La increíble historia de Geor y Gia
Dos jugadores brasileños de voley playa narran cómo se convirtieron en georgianos y se rebautizaron antes de competir en Pekín
¿Georgia, dónde demonios queda eso? Ésta es la pregunta que se hicieron los brasileños Renato Gomes y Jorge Terceiro cuando hace cinco años un directivo de esta ex república soviética les invitó a incorporarse a la selección georgiana de voley playa. Enseguida supieron que se trataba de un "país frío", pero la oferta era una oportunidad para ir a unos Juegos Olímpicos y, además, comer mejor. Por supuesto, ni hablaban georgiano ni mucho menos podían imaginar entonces que su país de adopción entraría en guerra con Rusia en plenos Juegos. Su entusiasmo era tanto, que para agradecer la oportunidad que les brindaba su nueva patria adoptaron formalmente los nombres de Renato Geor y Jorge Gia.
Ahora Geor y Gia están contentos por competir en Pekín, pero sus sensaciones son contradictorias a causa de la guerra. Cuando empezaron los bombardeos, los dos fueron informados de que deberían dejar Pekín junto con los demás georgianos. La tensión vivida les acercó a sus nuevos compatriotas. "Había directivos y atletas preocupados, pues tenían parientes cerca del conflicto. Durante dos horas nos dijeron que nos íbamos, pero la Primera Dama [que se encontraba en China] llamó al presidente Saakashvili y él ordenó que nos quedáramos y lucháramos por medallas", cuenta Jorge Gia, de 32 años, a ELPAÍS.com desde Pekín, mientras espera el próximo partido. En el primer desafío, perdieron justamente ante los brasileños Ricardo y Emanuel, los vigentes campeones olímpicos. Como ganaron el partido siguiente, todavía pueden seguir en los Juegos. Una medalla es un sueño, pero están contentos.
Nacidos y criados en el Estado de Paraíba, uno de los más pobres y bellos de Brasil, Geor y Gia no lograban competir por su país de origen. Pese a que tienen nivel para participar en el circuito mundial, hay un límite de parejas por nacionalidad. Renato Geor, de 27 años, estaba a punto de abandonar el deporte y ya trabajaba en pequeñas obras como cerrajero. No ganaba suficiente para pagar las facturas y hasta "le daba vergüenza seguir comiendo en casa". "Agradezco a Dios todos los días esa oportunidad de Georgia. Ahora ayudo en casa, tengo respeto y reconocimiento".
Renato Geor se ha hecho conocido en Georgia por cantar en un reportaje local un fragmento del himno local, el Tavisupleba (Libertad, en español), adoptado en 2004. "Son solo tres estrofas, pero como no practico ya solo me acuerdo de una. Si alguien me acompaña, creo que puedo cantar la segunda parte también", bromea Geor cuando le preguntan lo que sabe del país. Para competir por Georgia, esta pareja no ha tenido que trasladarse (10.000 kilómetros separan a Georgia de Paraíba). Se entrena en la soleada João Pessoa, la capital de este Estado de 56.000 kilómetros cuadrados y 3,5 millones de habitantes (un 25% de ellos, analfabetos). Geor y Gia tienen doble ciudadanía, pero visitan poco su nueva patria. En 2008, han estado solamente una vez en su patria de adopción, un poco más grande que su tierra (Georgia tiene 69.000 kilómetros y 4,5 millones de habitantes).
La idea de invertir en brasileños para popularizar esta disciplina deportiva, cuenta Gia, ha sido fomentada por el propio Saakashvili. El objetivo es también engordar el medallero. En Atenas 2004, Georgia ganó dos medallas de oro y dos de plata (en levantamiento de peso, yudo y lucha grecorromana). La estrategia de fichar brasileños está dando si no medallas, si buenos resultados morales a Georgia: Cristine Santanna y Andrezza Martins, dos brasileñas que desde 2006 compiten por Georgia en voley playa, eliminaron ayer al combinado ruso. Ellas también se han rebautizado. Ahora son Saka y Rtvelo, que es como se dice Georgia en georgiano.
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