"Estamos construyendo una nueva derecha"
"Duermo poco; cada día me levanto más temprano, cada día me acuesto más tarde". En tromba, Sebastián Piñera (Santiago, 1949) entra en el coche, un Lexus LS600hL (híbrido) negro, matrícula CK DZ 72. Vamos camino del aeropuerto. Sale de un desayuno con directores de medios sobre la reconstrucción del terremoto de febrero, un punto débil, ahora mismo, en su imagen. Precisamente vuela al sur para inspeccionar esas labores. Al entrar en el vehículo tiene alguna molestia: "El fin de semana cometí la imprudencia de montar en bicicleta por los cerros con los hijos y con los nietos, y tuve un, ¿cómo se llama, un porrazo, dicen también ustedes? Porrazo es caerse. Bueno, un porrazo que me recordó mi edad".
"Hay que tomar las decisiones muy rápido. No hay que perder un segundo"
"Los conceptos de izquierda y derecha se han diluido en el tiempo"
"No es verdad que seamos un país culturalmente de centro-izquierda"
"La meta del millón de nuevos empleos está más cerca que nunca"
"Mi obsesión con los mineros atrapados era no llegar tarde"
"Admiro el coraje de Nicolas Sarkozy y la tenacidad de Angela Merkel"
"El PP se tiene que preparar porque tiene una enorme tarea por delante"
"Queremos que antes de 2020 Chile sea un país desarrollado"
"Los políticos tienen que entender que hay que cumplir lo que se promete"
Coquetería. A punto de cumplir 61, Piñera -que tiene previsto visitar España en 2011- exhibe un despliegue de energía apabullante. Para colmo, se ha despertado con un sondeo que le da un 63% de apoyo, 10 puntos más que hace un mes. Entre los jóvenes de 18 a 24 años, el 68%.
Pregunta. ¿Cómo amanece hoy un presidente que tiene este respaldo?
Respuesta. Mire, contento. Agradecido. Pero, sobre todo, más motivado, más entusiasmado y más comprometido que nunca con el proyecto de país que estamos llevando adelante. Nos planteamos metas muy ambiciosas, muy exigentes, pero totalmente factibles: lograr que Chile, antes de que termine esta década, en 2020, sea un país desarrollado, un país sin pobreza, capaz de crear oportunidades para todos sus hijos. Y para eso planteamos un programa de gobierno con siete ejes.
(Dejamos atrás La Moneda y surcamos -con un vehículo delante y dos policías motorizados que caracolean para abrir paso en el atasco de primera hora de la mañana- el centro de Santiago. El presidente está más lanzado que el Lexus).
"Recuperar la capacidad de crecer, la de crear trabajo. Las habíamos perdido. Hacer las grandes reformas estructurales para mejorar de verdad en las clases, en los hospitales; empezar a ganarle la batalla a la delincuencia y al narcotráfico; derrotar la pobreza extrema y rejuvenecer el sistema democrático. Y en medio se nos vino el quinto peor terremoto en la historia, 11 días antes de asumir, y muchos maremotos que destruyeron mucha infraestructura".
P. Y con todo esto, el arranque...
R. El balance es muy favorable. El país crece a más del 6%...
P. Cinco meses seguidos. Y...
R. Vamos a crear este año cerca de 300.000 empleos; la meta de un millón se ve más cerca que nunca. Las reformas profundas en educación y salud que llevaban 20 años dormidas despertaron y están en ejecución. Hemos logrado los primeros avances contra la delincuencia y la droga; vamos a poner en marcha un poderoso programa de lucha contra la pobreza y están los proyectos de ley para rejuvenecer nuestra democracia: inscripción automática, voto voluntario, voto en el extranjero, primarias... Estamos cumpliendo; es muy importante que los políticos entiendan que uno tiene que cumplir lo que promete y que no debe prometer lo que no puede cumplir.
(Que los políticos entiendan, no que los políticos entendamos. Piñera -inversor afortunado, empresario, economista, pero en política desde hace más de 20 años- quiere ser visto como un gestor eficaz con otra forma de gobernar. Por eso se tensa con las críticas sobre la lentitud en la reconstrucción del terremoto).
P. La eficacia demostrada en el rescate de los mineros debería aplicarse a la reconstrucción, se escucha decir.
R. Usted sabe que siempre es más fácil hablar que hacer. Yo le podría entregar un balance de lo que se ha avanzado, pero le voy a decir lo siguiente: en Chile se destruyó una de cada tres escuelas: todos los niños, en 45 días, estaban de vuelta a clase en todo tipo de aulas, y van a estar reconstruidas la mitad de las escuelas antes de cumplir un año del terremoto. Perdimos uno de cada tres hospitales: y el sistema se normalizó con hospitales de campaña y estamos construyendo 12 nuevos hospitales. En infraestructuras, se destruyeron más de 200 puentes, miles de kilómetros de carreteras, daños en puertos, aeropuertos... Todo está funcionando hoy. Es natural que la gente quiera que las soluciones sean ya, pero fue el peor desastre destructivo de la historia de Chile, y es imposible borrar sus efectos por arte de magia.
P. ¿Cómo se planteó la estrategia del rescate de los mineros atrapados?
R. Bueno, fueron 70 días que se vivieron con mucha emoción. Era un problema en el alma y en el corazón personal de cada uno de los chilenos. Lo primero fue la misma noche del accidente, cuando decidimos -a pesar de los consejos de mantenernos lejos, porque iba a acabar en tragedia- asumir la responsabilidad. Y cuando nos reunimos con los familiares, en la mina, dos días después, hicimos un compromiso del alma con ellos, y casi recuerdo las palabras textuales: los vamos a buscar como si fueran nuestros hijos. Hasta el fin del mundo, hasta el fin de los tiempos. Los vamos a encontrar y los vamos a rescatar con la ayuda de todas las tecnologías y de todo lo que podamos recibir. Y ese compromiso se cumplió, pero los primeros 17 días fueron de mucha angustia. Nadie sabía dónde estaban, o si estaban vivos o muertos.
P. ¿Cuál era su obsesión en aquellos momentos?
R. El llegar tarde. Muchas veces, en accidentes como estos, al poco se decide poner 33 cruces en la cumbre del cerro y olvidarse de los mineros. Y eso no lo íbamos a hacer. Los íbamos a buscar como si fueran nuestros hijos. El temor era no perder un minuto.
P. Una carrera contra el reloj...
R. Hace unos días, conversé con el presidente Rafael Correa, de Ecuador, y me contó que ellos tuvieron un accidente minero y que llegaron dos horas tarde. Cuando llegaron habían muerto. Yo siempre me decía, y lo preguntaba un millón de veces: ¿qué más podemos hacer, a quién más podemos pedir ayuda, qué nueva maquinaria...? Y por eso, cuando los encontramos, ya estaba diseñado el plan de rescate, y cuando me preguntaron cuál de las tres tecnologías vamos a usar
[sabe cada una con detalle] yo dije: todas las disponibles. Alguna puede fallar, pero nosotros no podemos fallar.
P. ¿Y qué ha aprendido de Chile, de usted mismo, que no sabía antes?
R. Fue una historia que tuvo mucho de tragedia, de angustia, de esperanza... que terminó en una explosión de alegría, de lágrimas, pero de lágrimas de emoción. ¿Las lecciones que uno aprende? Hay que tomar las decisiones muy rápido. No hay que perder un segundo. Si uno se compromete, hay que comprometerse en cuerpo y alma. Y hay que buscar ayuda en todos los lugares del mundo donde pueda estar.
P. ¿Estudió casos similares?
R. Recordé en esos días el tiempo que perdió EE UU con el huracán Katrina; recordaba cómo los rusos nunca pidieron ayuda a ingleses o americanos para rescatar a los que estaban hundidos en un submarino [el Kursk, en 2000]. Aquí, desde el primer instante, desde la primera cuantificación que tuvimos, ahí decidimos: como la empresa privada dueña de la mina era absolutamente incapaz de enfrentar el rescate, era muy fácil: o lo hacía el Gobierno o no lo hacía nadie. Decidimos hacerlo nosotros, e inmediatamente nos pusimos manos a la obra. La reunión con los familiares, el compromiso, el encuentro con las grandes empresas mineras, los ingenieros y expertos; llamé personalmente a muchos presidentes de países con gran experiencia en minería, y enseguida el proceso estaba en marcha. No perdimos el tiempo, y tampoco perdimos la fe. Y segundo, el país actuó en forma unida. Porque la unidad, la fe y el compromiso fueron las tres claves que nos permitieron transformar una tragedia en una bendición.
P. Antes citó sus grandes apuestas estratégicas. Para todo eso hacen falta más de tres años y medio, y en Chile no hay reelección presidencial. ¿Qué proyecto político tiene en la cabeza? ¿Quiere transformar el centro-derecha chileno?
R. Mire, el origen de los conceptos de izquierda y derecha se ha diluido en el tiempo. Nace con la Revolución Francesa: a la izquierda se sentaron los que le querían cortar la cabeza al rey y a la derecha, los que querían restaurar al rey en el trono. Nosotros no queremos cortarle la cabeza a nadie ni restaurar a ningún rey. ¿Qué queremos? Que el centro-derecha sea fiel a sus convicciones profundas: un compromiso con los tres pilares básicos: primero, un sistema político estable con una democracia de verdad, con Estado de derecho, alternancia en el poder, respeto a los derechos humanos, libertad de expresión. Segundo, una economía de mercado, libre, abierta, competitiva, integrada en el mundo; y tercero, un sistema social en el que el Estado asegure a todos un mínimo consistente con la dignidad humana, y por tanto, que sea el más poderoso aliado en la lucha contra la pobreza y las desigualdades.
P. ¿Y algo más?
R. Sí, con eso no basta. Porque en esta sociedad del conocimiento hay que construir cuatro pilares adicionales: una revolución en la calidad del recurso humano, en educación y capacitación; una revolución en inversiones en ciencia y tecnología; una nueva cultura de la innovación y el emprendimiento, y una sociedad flexible para que se pueda adecuar al cambio, que es lo único constante en los tiempos modernos.
P. Para esta derecha, que usted quiere modernizadora, ¿sirve el mapa político que tienen? ¿O podría cambiar?
(Pasan cuatro segundos. Muchísimo tiempo para Piñera, que ganó (51,61%) las elecciones de 2009 al frente de una Alianza por Chile en la que abanderó a la derecha; que votó no en el plebiscito continuista de Pinochet de 1988 y cuyo padre fue fundador del partido democristiano. Después de la pausa, una contestación medida).
R. El centro-derecha en Chile estuvo 20 años en la oposición. Muchos creyeron que nos íbamos a morir allí, pero nunca perdimos la fe en nuestras convicciones: un concepto integral de la libertad en lo político -la democracia-, en lo económico -la economía social de mercado- y en lo social -la igualdad de oportunidades-. Y hemos demostrado que el mito de que Chile era un país culturalmente de centro-izquierda no era verdad. Hoy tenemos un apoyo que se acerca a dos tercios de los chilenos. Estamos construyendo una nueva derecha en nuestro país, muy alejada de los totalitarismos y de los atropellos a los derechos humanos, y muy comprometida con la libertad y con el futuro.
(Llegamos al aeropuerto. Para otro momento la pregunta de si Piñera hará alguna vez una oferta a la DC chilena para integrarse en esa nueva derecha, una oferta que no pueda rechazar la única formación democristiana del mundo que lleva 20 años -los de la reconstrucción democrática- pactando la Concertación con la izquierda y que, en su recién estrenada oposición, está aparentemente desconcertada).
P. Antes de acabar, las políticas nuevas piden liderazgos nuevos. Y los líderes -en Europa, en América- no pasan por sus mejores momentos. Usted acaba de estar con un líder emprendedor, Steve Jobs, el fundador de Apple.
R. Siempre hay que renovar políticas y liderazgos; el que no lo hace se queda atrás y queda sobrepasado por un mundo en constante avance. Yo admiro mucho a Steve; su historia es inspiradora y ha revolucionado muchas industrias: la de la computación, claro, pero también la de la educación, la de las comunicaciones, la de la gráfica, ahora la de la prensa... Hace algunas semanas me invitó a desayunar en su casa de Palo Alto (California) y conversamos durante un largo rato en la cocina. Él ha estado muy cerca de la muerte, con cáncer y un trasplante de hígado. Y sentí que esa cercanía también lo aproximó más a la sabiduría. Me impresionó mucho su visión, su concepción del mundo.
P. ¿Y en la política global?
R. Hay líderes que yo admiro. Aprecio la capacidad de un David Cameron de haber renovado el partido conservador, que era una cosa antigua, tradicional, y hacer algo nuevo, fresco... Por eso ganó las elecciones. Admiro el coraje de un Nicolas Sarkozy, capaz de desafiar tantos mitos de la cultura francesa, aunque hoy está pasando momentos difíciles. Admiro la tenacidad y el temple de Angela Merkel...
P. ¿Y Mariano Rajoy y la oposición en España?
R. Tengo mucho contacto con los líderes del PP: con Mariano Rajoy, con José María Aznar, con Esperanza Aguirre, con el alcalde Ruiz-Gallardón... Me reúno con ellos cada vez que estoy en España y ellos vienen con mucha frecuencia a Chile. Pienso que el PP se tiene que preparar porque va a tener la enorme tarea de producir un verdadero renacimiento en España y poner el país nuevamente a la vanguardia del crecimiento y del desarrollo, posición que, lamentablemente, España ha perdido.
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