciones respecto a la guerra de Irak, por haber dado un cheque en blanco a Bush para atacar a Irán al votar a favor de declarar a la Guardia Republicana una organización terrorista y por otras decisiones de Clinton que, según Obama, están en línea neocon.

"Pues da la impresión de que los republicanos no han entendido lo mismo porque no ellos paran de criticarme", respondió Clinton. "La razón por la que los republicanos están obsesionados contigo, Hillary", contestó Obama, "es porque ésa es la batalla que ellos quieren librar".

Otro aspirante con menos respaldo pero mucho prestigio y muchos años en el Capitolio, Christopher Dodd, sacó a relucir uno de los aspectos más controvertidos de la candidatura de Clinton, el profundo rechazo que despierta en parte del electorado. "Sea justo o no, el hecho es que el 50% de los norteamericanos dicen que no van a votar por ella", dijo Dodd.

Incluso uno de los prestigiosos moderadores, el comentarista de la cadena NBC Tim Russert, puso contra las cuerdas a Hillary Clinton a propósito de un asunto delicado, las denuncias de que Bill Clinton prohibió a la Biblioteca que lleva su nombre facilitar a los periodistas documentos sobre la relación con su esposa que podrían haberla perjudicado. Russert le preguntó si ella haría públicos esos documentos, y su respuesta no satisfizo a nadie: "Ésa no es una decisión que tenga que tomar". Los analistas ayer no se ponían de acuerdo en el juicio a Clinton tras esta dura prueba. El columnista Roger Simon del diario The Politico, influyente en los círculos informados de Washington, escribió que ésta fue "la peor actuación de Clinton en toda su campaña". Otros creen que el hecho de que se cebaran con ella la hace más presidencial a los ojos de los ciudadanos.

Hillary Clinton y Barack Obama, durante un descanso del debate en la Universidad de Drexel (California).
Hillary Clinton y Barack Obama, durante un descanso del debate en la Universidad de Drexel (California).AP

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