China apuesta por dominar una Corea unificada
Pekín colabora en la caída del régimen estalinista del Norte a cambio de ganar posiciones ante el Gobierno del Sur para consolidar su predominio estratégico y desplazar a Estados Unidos de la región
La escalada de la tensión que lleva a cabo desde 2006 el moribundo régimen de Corea del Norte con sus pruebas nucleares y lanzamiento de misiles -el último episodio en desatar la alarma mundial fue el ataque a una isla del Sur la semana pasada-, parece tener un claro ganador: China. El escenario del conflicto que describen los documentos hasta ahora secretos de la diplomacia norteamericana sugiere el creciente predominio regional de Pekín, que apuesta por hacerse con el control de una península coreana desnuclearizada y unificada bajo el mando de Seúl y la disminución del papel de EE UU y Japón.
La superpotencia china parece jugar con muchas cartas en este nuevo gran juego. Si por una parte insufla vida económica artificial a la tiranía de Kim Jong-il, la única dinastía comunista del mundo, que prevé perpetuarse en su hijo menor y heredero, Kim Jong-un, de 27 años, por otra marca distancias con un régimen que solo le aleja de una boyante perspectiva de negocios con Estados Unidos, Corea del Sur y Japón. Y al tiempo que estrecha su colaboración con EE UU para frenar la carrera nuclear de Pyongyang, deja todo el protagonismo en la solución del problema a los norteamericanos que cargan con la mochila de Corea del Sur. El tercer movimiento consiste en multiplicar los lazos comerciales y culturales con Seúl. China desbancó en 2004 a EE UU como primer socio comercial y cuatro años después duplicaba su volumen de intercambio.
Kim Jong-il comentó a la presidenta del grupo Hyundai que "no confiaba" en los chinos
Pekín teme que material nuclear del Norte pueda caer en manos de los separatistas uigures
Los cables subrayan las dificultades para que el heredero del régimen se asiente en el poder
Pekín avisó a Pyongyang a principios de año que no habría más rebajas en la factura de petróleo
El viceministro de Exteriores surcoreano, Chun Yung-woo, explicó la estrategia china a la embajadora de EE UU en Seúl, Kathleen Stepehnes, en una reunión celebrada el pasado febrero. Chun aseguró que Pekín se sentiría cómodo con una Corea unificada controlada por Seúl, anclada a Estados Unidos en una "benigna alianza" y siempre que esa nueva Corea no fuese hostil a China. Las extraordinarias oportunidades de comercio para las compañías chinas, añadió, ayudarían a eliminar las inquietudes de Pekín para convivir con la nueva Corea.
Otra reunión entre un alto funcionario del Ministerio de Exteriores chino, Wu Jianghao, y diplomáticos norteamericanos en Pekín ilustra bien el nuevo panorama. Wu confirma a sus interlocutores que Corea del Norte ha empezado a enriquecer uranio para fabricar bombas atómicas -tres meses antes de que Pyongyang informara de ello al Consejo de Seguridad de la ONU y más de un año antes de que un científico de EE UU viese las centrifugadoras funcionando a pleno rendimiento- e insiste en que "solo un país puede obtener resultados con los norcoreanos y ese es EE UU".
Wu asegura que las presiones chinas sobre Pyongyang no tienen efecto y que "comparte" el interés de los norteamericanos por una península coreana libre de armas nucleares. El diplomático chino recuerda que Punggye, el lugar en el que Corea del Norte realiza sus pruebas atómicas, está cerca de la frontera china y que cualquier accidente tendría graves consecuencias para su país. Añade que la única diferencia entre Pekín y Washington ante este problema es que "EE UU tiene la llave mientras que China solo puede poner un poco de aceite en la cerradura".
Más adelante el alto funcionario chino comenta a propósito del Grupo de los Seis (las dos Coreas, Japón, China, EE UU y Rusia) que negocian la desnuclearización de Pyongyang y cuyas conversaciones están estancadas desde abril de 2009, que "los surcoreanos están llenos de ideas pero todas las hemos oído antes", y que la actitud de Japón le recuerda a la de alguien que es demasiado débil para hacer que algo funcione pero suficientemente fuerte para destruirlo.
Los correos diplomáticos de EE UU sacan a la luz también cómo la China moderna se aleja irreversiblemente de la vieja Corea del Norte. La brecha se ha puesto de manifiesto en recientes desencuentros y la desconfianza ha crecido entre Pekín y Pyongyang.
El viceministro de Exteriores chino, He Yafei, en una reunión con diplomáticos norteamericanos celebrada en Pekín en septiembre del año pasado, afirmó: "Puede que no nos gusten pero los norcoreanos son nuestros vecinos". Pero es el propio líder norcoreano quien llega a expresar sus reservas hacia Pekín en un encuentro mantenido ese verano con Hyun Jeong-eun, presidenta del grupo empresarial surcoreano Hyundai. Hyun informa a los americanos de que en esa cita Kim Jong-il habló poco de China salvo para decir que "no confiaba" en el gigante asiático.
Un diplomático chino destinado en un país de Asia Central comenta a su colega norteamericano durante una cena que "son los militares quienes verdaderamente gobiernan" en Pyongyang y que los objetivos de su país en Corea del Norte son honrar sus compromisos sobre no proliferación nuclear, mantener la estabilidad y evitar que Kim Jong-il se "vuelva loco".
El embajador chino en Seúl, Cheng Yonghua, lamenta por su parte que Corea del Norte no haya seguido el camino de las reformas chinas. Cheng comenta a los norteamericanos que Corea del Norte es como China antes de la Revolución Cultural y que en su primera reunión con altos funcionarios del Norte tuvo que retrasar su reloj personal 30 años para conectar con ellos. El embajador subraya que es una desgracia que Corea del Norte no tenga un Den Xiaoping.
Las crecientes diferencias entre los dos países han puesto en marcha un debate en el liderazgo chino sobre la actitud a tomar hacia Pyongyang, según corroboran tanto diplomáticos chinos como surcoreanos en los papeles de la diplomacia norteamericana.
El consejero político de la Embajada china en Seúl, Chen Hai, confirma en una cena con la embajadora de EE UU en Seúl celebrada el pasado diciembre que existen diferencias generacionales entre los especialistas en Corea del Norte del Ministerio de Exteriores.
En concreto, hay tres grupos de expertos según donde se hayan educado. El primero lo forman casi todos los veteranos, que pasaron entre ocho y diez años estudiando y trabajando en Corea del Norte. El segundo, los funcionarios de nivel medio y más jóvenes, que se licenciaron en estudios coreanos en China, y un creciente tercer grupo que adquirió sus conocimientos en Corea en el Sur. Chen resume diciendo que incluso la generación más vieja ve a la China moderna más parecida a Corea del Sur que al Norte.
El viceministro de Exteriores surcoreano, Chun Yung-woo, pone nombre y apellidos a esa brecha generacional. Atribuye a "la tremenda presión que debe haber ejercido" Corea del Norte el hecho de que Wu Dawei, a quien califica como el "más incompetente funcionario" de China, haya retenido su puesto al frente de la delegación de Pekín en el Grupo de los Seis. Chun asegura que Wu es un tipo arrogante, un antiguo guardia rojo que "no sabe nada sobre Corea del Norte, nada sobre no proliferación y con quien es difícil comunicarse porque no sabe una palabra de inglés". Un personaje que no tiene nada que ver, según él, con otros altos cargos del Ministerio de Exteriores y del Partido Comunista Chino que están preparados para "encarar la nueva realidad" de que Corea del Norte actualmente tiene poco valor para China como Estado tapón y que aceptan que la península coreana se unifique el día de mañana bajo el control del Sur.
La mayoría de los diplomáticos, analistas, desertores del Norte o líderes de opinión que desfilan por la Embajada norteamericana en Seúl apuntan otros riesgos para Pekín de la política de Kim Jong-il. Entre ellos, la posibilidad de que su aventura nuclear desencadene una carrera de armamentos en la región, que material atómico caiga en manos de los rebeldes uigures (musulmanes chinos separatistas) o que la inestabilidad y la ruina económica generen una invasión de refugiados.
En paralelo con las discrepancias entre China y Corea del Norte, se ha reforzado la cooperación entre Seúl y Pekín. Las visitas diplomáticas se han multiplicado -los presidentes Lee Myung-bak y Hu Jintao se reunieron en tres ocasiones en 2008, algo sin precedentes-, así como los intercambios comerciales y culturales. Ambos países ultiman un acuerdo de libre comercio y hace dos años sus militares establecieron una línea caliente, si bien no han llegado a realizar por ahora maniobras conjuntas.
Por el contrario, y pese a que China siga por ahora manteniendo económicamente al Norte, Pekín advirtió a comienzos de este año a Pyongyang de que no habría más descuentos en la factura del petróleo.
Los funcionarios chinos insisten una y otra vez en que China y EE UU son "pasajeros en el mismo barco", pero las presiones sobre Washington son mucho mayores. Tokio y Seúl urgen a los norteamericanos a adoptar una política más dura hacia Corea del Norte. La correspondencia diplomática da cuenta de cómo Corea del Sur, pese a la vigencia de una alianza que dura más de medio siglo y la presencia de 28.500 soldados estadounidenses en su suelo, exige constantes garantías de que Estados Unidos no le va a dejar fuera de juego. Por otra parte, los dos países no han logrado aún firmar un acuerdo de libre comercio y Washington parece bastante solo en la región en sus iniciativas para frenar la proliferación nuclear de Pyongyang.
Todos estos movimientos diplomáticos se producen cuando en Corea del Norte ya se ha puesto en marcha la sucesión del régimen y existe una gran incertidumbre tanto sobre la deteriorada salud de Kim Jong-il, de 68 años, como sobre la capacidad para reinar de su hijo y heredero.
En el primer caso, los cables diplomáticos atestiguan que al Querido Líder aún le quedan fuerzas. El 8 de julio de 2009, por ejemplo, tan solo un año después de sufrir un derrame cerebral, aguantó más de tres horas de celebraciones por los 15 años de la muerte de su padre, Kim Il-sung.
Ese verano la presidenta de Hyundai se reunió con Kim Jong-il y lo encontró "al control de todo", carismático y con buena memoria. Cuenta que pese a que los médicos le aconsejaron a Kim hace cuatro años que dejara de fumar, de beber y de comer carne, nada más acabar la reunión con ella se encendió un cigarrillo. Antes de la cena bebió champán, acompañó la comida con cócteles de whisky y luego fumó un cigarrillo tras otro.
Las posibilidades de su hijo de asentarse en el poder y el futuro de Corea del Norte tras la muerte de Kim es un terreno fértil para la especulación. Los papeles secretos de la diplomacia norteamericana recogen cierta unanimidad en que Kim Jong-un no dispondrá de tanto tiempo como su padre para ganarse el apoyo de las élites del régimen; que su tío, Jung Sung-taek, que gobernó durante la convalecencia de Kim, puede ser su gran rival, y que de producirse un vacío de poder podría desencadenar una cruenta lucha entre facciones militares.
No obstante, y pese al caos económico y las recientes deserciones de oficiales del Ejército, los diplomáticos chinos advierten a sus colegas norteamericanos que no asuman que el régimen norcoreano se vendrá abajo inmediatamente tras la muerte de Kim Jong-il.
En la misma línea, el consejero del presidente Lee en Asuntos Exteriores, Kim Sung-Hwan, considera que el régimen podría continuar tras la desaparición del dictador si las élites fueran capaces de organizar algún tipo de liderazgo colectivo. Los comentarios de varios desertores refugiados en el Sur y de dos embajadores europeos acreditados en Pyongyang prevén que el régimen cerrará filas igual que ocurrió en 1994 cuando murió Kim Il-sung, padre del actual líder. Por supuesto, descartan por dos buenas razones un levantamiento de un pueblo sepultado en la miseria totalitaria: miedo y hambre.
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