Zelaya y los golpistas esperan de la vía diplomática una solución para Honduras
Tegucigalpa se prepara para enterrar al joven de 19 años que murió el domingo en la carga de los militares contra los manifestantes
Da la impresión de que Isis Obed es el único que no se sabía el guión del golpe de Estado en Honduras. En las últimas 48 horas, todas las partes han ido consiguiendo lo que querían. El presidente Manuel Zelaya cumplió el domingo lo que venía prometiendo desde varios días atrás: regresar a Tegucigalpa -que no lo dejaran aterrizar no fue culpa suya-. El Gobierno golpista de Roberto Micheletti también logró sus dos inmediatos objetivos: que Zelaya no pusiera un pie en tierra y que la Organización de Estados Americanos (OEA) accediera a escuchar sus razones. Así que, satisfechos cada uno con sus logros, coincidieron en permitir que sea la diplomacia la que a partir de ahora interprete el papel principal. Es una pena que la solución, cualquiera que sea, ya no le valga a Isis Obed Murillo. Lo mató por la espalda una bala disparada por un soldado.
El domingo fue un día terrible. A juzgar por los casquillos recogidos en las inmediaciones del aeropuerto de Toncontín, lo único raro es que no se produjeran más víctimas. Los hondureños, independientemente del color de sus preferencias, vivieron con alarma los acontecimientos. La llegada al país de Zelaya a bordo de un avión venezolano fue transmitida en directo por las emisoras de radio y televisión que consiguieron burlar la mordaza gubernamental. Desde la nave, el presidente depuesto iba anunciando su posición -"estoy llegando en 30 minutos" -e incluso su emoción al sobrevolar la ciudad de la que fue expulsado por los golpistas- "si llego a tener un paracaídas, me lanzo"-. Los soldados invadieron la pista. El avión venezolano sobrevoló el aeropuerto, gustándose en la exhibición, recibiendo los vítores de la gente, marchándose tras recibir una amenaza de la torre de control: "Si no abandona inmediatamente el espacio aéreo de Honduras, le enviaremos un caza". ¿Tiene Honduras aviones de caza?
Todo parecía producto de una película mala de acción hasta que los soldados empezaron a disparar y el muchacho de 19 se desplomó herido de muerte. Aunque el canciller del Gobierno de facto habló el lunes de dos muertos, lo cierto es que las autoridades de Tegucigalpa sólo tienen constancia del fallecimiento de Isis Obed y del ingreso en el Hospital Escuela de una decena de heridos de bala. Fue la dosis de sangre que necesitaba el golpe, porque, apenas unas horas después, las dos partes en conflicto parecían dispuestas a reconducir la situación. El Gobierno de facto anunció que un grupo de personalidades afines habían partido hacia Washington para iniciar un diálogo con países integrados en la OEA. La comisión está integrada por dos ex cancilleres y Felícito Ávila, el candidato de la Democracia Cristiana para las próximas elecciones generales. De igual forma, el embajador de Honduras en Estados Unidos, Roberto Flores, confirmó que representantes de la OEA ya han aceptado reunirse, de manera más o menos oficial, con una comisión de "los poderes del Estado de Honduras". El no rotundo de hace cuatro días es ya un quizá.
¿Y Manuel Zelaya? Después de su vertiginosa agenda de los últimos días, el presidente parece dispuesto a colaborar en la solución del conflicto enfriando sus declaraciones. Aunque hace dos días juraba que entraría en su país por tierra, mar o aire, pero lo antes posible, fuentes de su entorno confirmaron a este periódico que ha decidido aceptar de buen grado la invitación de la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, para reunirse inmediatamente en Washington. Un portavoz de la Casa Blanca afirmó el lunes que el encuentro puede tener lugar hoy mismo o tal vez mañana. El Gobierno de Barack Obama, según ese portavoz, sigue teniendo muy claro que el único Gobierno legítimo es el de Manuel Zelaya: "Deploramos el uso de la fuerza contra los manifestantes".
Mientras, el Gobierno de facto nombrado por Micheletti sigue empeñado en negar lo evidente. A su jaculatoria preferida -"esto no es un golpe de Estado"-, unió otra más estrambótica si cabe: "Los militares no dispararon contra los manifestantes". No les importó que periodistas de todo el mundo presenciaran la carga en directo, ni que decenas de casquillos fuesen recogidos por los manifestantes y mostrados ante las cámaras. Su teoría de los manifestantes suicidas sonaría hasta divertida si no fuese porque hoy le darán tierra a las afueras de Tegucigalpa a Isis Obed Murillo, un joven de 19 años con cara de niño.
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