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Columna
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Agitación antibrasileña

El presidente brasileño Lula ha convocado a América Latina y el Caribe -Iberoamérica, más un salpicón de Estadillos insulares casi todos anglófonos- a una cumbre en Salvador de Bahía el lunes y martes próximos, para hablar de una coordinación entre los movimientos de integración en curso y en grave orden disperso de toda la América no anglosajona. Pero ese envite a la dirección del mundo latinoamericano coincide con un brote de insurrección del bloque chavista contra el liderazgo brasileño.

En realidad, se trata de una multicumbre porque lo que hay es una reunión de Mercosur, el siempre incipiente mercado común del sur de América del Sur, encabezado por Brasil y Argentina, al amparo de la cual Lula trata de organizar un combo de encuentros. De un lado, los 12 países suramericanos de Unasur -bloque también creado por Brasil en mayo- todos ellos latinos menos Surinam; y de otro, el resto de la americanidad. Y la reunión dentro de la reunión verdaderamente decisiva es la de Unasur, porque en su seno amaga el conato de rebelión contra Brasil, que protagonizan Ecuador, Bolivia, Paraguay y el que se estila como veedor de todos ellos, Venezuela, unida a una fuerte radicalización interior de sus Gobiernos respectivos.

La cumbre de Unasur coincide con la insurrección del bloque chavista contra el liderazgo brasileño

El adelantado de la protesta es el presidente ecuatoriano, Rafael Correa. El 23 de noviembre pasado anunciaba la revisión del pago de parte de la deuda externa, 3.860 millones de dólares -de un total de 10.600 millones- en manos del Banco de Desarrollo Económico y Social brasileño, aunque pendiente de una auditoría internacional sobre la legitimidad de esas cifras; y, ya antes, en octubre, había calificado Unasur de "error estratégico" y organización "inoperante", operación con la que servía a los fines del líder venezolano Hugo Chávez, a quien incomoda el crecimiento político de Lula. Ante ello, el brasileño respondía llamando a consultas a su embajador en Quito. La situación es delicada para Correa porque afrontará en febrero las primeras elecciones legislativas bajo la nueva Constitución, de su especial hechura, que fue aprobada en referéndum en septiembre con un 64% de sufragios; paralelamente, el país ha sufrido la caída en un 13% de las remesas de emigrantes de España y Estados Unidos, y el crudo ecuatoriano se desplomaba a 34 dólares barril, desde más de 100 antes del verano, con lo que el resultado del referéndum parece difícilmente repetible.

El presidente Fernando Lugo, de Paraguay, país que vende a Brasil la energía eléctrica que no consume de la gigantesca presa conjunta de Itaipú -el 95% de la producción- a precios de saldo, ha mostrado igualmente su deseo de revisar números, y el pasado viernes anunció su segunda remoción de la cúpula militar, relevando a los que había nombrado cuando asumió el 15 de agosto: 33 generales y almirantes y 44 coroneles y capitanes de navío, entre ellos el comandante en jefe de las FF AA, Bernardino Soto, que fue confirmado a la inauguración. En Bolivia, también interesada en aumentar las tarifas del gas que vende a Brasil, las razones del dérapage son internas o incluso se ven favorecidas por la existencia de Unasur. Un informe de la organización, conocido el miércoles 3, culpa a los autonomistas de "masacre planificada" en la muerte de 20 campesinos partidarios del presidente indígena, Evo Morales, en enfrentamientos en la provincia de Pando; y, tras el acuerdo del partido gubernamental MAS con la principal fuerza de la oposición Podemos, para celebrar el 25 de enero un referéndum que valide una Constitución que crea -como la ecuatoriana- un poder central fortísimo, ha comenzado a detener líderes cívicos de los cuatro departamentos orientales, que reclaman un extenso autogobierno; todo ello no puede sino llevar a una mayor agitación en el país.

Y Chávez, por último, se suma a la procesión, aunque sin reclamar a Quito los 400 millones de dólares en bonos de su deuda, porque lo que le inquieta es que el líder brasileño le dispute el escenario global, mientras vuelve a la carga con su proyecto de reelección indefinida que quiere hacer aprobar en referéndum, también en febrero.

La policumbre de Bahía viene cargada. La elección de secretario general de Unasur, y lo que se decida sobre la formación del Consejo Suramericano de Defensa, el gran proyecto de Lula como organismo militar independiente de Estados Unidos, habrían de ser factores decisivos para consolidar la organización, pero la sedicente actitud de la izquierda radical latinoamericana promete una pugna larga y agitada por el alma de una nueva América Latina.

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