Los vecinos de los magrebíes confirman que llegaron al piso hace dos semanas
La angustia empezó a las seis de la tarde, y tres horas después la explosión les dejó sin casa
Los vecinos del número 40 de la calle de Carmen Martín Gaite tuvieron que asimilar ayer dos noticias de gran impacto en muy poco tiempo. La primera, que los vecinos que vieron llegar hace dos semanas eran presuntamente los terroristas buscados por la masacre del 11-M, en la que murieron 190 personas. La segunda, anunciada por la tremenda explosión que sacudió el barrio a las 21.03, que sus viviendas habían quedado reducidas a escombros.
El zumbido de un helicóptero sobrevolando el barrio anunció a las 18.00 a los vecinos de Zarzaquemada, en Leganés, que se avecinaba la tarde más angustiosa de su vida. Tres horas más tarde, a las 21.03, justo después de la pavorosa explosión que sacudió al barrio, H. -los vecinos del inmueble ruegan el anonimato- luchaba por controlar los temblores que embargaban su cuerpo.
"Mi mujer está a punto de dar a luz. La he dejado en casa de mi suegra. Gracias a Dios que está bien. Pero mi casa está allí", decía señalando el humo que ascendía sobre los edificios de obra vista a los que llegaron a vivir hace cuatro años. "Lo teníamos todo preparado para el parto... ¡Dios! Suerte que ella está bien. Pero, ¿qué vamos a hacer ahora?", se preguntó, desesperado.
H. vive en "el primer piso del "número 40 de Carmen Martín Gaite, puerta con puerta de los terroristas" -el edificio siniestrado también tiene acceso por el número 13 de la calle de Irene Fernández-. Pese a ello, no sospechó nada raro cuando llegaron hace unas dos semanas. "En esta barrio hay mucho movimiento y los inmigrantes no nos son extraños. Hasta ahora no ha habido ningún problema con ellos", añadió.
Minutos antes del estallido, H. y A., un vecino del tercer piso, se apretaban contra la cinta que marcaba el perímetro cerrado por la policía que sellaba seis manzanas del barrio. La explosión les hizo mirar, sobresaltados, hacia sus hogares. También los tres policías que controlaban el cerco, igualmente sobresaltados, miraron hacia la humareda.
"¡Quédense quietos, por favor! ¡Se lo estamos diciendo! ¡Es peligroso acercarse!", les gritó uno de ellos, tratando de controlar la inquietud de los vecinos que se arremolinaban angustiados contra el cerco policial.
La primera versión oficial fue que la explosión había sido controlada. Pero la intensidad de la misma, la reacción de los propios policías y la catarata de sirenas que empezó a llegar al barrio en los siguientes minutos hizo que muchos sospecharan que sus hogares no estaban a salvo. "Yo no me creo que la explosión haya sido controlada. Mira el humo. Sale del portal y del patio interior", aventuraba A.
Este vecino ya se temió lo peor a las seis de la tarde. "Me he asustado mucho cuando he visto llegar a la policía y ha empezado todo el follón. Ha sido muy confuso. Primero se han oído gritos, luego unos tiros", explicó. A su lado, H. aseguró haber oído gritos en árabe que hacían referencia a Alá. "Creo que gritaban que Alá es grande o algo así", añadió.
Mientras esto ocurría en el inmueble, la policía había extendido un riguroso y extenso cerco alrededor de la vivienda que incluyó al menos seis manzanas del barrio. Decenas de vehículos policiales cerraron el perímetro, con un agente dispuesto cada 15 o 20 metros. "Yo estaba mirando el partido del Getafe en televisión cuando he oído el helicóptero", explicó J., padre de familia, 40 años, inspector de seguridad, que vive a unos 50 metros del lugar de la explosión. "Justo entonces, ha venido una vecina a avisarnos. y he bajado a la calle. He visto todo el despliegue policial y me he quedado atónito. Esto parecía una guerra", exclamó.
M., otra vecina del inmueble, explicó que "poco después de las seis ha empezado un tiroteo entre diez policías de paisano desde el interior de la manzana hacia los pisos de los terroristas", informa Francisco J. Barroso. Fue un tiroteo intermitente, que se prolongó hasta las 20.00. "Los vecinos nos asomábamos, pero los policías nos decían que bajáramos las persianas y nos retiráramos", añadió. M. también escuchó los gritos en árabe de los terroristas.
"Luego la policía nos ha ducho que abandonáramos nuestras casas. Yo no me pude ir porque tengo una hija minusválida", añadió M. A esa hora, C. el encargado de un bar cercano trató, sin éxito, de visitar a su madre, de 73 años, que había dejado sola en casa. "Los policías no me han dejado pasar. He estado más de media hora sin saber qué hacer, viendo todo esto rodeado de sirenas y más policías. Ha sido horrible. Al final una vecina ha venido a decirme que mi madre estaba con ellos", declaró con el semblante todavía tenso.
M. y su hija fueron finalmente sacadas de su vivienda por los agentes. "A las 21.05 nos han hecho bajar al garaje. Yo me puse fuera del patio, hacia el interior de la vivienda. Entonces explotó la bomba. Los cristales de los pisos reventaron. No sé cómo habrá quedado mi piso", explicó, sollozando, pasadas las 22.00.
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