EE UU revive las heridas del 11-S
Emocionada mención a las 2.983 víctimas de los atentados en la Zona Cero de Nueva York - Bush es recibido en el podio con un gran aplauso
Era inevitable que diez años después todos los ojos estuvieran de nuevo en Nueva York. Para revivir la tragedia de forma serena, en eso consisten los aniversarios por los muertos. En llorar y rememorar. Las huellas aún visibles del calvario vivido en un día concreto y durante una década en los rostros de los supervivientes y los familiares de las víctimas -las heridas del terreno no se sepultarán hasta 2016, cuando la devastación física del World Trade Center quede superada a base de grúas, camiones de obras y cemento, y se de el adiós definitivo a la Zona Cero-.
A las 8.46, la hora en que el primer avión impactó contra la torre norte, se guardó el primer minuto de silencio anunciado por tres toques de campana.
Nueva York estaba blindada por la amenaza de un atentado
Momentos después entraba en escena, con el gesto serio y el andar decidido, el presidente Barack Obama para leer un pasaje bíblico en un alto de la letanía que se recitaba con los nombre de las 2.983 personas que murieron en total en Nueva York, Washington y Pensilvania (y los seis fallecidos por el atentado con camión bomba en el World Trade Center en 1993).
No era el día para discursos partidistas. Ninguno de los políticos -en activo o retirados- que participaron en los actos de conmemoración del 11-S los hizo. Obama invocó a Dios al leer el Salmo 46. "Es el consuelo y la fortaleza. Dios es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones", comenzó el mandatario, protegido tras un cristal acorazado y frente a los robles blancos que han sido plantados en la zona. "Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida. Y se traspasen los montes al corazón del mar. Aunque bramen y se turben sus aguas, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar". El salmo 46, escrito dos milenios atrás -y que se convirtió en trending topic de Twitter en minutos-, parecía ajustarse al momento actual a la perfección. Incluso conllevaba un mensaje que ya adelantó George W. Bush cuando le declaró la guerra al enemigo: "El Señor está con nosotros", finalizó Obama.
Con la lectura de los nombres de las víctimas resonando en la Zona Cero y con la inauguración del Memorial se conjuraron los fantasmas de que el lugar se convirtiera en un cementerio en el corazón económico de Manhattan, a dos calles de Wall Street, y con la estatua de la Libertad a golpe de vista desde la cercana orilla del río Hudson.
El cielo con el que amaneció ayer la ciudad no era el cristalino que lucía aquel trágico martes de hace diez años. Aunque entonces, un hermoso día se convirtió en el más terrorífico de la historia de Estados Unidos. El alcalde de la ciudad, Michael Bloomberg, dijo: "Una perfecta mañana de cielo azul despejado se convirtió en la más oscura de las noches. Nunca podremos dejar de ver lo que aquí sucedió", finalizó.
Solo unas pocas nubes robaban protagonismo al sol, la única nota que las fuerzas de seguridad de la ciudad no pudieron controlar. Desde la madrugada del domingo, la zona quedó blindada. Salir o entrar era imposible si no se disponía de un pase de prensa o un brazalete que identificara como cliente de alguno de los hoteles cercanos. Si Nueva York ya preveía ampliar su presencia policial en las calles ante el aniversario, el anuncio el pasado jueves de una amenaza de atentado "creíble y específica" elevó la alarma.
Ayer el Bajo Manhattan estaba preparado para recibir no solo a uno sino a dos presidentes cruciales en la historia norteamericana y el desarrollo de dos guerras en el extranjero. Barack Obama viajó desde Washington hasta el aeropuerto Kennedy y desde allí voló en el Marine One hasta el helipuerto de Wall Street -luego visitaría Shanksville (Pensilvania) y el Pentágono en Washington-. Junto a su esposa Michelle, se unió a Bush y su mujer Laura, para dar inicio a la ceremonia en el Reflecting Absence (Ausencia Reflejada), el nombre que se ha dado a los dos estanques que se han erigido sobre las huellas que dejaron las dos torres al derrumbarse. Ellos vestían de azul oscuro; ellas de riguroso negro.
La lectura de los nombres de los fallecidos prosiguió a lo largo de la mañana y solo fue interrumpida por otros cinco minutos de silencio, además del de las 8.46. A las 9.03; 9.36; 9.59; 10.03 y 10.28. Un minuto por cada uno de los cuatro impactos de cada avión y otros dos por el colapso de cada una de las torres.
George W. Bush contuvo difícilmente las lágrimas. Su esposa las dejó caer por sus mejillas. Cuando el expresidente accedió al podio para pronunciar sus palabras fue recibido entre un gran aplauso que solo fue frenado por la gravedad del momento. Bush eligió al presidente Lincoln para su breve discurso y leyó una carta que el unificador del país envió a Lydia Bixby, quien perdió a cinco hijos en la guerra civil norteamericana. El mensaje de la misiva era el mismo que está vigente hoy: los sacrificados por la patria están en "el altar de la libertad".
Sobre el borde de uno de los estanques, vestida de rosa y con un gran lazo en la cabeza, intentaba abrazar el nombre de su padre una niña de once años. Impasible. Solo yacía sobre el frío mármol y era objetivo de los fotógrafos. Al lado, lloraba su madre.
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