Bush y Obama aceleran la transición
El presidente recibe con urgencia a su sucesor en la Casa Blanca durante dos horas - El líder demócrata pretende anular por decreto algunas de las leyes más polémicas
El matrimonio Bush mostró ayer al matrimonio Obama la residencia que va a ser su casa durante los próximos cuatro años y el presidente en ejercicio discutió con el presidente electo la forma de trabajar juntos para hacer frente a la crisis económica y otros graves e impostergables problemas durante esta larga transición.
Los Obama fueron recibidos por los Bush poco antes de las dos de la tarde (las ocho, hora peninsular española) en la entrada principal de la Casa Blanca. Fue otro de esos momentos históricos que Estados Unidos vive y le quedan por vivir desde que Barack Obama fue elegido, el martes pasado, como el primer presidente negro.
El encuentro de Bush y Obama, en tan solemne lugar y con tan trascendente motivo, resultó una perfecta representación de la cara y la cruz de este país, el yin y el yang, el brusco ranchero de Tejas y el fino intelectual de Harvard, el más denostado político contemporáneo y el último gran ídolo de las masas, el conservadurismo implacable que cae y el tierno liberalismo que se acerca.
La Administración republicana quiere que el traspaso de poderes sea fluido
El equipo del nuevo presidente acudió a la cita con "espíritu bipartidista"
La investigación con células madre podría reactivarse a partir de enero
Los asesores de Obama estudian el cierre de la prisión de Guantánamo
Ambos extremos parecían, sin embargo, convivir con naturalidad cuando se encontraron ayer investidos de sus respectivas túnicas institucionales. El presidente, cumpliendo prontamente con su obligación constitucional y la tradición democrática, saludaba amablemente a su sucesor para certificar su deseo de colaboración. El presidente electo, olvidando por un rato los duros ataques de la campaña, respondía al afecto con su mejor sonrisa. Después, todo se hizo con gran discreción, fuera de las cámaras.
Se trató por todos los medios de evitar el conflicto. Incluso se suprimieron las declaraciones ante la prensa. Por mucho esfuerzo de contención que los dos hicieran ayer, las diferencias entre ellos en asuntos fundamentales son evidentes, y no es éste el momento de hacerlas públicas. La portavoz de la Casa Blanca se limitó a decir que "todo el interés del presidente está concentrado en hacer esta transición más fluida". Un portavoz de Obama remitió a la declaración del presidente electo del viernes en la que aseguró que acudía a su cita con Bush "con espíritu bipartidista".
"Queremos que en esta ocasión las imágenes hablen por sí solas", dijeron representantes de los dos interlocutores. La imagen tenía, ciertamente, mucha fuerza: los dos rivales reconciliados, los dos hombres solos, intercambiando la charla con algún saludo a los fotógrafos mientras recorrían, a paso vivo, el porche que bordea el Rose Garden hasta el Despacho Oval. Era la primera vez que Obama entraba en la oficina más secreta del mundo, aunque había estado ya antes en la Casa Blanca en 2004, tras su debut como senador, y otra vez el mes pasado, con motivo de una reunión sobre el terremoto financiero. Ayer volvió como presidente electo y el 20 de enero, hacia el mediodía, llegará para quedarse. Impresionante trayectoria para alguien que vio por primera vez esa mansión en los años ochenta en una protesta callejera durante su tiempo como trabajador social.
Tan impresionante es el simbolismo de esta visita, de casi dos horas de duración, como el tamaño de los desafíos que el nuevo presidente hereda. Los portavoces oficiales no quisieron precisar el contenido de la entrevista de los dos personajes, que permanecieron a solas la mayor parte del tiempo. Únicamente admitieron que se habían repasado los principales asuntos de actualidad con el ánimo de atajar cuanto antes algunos problemas y facilitar los primeros días del próximo presidente.
Entre esos asuntos está la posibilidad de llevar al Congreso un nuevo conjunto de medidas de estímulo económico, así como la aprobación de un plan de rescate para la industria del automóvil, severamente dañada por la crisis financiera. Los conflictos de Irak y Afganistán y el estado de la guerra global contra el terrorismo también ocuparon espacio en las conversaciones. Según admitieron las dos partes, podría no ser la última vez que Bush y Obama se vean antes del relevo en el poder.
Con mucha más frecuencia se reunirán los equipos encargados por ambos para ajustar los detalles de la transición y discutir las primeras medidas que Obama tomará al hacerse cargo de la presidencia. El nuevo inquilino de la Casa Blanca tiene en su mano un instrumento legal, las órdenes ejecutivas o decretos presidenciales, para adoptar decisiones urgentes sin esperar al Congreso. Uno de los miembros del equipo de transición, John Podesta, ha admitido que Obama podría utilizar esa vía para anular algunas de las órdenes más controvertidas firmadas por Bush, como la congelación de los fondos para la investigación con células madres embrionarias o la autorización para prospecciones petroleras en las costas estadounidenses.
Otras medidas relacionadas con el cierre de la prisión de Guantánamo o la autorización para la actuación de la CIA en el exterior están siendo discutidas por los asesores de Obama, pero no se espera ningún anuncio, al menos, hasta que el presidente electo haya comenzado a conversar con los miembros de su Gabinete. Sobre la composición de éste, según anunció ayer oficialmente el equipo de Obama, no habrá novedades a lo largo de esta semana.
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