Ataque palestino al corazón de Jerusalén
Un obrero a los mandos de una excavadora mata a tres personas y hiere a más de 40
No empleó armas de fuego, no explotó un cinturón de explosivos, ni siquiera esgrimió un cuchillo. Hosam Taysir Duayat, obrero palestino de 30 años, se hizo al mediodía de ayer con los mandos de una excavadora, arrasó media docena de vehículos y volcó un autobús repleto de pasajeros en un recorrido devastador de 500 metros en la céntrica calle Yaffa de Jerusalén. Mató a tres mujeres israelíes e hirió a cuarenta antes de que un soldado de paisano y un policía se alzaran sobre la máquina, lograran detenerla, y le dispararan a bocajarro cuatro tiros. Segundos después lo remataron. En la Ciudad Santa, donde se impuso el estado de emergencia, se vivieron escenas de pánico, carreras desenfrenadas, y el masivo despliegue policial que acompaña a un ataque de esta naturaleza.
Un agente de una empresa privada de seguridad sonreía después de haber disparado contra Duayat y mostraba satisfecho su pistola a la televisión. Segundos después, el obrero palestino ponía de nuevo la excavadora en marcha y arrollaba a un peatón. Fue entonces cuando el soldado y el policía se subieron al bulldozer y acribillaron al agresor, vecino de Zur Baher, un pueblo al sur de Jerusalén. No se trató de un atentado suicida como los que aterrorizaron a los israelíes a mediados de la década de los noventa y en los primeros años de este siglo, en plena Intifada. Pero Duayat tenía que saber que no saldría vivo.
Es el primer atentado terrorista desde que el 6 de marzo otro joven palestino asesinara a disparos a ocho estudiantes de una yeshiva (escuela talmúdica) a escasos cientos de metros de donde ayer quedó finalmente varada la excavadora, junto a las obras del tranvía que enlazara la mitad judía de la ciudad con las colonias en la zona ocupada. Poco más adelante, se ubica el mercado Mahane Yehuda, abarrotado al mediodía. "Para nuestra desgracia, los atacantes no cesan de inventar nuevas maneras de golpear en el corazón del pueblo judío, aquí en Jerusalén", declaró el alcalde de la Ciudad Santa, Uri Lupoliansky.
"Parece que es un ataque espontáneo", declaró el comisionado de la policía Dudi Cohen. Hamás y Yihad Islámica se desvincularon de la autoría del atentado. "El enemigo debe esperar más ataques como estos si mantiene la ocupación y las agresiones contra nuestro pueblo y nuestra tierra", afirmaron los islamistas en sendos comunicados.
El ataque provocó reacciones airadas de la clase política israelí. El primer ministro, Ehud Olmert, ordenó al ministro de Justicia estudiar la posibilidad de anular todos los derechos sociales a los parientes del agresor y la demolición de la vivienda familiar, un castigo muy frecuente en los últimos años, que cosecha ácidas críticas de los organismos internacionales de derechos humanos. Pocas horas después, el Parlamento aprobaba por mayoría holgada, en primera lectura, dos propuestas que permitirían al Gobierno revocar la ciudadanía de los palestinos implicados en ataques terroristas y también a sus familias. Algunos diputados de la extrema derecha abogaban por desterrarlos a Gaza. En el plano político, y pese a las exigencias de la derecha de abandonar las negociaciones con la Autoridad Nacional Palestina, nada hace prever que Olmert suspenda unas conversaciones en las que Jerusalén Este es precisamente el asunto que genera los más encendidos debates.
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