Fukushima se descontrola
Japón admite el riesgo de fugas y amplía el radio de peligro para la población a 30 kilómetros: "Cierren las ventanas" - La nuclear sufre un incendio y dos explosiones
El Gobierno japonés dio la impresión esta madrugada de perder por momentos el control sobre la situación en la central nuclear de Fukushima. El portavoz del Ejecutivo compareció alrededor de las 11.30 (3.30 hora peninsular española) y del mensaje de calma de los días previos pasó a la alarma. "Cuanto más lejos estén de la central, más seguros estarán", advirtió el portavoz del Ejecutivo, Yukio Edano, que apareció ante las cámaras con muestras evidentes de sudor en la frente y después de un breve mensaje del primer ministro japonés, Naoto Kan, que admitió un "había un incremento potencial de fuga de sustancias radiactivas".
El Ejecutivo japonés ordenó evacuar a los habitantes a menos de 20 kilómetros de la central pero amplió hasta los 30 kilómetros las medidas: "Que no salgan de su casa para no verse expuestos a ningún tipo de radiación. Pedimos que cierren las ventanas, no tiendan la ropa en el exterior y no utilicen sistemas de ventilación", dijo Edano.
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Horas antes, la crisis ya había desbordado a Japón y Tokio había pedido ayuda a la agencia nuclear de EE UU (NRC, en sus siglas en inglés) y a la Agencia Internacional de la Energía Atómica, con la que debatía los detalles de cómo sería esa misión técnica.
Por primera vez -al menos de forma tan clara- Tokio admitió la posibilidad de fugas radiactivas de consideración. Edano admitió que había niveles de radiación "que pueden tener un impacto sobre la salud humana". "Existe la posibilidad de que determinadas cantidades se hayan podido liberar ya pero la compañía eléctrica de Tokio dará las cifras concretas", añadió en la conferencia de prensa. "Si llevan una chaqueta sacúdanla y sacúdanse el pelo también", avisaba la televisión NHK a la población.
Edano reveló también que habían detectado un incendio en el reactor número 4, que el día del terremoto se encontraba parado y que desde el principio de la crisis se había considerado como fuera de cualquier peligro.
Ese incendio fue el último golpe en un día en el que Fukushima había protagonizado malas noticias. Cuando amanecía en Japón (las 22.10, hora peninsular española), el reactor número 2, que quedaba relativamente ileso en la central, sufrió una explosión, la tercera en la nuclear en tres días.
Si una explosión en una nuclear es una imagen insólita, Fukushima suma tres en tres días, una por cada uno de los reactores que estaban en operación cuando el terremoto y el tsunami destrozaron Japón. Junto al incendio en número 4, los cuatro reactores situados juntos acumulan problemas serios.
Tras la explosión junto al reactor 1, ocurrida el pasado sábado, a las 11.01 de ayer (las 3.01 del lunes hora peninsular española) estalló el hidrógeno junto al reactor número 3 y se llevó de nuevo parte del edificio. Las autoridades insistieron en que en los dos casos había aguantado la contención, el muro estanco que separa el núcleo del exterior y de cuya resistencia depende que Fukushima no sea Chernóbil.
La eléctrica propietaria, Tepco, insistió en que la explosión se debió a la salida de hidrógeno, un gas que, en contacto con el oxígeno del aire, produce una deflagración. Así que la explosión no fue nuclear pero sí reveló que las autoridades estaban dejando salir gases del interior de la planta -con la consiguiente radiactividad- para reducir la excesiva presión.
Los trabajos se centraron durante días en conseguir refrigerar esos dos reactores pero ayer el problema saltó en el reactor número 2, cuyo combustible dejó de estar completamente cubierto por agua. Ese reactor puede acabar siendo el más problemático. Su explosión, ocurrida cuando Japón amanecía al martes, fue diferente. El Gobierno admitió que podía haber daños en la cámara de despresurización, el sistema circular de refrigeración dentro del edificio de la contención.
Un portavoz de Tepco explicó en una confusa rueda de prensa retransmitida y doblada al inglés por Al Jazeera: "Hay una posibilidad de que haya daño", pero inmediatamente añadió que eso no tenía por qué significar una fuga o que podía tratarse simplemente de una válvula que estuviera midiendo mal la presión.
Aún con la desinformación reinante, la situación era cualitativamente distinta -más grave- que la de los días previos. Tepco anunció que había evacuado a los empleados que tenía en el reactor 2, algo no había hecho antes, y que solo dejó a los empleados que trabajaban en la refrigeración de la central. Además, Tepco reconoció que al menos 2,7 metros de las varillas de combustible no estaba cubiertas por el agua y que no podía confirmar si el nivel del agua estaba subiendo aunque había vuelto a inyectar agua de mar. Esto implica que la mitad del uranio estaba sin refrigeración, el paso previo a la fusión del núcleo de la central. El Gobierno admitió que podía estar dañada la vasija del núcleo, aunque la agencia nuclear japonesa insistió pasada la 01.00 en que no había daño en el edificio de contención, que rodea el núcleo.
La realidad dejó cada vez más hueco el mensaje del Gobierno japonés, repetido una y otra vez, es tan simple como directo: "Fukushima no es Chernóbil". Pero ya había resonado por todo el planeta. "Es muy poco probable que se convierta en algo como Chernóbil", declaró a la prensa desde Viena el director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el japonés Yukiya Amano.
Los hechos de la madrugada superaron las previsiones de la mayoría de los técnicos. María Teresa Domínguez, presidenta del Foro Nuclear, el lobby de las seis nucleares españolas, había afirmado por la mañana de ayer que el problema en el primer reactor estaba casi solucionado. "Cuando paró la central, en el núcleo quedaba un 7% del calor residual del núcleo. Ya solo queda el 0,05%", afirmó en una concurrida rueda de prensa. El uso de agua de mar, que dejará inservibles los reactores, demuestra lo desesperado de la situación.
Domínguez defendió que Fukushima estaba resistiendo a la combinación terremoto-tsunami y defendió que esa era la prueba de la fiabilidad atómica. Ese es el argumento que usa insistentemente el lobby nuclear. Los detractores de esta energía, en cambo, ven en el accidente la prueba de que la seguridad total no existe y de que el excesivo riesgo no compensa su uso.
El accidente ha sido inicialmente calificado como nivel 4 en la escala INES (que va de 0 a 7, Chernóbil). Pero ayer, el presidente de la Autoridad Nuclear Francesa,
André-Claude Lacoste, dijo a France Presse que el número era demasiado bajo y que ya supera la gravedad del accidente de Three Mile Island, en 1979 en Harrisburg (EE UU) y que fue calificado con un 5. Un nivel correcto sería de 5 o 6, según Lacoste: "Más allá de Three Miles Island, sin llegar a Chernóbil".
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