Gordon Brown, el iracundo
Un explosivo libro revela el carácter violento del primer ministro británico
Un nuevo libro de Andrew Rawnsley, uno de los comentaristas políticos británicos con mejor acceso al Partido Laborista, amenaza con convertirse en una bomba política al exponer con detalle el carácter violento de Gordon Brown y las luchas intestinas en el Gabinete y en el partido tras la llegada del actual primer ministro al número 10 de Downing Street. Rawnsley, que en 2000 retrató ya la rivalidad entre Brown y Tony Blair en The servants of the people, detalla ahora en The end of the party los accesos de ira y los abusos verbales del primer ministro, que bordean a menudo la violencia física. "No soy perfecto", admitió ya el líder laborista en un mitin político el sábado, en un primer intento de parar el golpe. Y Downing Street calificó ayer de "maliciosas" esas acusaciones.
Downing Street calificó ayer de "maliciosas" las acusaciones
El dominical prolaborista The Observer publicó ayer largos extractos del libro coincidiendo con un relanzamiento del diario. Rawnsley se basa en más de 500 fuentes, incluyendo "virtualmente todos los que se han sentado en el Gabinete en los años del Nuevo Laborismo y los más altos ayudantes tanto de Tony Blair como de Gordon Brown".
El texto revela numerosas anécdotas que exponen los ataques de ira del primer ministro, lo mismo contra ayudantes y funcionarios que contra conserjes o secretarias. En una ocasión empujó fuera de la silla a una mecanógrafa que escribía demasiado despacio y se sentó él mismo a escribir el texto. El incidente alarmó tanto al secretario del Gabinete, sir Gus O'Donnell, el funcionario de más alto rango en la Administración británica, que puso en marcha su propia investigación y conminó al primer ministro a cambiar de comportamiento. "Ésa no es forma de pedir que se hagan las cosas", le reprochó.
Una vez agarró de las solapas de la americana gritándole "¡Van a por mí!" al ayudante que, a finales de otoño de 2008, le acababa de comunicar que se habían extraviado dos discos informáticos con los datos confidenciales de 20 millones de británicos.
También expone su manía de golpear con violencia el asiento delantero de su Jaguar oficial cuando recibe malas noticias en el coche y su tendencia a pinchar la tapicería de piel de color crema de ese mismo asiento con su grueso rotulador negro en sus ataques de ira. O sus increpaciones a uno de los encargados de escribir sus discursos cuando se supo que en uno de los congresos del partido había plagiado a políticos estadounidenses. Cuanta más confianza con un consejero, más violencia en sus abusos verbales. "¿Por qué tengo que reunirme con esta jodida gente?", le espetó a un ayudante que le insistía para que entrara a tomar café con los embajadores de la UE, que habían sido invitados a comer en Downing Street.
El libro relata en detalle el hundimiento del prestigio de Gordon Brown en el otoño de 2007 debido a sus dudas sobre la convocatoria o no de elecciones anticipadas para aprovechar la oleada de popularidad que acompañó su nombramiento como primer ministro unos meses antes. Y da cuenta también de su descenso personal a los infiernos y el deterioro físico y psicológico que sufrió al ver evaporarse esa popularidad y hundirse el Partido Laborista en las encuestas. O del golpe palaciego tramado por el incombustible Jack Straw en el verano de 2008, abortado por el propio Straw al ver que él no tenía posibilidades de convertirse en primer ministro. O las tensiones entre Brown y uno de sus viejos aliados, el titular del Tesoro, Alistair Darling, que en una crisis de Gobierno amenazó con dejar el Gabinete si Brown insistía en colocarle en un ministerio de menor relevancia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.