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Columna
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Experimentos con gaseosa

La célebre recriminación de Eugeni D'Ors al joven que había derramado una botella de champaña al intentar una nueva forma de descorche podría aplicarse perfectamente a Reino Unido, si las elecciones del próximo 6 de mayo no arrojan una mayoría de gobierno y se produce lo que en el argot político británico se conoce como hung Parliament o Parlamento colgado. En cualquier país de la Europa continental el asunto no tendría la mayor importancia. El partido con el mayor número de votos buscaría la formación de un gobierno de coalición, como ocurre, por ejemplo, en Alemania y Holanda, y el horizonte quedaría despejado. No así en Gran Bretaña, por su sistema electoral totalmente mayoritario -el más votado gana el escaño en cada circunscripción- y por el pésimo resultado que, históricamente, han producido las escasas coaliciones o alianzas parlamentarias registradas en el pasado, con la excepción del gobierno de unidad nacional presidido por Winston Churchill durante la II Guerra Mundial. En realidad, "parlamentos colgados" sólo ha habido dos en los últimos 100 años, en 1929 y 1974, y en ambos casos la inestabilidad de los gobiernos resultantes provocó una nueva convocatoria electoral a corto plazo. Me tocó vivir, como agregado de prensa de la Embajada de España en Londres, la crisis de 1974, provocada por la pérdida de la mayoría del conservador Edward Heath por sólo cuatro escaños (297 por 301 de los laboristas y 14 de los liberales). Heath creía que podía mantenerse en el 10 de Downing Street con el apoyo parlamentario de los liberales de Jeremy Thorpe. Pero las conversaciones fracasaron y el laborista Harold Wilson fue encargado por la reina de formar gobierno, un gobierno cuya debilidad obligó a Wilson a convocar elecciones pocos meses después. En 1977, el gobierno laborista, ya presidido por el sucesor de Wilson, James Callaghan, logró el apoyo de los liberales de David Steel para hacer frente a una posible moción de confianza, a cambio de adoptar algunas propuestas de los liberales. El matrimonio duró poco, sólo hasta mediados de 1978. El infausto "invierno del descontento" (winter of discontent) de ese año, con huelgas salvajes sin interrupción, incluidos paros en los servicios funerarios, hundieron el gobierno laborista de un hombre decente como Callaghan, curiosamente procedente del mundo sindical, y llevaron al triunfo arrollador de Margaret Thatcher el 3 de mayo de 1979.

En Reino Unido ganar por mayoría simple no supone gobernar automáticamente
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Nick Clegg, estrella ascendente de la política británica

Hasta ahora los británicos no se han decantado por los gobiernos de coalición como en la Europa continental y tampoco han mostrado un especial entusiasmo por los pactos de gobierno a nivel nacional. Sí se han registrado, sin embargo, a nivel autonómico en Gales y Escocia. Puede que si el 3 de mayo nadie obtiene una mayoría las cosas cambien, quizás por la gravísima crisis económica que atenaza al país. Personalmente lo dudo. Los británicos adoran el bipartidismo, aunque admiten que su sistema mayoritario puro pueda ser menos democrático que otros. El tema es que, para ellos, su sistema electoral produce más estabilidad, que se traduce en gobiernos sólidos y oposiciones responsables, aunque sea a costa de un partido, como el liberal, con un porcentaje de votos en torno al 20%. Siempre les han encantado los duelos bipartidistas protagonizados por sus líderes, sean éstos Gladstone y Disraeli, Churchill y Atlee, Thatcher y Kinnock o Blair y Major. Aunque esta elección puede ser diferente porque, por primera vez en la historia parlamentaria británica, los tres líderes, Gordon Brown, David Cameron y Nick Clegg, participarán en tres debates electorales en televisión (el primero se celebró anoche). Una de las causas principales para el mantenimiento del sistema mayoritario vigente es que los dos grandes partidos siempre prometen durante la campaña electoral una reforma del sistema, promesa cuyo cumplimiento se demora una y otra vez tan pronto como uno de los dos grandes alcanza el poder.

En todo caso, gane quien gane, hará historia. Si gana, Brown llevaría al laborismo, por primera vez, a su cuarta victoria electoral consecutiva, después de las tres obtenidas por Blair. Los conservadores de Cameron recuperarían el poder después de 13 años con el líder tory más joven, y Clegg podría convertirse en el árbitro de la situación. Todos los pronósticos predicen una victoria conservadora en número de votos, aunque nadie se atreve a predecir quién ocupará el 10 de Downing Street. En Reino Unido ganar por mayoría simple no supone automáticamente gobernar.

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