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El modelo del Consell toca fondo

Fabra marca un nuevo rumbo ante el estado de colapso de la Generalitat

La salida de Francisco Camps del Gobierno de la Generalitat, acuciado por el caso Gürtel y con la financiación del partido en los tribunales, ha aflorado la dramática situación de las cuentas del Consell. La necesidad del nuevo presidente, Alberto Fabra, de establecer un corte hemisférico respecto a su antecesor y su herencia ha movido al consejero de Hacienda, José Manuel Vela, a airear el penoso estado económico en el que vivía la Generalitat bajo su efervescente euforia externa.

Con un endeudamiento cifrado en 20.547 millones de euros y un déficit del 1,9% del PIB, el margen de maniobra es tan limitado que, pese a los ajustes realizados y los 680 millones de recorte en el presupuesto de este año (y los 1.500 que se rebajarán del próximo), la Generalitat no podrá pagar "nunca", según reconoció Vela en un ejercicio de transparencia insólito, los 2.400 millones de euros que debe a los proveedores. El Consell ingresa 770 millones al mes y gasta 1.100. Nadie quiere comprar su deuda y los SOS a que el Estado lance un salvavidas son constantes. Finalmente, admite que se han encendido todas las luces rojas, aunque se pone de perfil a la hora de las responsabilidades: no sería la consecuencia de su gestión sino el resultado de una financiación inadecuada por parte del Gobierno central.

González: "Hay que recortar los abusos, pero no hay que recortar lo básico"
Boluda: "Urge una nueva concepción de la gestión pública
Palafox: "Hace falta responsabilidad para estar en los cargos públicos
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Extra 9 d'Octubre

El actual cuadro, según el catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universitat de València Jordi Palafox, es el resultado del siguiente proceso: "El Consell tenía una fiscalidad que reducía porque tenía capacidad de endeudamiento suficiente y todo en el monte era orégano. Eso se ha acabado y los ingresos fiscales han caído de manera radical. Ahora hay que devolver la deuda, no hay dinero y el mercado está cerrado y no se pueden renovar las emisiones para pagar".

La situación, agravada con un paro del 24%, ya no se sostiene y aunque en el Consell, confeccionado a gusto de Camps, aún pervive un doble lenguaje anclado en la defensa del modelo anterior, en los departamentos del área económica se impone el discurso de la tijera. La fiesta ha terminado y el modelo no da más de sí.

El consejero de Economía, Industria y Comercio, Enrique Verdeguer, ha mandado un mensaje muy diáfano y ha marcado la hoja de ruta. Frente al modelo anterior, sustentado en el estímulo de los grandes eventos, el turismo y la burbuja inmobiliaria, Verdeguer ha planteado un cambio de patrón basado en la industria, la productividad y la competencia en un mercado internacional sometido a grandes transformaciones. Tan solo unos años antes, en los que la industria llegó a decrecer un punto anual, algún miembro del Consell llegó a decir en privado que "la mejor política industrial es la que no existe".

También Vela se ha apresurado a desmarcarse de la política de grandes eventos y edificios emblemáticos al poner en duda la viabilidad del Palau de les Arts, una de las principales piezas de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Ante la desorientación de buena parte de su Gobierno, el presidente de la Generalitat, por boca de Vela y Verdeguer, ha hecho movimientos introduciendo distancia en el rumbo que marcaron sus antecesores Eduardo Zaplana y Francisco Camps. Tampoco lo han entendido algunos barones de su partido, cómodamente instalados en un sistema que resultó de gran rentabilidad política para el PP pero que ha hipotecado el futuro de los valencianos.

Pese a esos gestos, el presidente de la patronal de la Comunidad Valenciana, Cierval, José Vicente González, sostiene que las empresas han hecho más que los Gobiernos para combatir la crisis. En su argumentación, las empresas ya han hecho gran parte del cambio de modelo ("y las que no lo han hecho ya no existen"), aunque tienen un problema de supervivencia por falta de financiación. Pero "a las Administraciones les queda mucho recorrido": "En todo este tiempo no han hecho prácticamente nada de recortar y gestionar mejor. Ahora están diciendo que lo van a hacer".

Vicente Boluda, presidente de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE) comparte con González que los Gobiernos empiezan a actuar con mucho retraso y reclama con urgencia "una nueva concepción de la gestión pública": "Hay que gastar como cuando el dinero y los medios eran escasos". En su diagnóstico, "ha habido demasiada alegría" y ahora toca "acomodarse a lo que uno se pueda permitir". Boluda exige "mejor gestión" y "recortes". Considera que la prioridad que debe marcarse el Consell es el bienestar social: "Gestionar bien la sanidad, la educación, la seguridad ciudadana y lo más barato posible".

En esa línea, José Vicente González emplaza al Consell a hacer "gestión pública" y a reducir los presupuestos. Y señala el camino por donde debe transcurrir la acción: "Por una parte, hay que coger la tijera y cortar todo lo superfluo, tenga el coste político que tenga, y por la otra hay que derivar parte de los fondos de esos ahorros a pagar la deuda y a estimular la economía productiva con el fin de que las empresas empiecen a funcionar, creen empleos y se ponga en marcha el círculo virtuoso. Es la única forma de que al final cuadren los números, porque solo con recortar no saldremos de esta".

Para González, el reto que debe afrontar el Gobierno valenciano no estriba tanto en recortar como en gestionar: "Hay que recortar los abusos, pero no lo básico". "Las empresas, que hemos mirado el euro con mucho más cuidado que las Administraciones públicas, hemos hecho recortes del 10 y el 15% del gasto y al mismo tiempo hemos dado mejor servicio y mejor producto", expone. En ese sentido, a González le cuesta creer que "en la sanidad o la educación no se puedan hacer recortes de ese calibre sin afectar a lo básico". Eso, según el presidente de Cierval, no es "recorte" sino "gestión". Y para ejercerla, "hay que tener manos de cirujano y dotes de convicción de pedagogo", porque "coger un hacha y cortar un brazo es sencillo, pero con eso no hemos resuelto nada".

El profesor Palafox estima que al Consell no le queda otra salida que "reducir gasto e aumentar ingresos incrementando impuestos", pero además, apunta que hay que "intensificar la inspección fiscal sobre las empresas ilegales". Asimismo, el Gobierno valenciano tiene que hacer un ejercicio de redistribución de las políticas "de modo que las ayudas públicas sean productivas y no como hasta ahora". "Hay que hacer seguimiento: qué se ha hecho con las subvenciones, qué impactos tienen las inversiones, y tomar decisiones. Algunas cosas no serán rentables, pero convendrá hacerlas porque reportan prestigio o porque suponen un apoyo social, pero hay que saber qué nos cuestan". Y lo principal: "Hace falta responsabilidad para estar en los organismos públicos".

El Consell prepara los grandes recortes y ajustes para después del 20-N. Las empresas públicas tienen muchos números en este sorteo. Boluda defiende que solo se pueden mantener "si son rentables y se dirigen como una empresa privada". Por el contrario, González considera que "siempre hay algún caso en el que las empresas públicas tienen alguna gestión, como el transporte urbano, que no es negocio en ninguna parte del mundo", pero se muestra partidario de "limitarlas a lo estrictamente necesario". El presidente de Cierval recuerda que en los últimos 15 años "el sector público nacional ha adelgazado tremendamente", al mismo tiempo que "han florecido empresas públicas y fundaciones" en todas las Administraciones autonómicas, provinciales y locales. "Es el momento de lo que es imprescindible sí, y de lo que haya dudas, no". Palafox advierte que "solo la empresa pública puede evitar la tentación de rentabilizar la salud o la educación" y que su rentabilidad no puede supeditarse al sector privado, como en el "sangrante caso" de las ITV, en el que "el sector privado no te da la garantía de que lo está haciendo bien, aunque quizá lo esté haciendo".

Pero los recortes y la poda de empresas públicas no arreglan el problema de la deuda que ha generado el Consell. El presidente de Cierval no ve otra solución a corto plazo que, como reclama Vela, la emisión de deuda pública soberana del Reino de España para que las Administraciones autonómicas coloquen la deuda que no pueden colocar en el exterior. "Naturalmente, a cambio de reglas muy estrictas de control del gasto y con recortes de verdad, no cambiando a la gente de sitio", puntualiza. Palafox se declara "muy pragmático" en este asunto: "Que el Estado coloque la deuda, pero que el Estado controle a las autonomías". Dicho esto, no esconde que "entonces saldrá Cataluña y dirá que es soberana y no la puede controlar nadie, que es lo que ocurre con Grecia respecto a los eurobonos". "Los problemas son mundiales y las políticas son nacionales o regionales y ese es el reto que hay que superar", focaliza. Con todo, previene que "si no hay hispabonos y aval del Estado, habrá default " en la Generalitat.

González juzga imprescindible "un golpe encima de la mesa" por parte de Europa para infundir tranquilidad en los mercados y disuadir a los especuladores. Mientras, la Generalitat debe marcar rumbos: "Rigor en la gestión y un cambio de modelo productivo". "Un modelo que sea sostenible económicamente, socialmente y medioambientalmente", precisa. Se trataría de "una apuesta clara por la industria sin abandonar la construcción, el turismo... Hay que optar por un modelo económico moderno". Por su parte, Palafox mantiene que "la industria no es el futuro" y que "ese pulso lo han perdido todos los países occidentales". Sin embargo, existen posibilidades en "segmentos de la manufactura y de los servicios que son de valor añadido". Y está convencido de que el clima es una renta de situación que podría atraer empresas de alta tecnología, "pero hay que dedicarse a ello": "Es un proceso lento y no es la fórmula 1", previene.

El catedrático considera "peligrosísima" la tentación de que "desde la Administración se decida qué sectores son los que tienen futuro". "Habría que hacer un marco transparente de igualdad de oportunidades y que los miles de emprendedores que están en el mercado se puedan aprovechar de las mismas circunstancias, y luego, que haya un apoyo a los grupos que no tengan el tamaño suficiente", describe.

Pero a la hora de activar mecanismos de recuperación, la Comunidad Valenciana afronta el embate con mayores grados de dificultad que otros territorios. A la elevada deuda (la mayor de España en relación al PIB) hay que añadir que ya no dispone de instrumentos financieros propios, puesto que con la aquiescencia del Consell Bancaja se ha diluido en Bankia bajo la hegemonía de Caja Madrid y la CAM, intervenida por el Banco de España por su mala gestión, está encabalgada en un proceso de subasta. González se duele de la pérdida: "Hemos perdido un instrumento propio. Ahora, ni es cercano ni depende de los intereses de los valencianos que están en el grupo". Palafox también lamenta haber perdido el factor de la proximidad, pero, más aún, la huida de capital humano, que ya no generará nuevas empresas aquí.

La densa oscuridad del horizonte todavía no ha engullido la esperanza. González defiende que "hay luz al final del túnel, seguro". "Es como cuando uno se va de juerga. Se lo pasa muy bien, pero a la mañana siguiente tiene que superar la resaca. Hay que aprender que las juergas siempre tienen resaca y se pagan", enfatiza. Boluda tiene muy claro que de esta crisis vamos a salir: "El problema son las condiciones en las que salimos por los años que vamos a perder". A Palafox, "aunque con retraso", los movimientos del Consell le infunden optimismo, "pese a que algunos consejeros y el grupo parlamentario del PP siguen anclados en el discurso de que toda la culpa la tiene Zapatero". En cualquier caso, todos están persuadidos de ya nada será como hasta ahora. Palafox señala que los ciudadanos tendrán que ser más exigentes en cómo se gastan el dinero los políticos y los políticos tendrán que hacer un control real del coste-beneficio. Eso sería más fácil si hubiese un mercado político de competencia, porque si el político piensa que si no lo hace bien va a perder las elecciones, tiene más estímulos. De lo contrario, "si haga lo que haga las gana porque no tiene nada enfrente", la historia tiende a repetirse.

El Ágora de la Ciutat de les Arts i les Ciències, detrás de la maleza del entorno.
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