Un caso de fraude fiscal salpica a Máxima y Guillermo de Holanda
Los príncipes pagaron una casa a un agente inmobiliario que tenía una cuenta en un paraíso fiscal
La afición por las vacaciones exóticas de los príncipes herederos de Holanda, Guillermo y Máxima, provocó en 2010 un incidente político en toda regla desvelado ahora. La pareja mandó construir una villa en Machangulo, una playa del sur de Mozambique bañada por el Índico. El proyecto resultó polémico desde el principio. Estaba demasiado lejos, originaba grandes gastos de seguridad y surgía en plena crisis financiera. Todo eso sin olvidar el escenario: uno de los países más pobres de África.
Al final, los príncipes abandonaron sus planes y colgaron el cartel de venta. Sin embargo, según el rotativo De Volkskrant, Guillermo y Máxima pagaron antes una parte de la casa a un agente inmobiliario. Este tenía una cuenta corriente en la isla de Jersey, paraíso fiscal del Canal de la Mancha. La suma no se ha hecho pública, pero el Servicio de Información del Gobierno holandés (que incluye la Casa Real) ha debido aclarar que los príncipes "no se lucraron y pagaron los impuestos correspondientes".
Dado que Jersey basa su economía en la exención de impuestos, la transacción acabó enfrentando al antiguo primer ministro, el democristiano Jan Peter Balkenende, con el Congreso. Encargado de gestionar los asuntos regios, el mandatario solo alertó de los pagos de Mozambique a la Comisión Secreta del Congreso, reservada para la información confidencial del Estado. Sin buscarlo, con ello dio la errónea sensación de que los príncipes de Orange habían abonado toda la casa a través de paraísos fiscales.
El Parlamento cuestionó "la moral de los Orange a la hora de manejar su dinero", y las críticas arreciaron. Para evitar nuevos roces, el actual primer ministro liberal, Mark Rutte, salió ayer al paso de las revelaciones. "Es lamentable que se haya publicado una información secreta", dijo, sin añadir detalles sobre la situación actual de la villa mozambiqueña, aún sin vender.
No es la primera vez que los Orange son criticados por el manejo de sus finanzas. En 2009, la princesa Cristina, hermana menor de la reina Beatriz, puso la herencia de sus padres en la isla de Guernsey, otro paraíso fiscal dependiente de la corona inglesa en el Canal de la Mancha. El dinero era gestionado por un fondo radicado en el palacio real de Noordeinde, en La Haya. Como ahora, hubo rechazo por lo desafortunado del apartado postal. Sobre todo porque la casa real holandesa figura siempre entre las familias más ricas del país. Y porque el gusto por las propiedades caras y remotas -los herederos tienen también un rancho en Argentina, tierra natal de Máxima- es lo único que parece restarles popularidad en su ruta hacia el trono.
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