La historia de 19 milagros
Los supervivientes relatan cómo salvaron la vida. La mayoría de ellos viajaba en la parte delantera del avión
Son 19. Apenas un diez por ciento de los ocupantes del MD-82 de Spanair que se estrelló el miércoles en Barajas. Son 19 personas que, por suerte y por su ubicación en el interior del avión -la mayoría viajaba en la parte delantera-, han logrado darle la espalda a la muerte. Sólo una de ellas era miembro de la tripulación. Todas seguían anoche ingresadas en varios hospitales de Madrid, cuatro de ellas en situación de extrema gravedad. Estas son algunas de sus historias.
ANTONIA MARTÍNEZ (27 años). "Sabía que me iban a rescatar"
Su abuela no iba en el avión, pero Antonia Martínez, de 27 años, está convencida de que la protegió desde los cielos. Toni, como la conocen sus amigos y su familia, es una de las azafatas del vuelo fatídico. Está ingresada en la UCI del Hospital de la Princesa de Madrid con un brazo enyesado, una vértebra rota, una herida en la cabeza que ya le han cosido y algunas contusiones.
Las auxiliares de vuelo suelen sentarse en la parte de atrás del avión, pero ella iba delante, en el asiento 1-E. Es la única que se ha salvado. Tras la brutal sacudida del avión, recibió un fuerte golpe en el pecho y salió disparada muchos metros. Fue a parar al río. No perdió la consciencia, ni siquiera gritó para pedir auxilio. Cuando oyó las sirenas de los equipos de rescate, se tranquilizó. "Sabía que me iban a rescatar", ha contado a su familia.
Al entrar en la ambulancia, les dijo a los médicos que llamasen a sus padres. "Mamá, no te preocupes, estoy bien", fueron sus primeras palabras. Ahora se acuerda de poco, y su familia prefiere no hablarle del accidente para que no se ponga nerviosa. Ella pregunta continuamente por sus compañeros. "Nosotros no sabemos nada", es lo que le responden todos. No es momento para hablar de la tragedia.
Su familia se subió al coche, nada más conocer la noticia, para recorrer los más de 300 kilómetros que separan su casa en la provincia de Jaén, de Madrid. Viajaron en dos coches, la familia en tromba. Toni les había llamado, como hacía siempre, antes de despegar, así que no había lugar a dudas, sabían que iba en ese avión. Fue un viaje "largo y agonizante" para Antonia, que comparte nombre con su hija. A través de un amigo médico supieron pronto en qué hospital estaba. La madre no se creía que Antonia se encontrase bien. El goteo constante de muertos le hacía desconfiar. Cada vez eran más, ¿por qué se iba a salvar su hija? A lo mejor, después de hablar por teléfono había sucedido algo malo. "Me han mentido, mi hija está muerta y me han mentido", repetía durante el viaje.
Los compañeros de Spanair se acercaron pronto a la Princesa para saber si era Antonia la que estaba allí. Mientras esperaban a la familia de Toni, lloraban y se abrazaban. No sabían cómo estaba, sólo que era ella. La tragedia y la conmoción se reflejaban en sus caras. También en las de todos los compañeros de la aerolínea que acudieron al hospital. Peregrinaban de hospital en hospital, hasta bien entrada la noche. Algunos, para ver a Antonia. Otros, buscando a Lourdes, jefa de cabina del avión y la única tripulante que sigue desaparecida. Su madre apareció varias veces. "¿Está aquí Lourdes?", preguntaba con una mirada ausente en la entrada del hospital.
A Antonia, licenciada en filología inglesa le encantaba su trabajo. Ya no. "No vuelvo a volar nunca más", le dice a su madre, asustada, en la cama del hospital. "Horrible, ha sido horrible", continúa.
Desde Jaén llegaron los padres, algunos de los 10 hermanos de la madre y amigos de la familia. Entraron como rayos por la puerta de Urgencias. Ahora pasan las horas sentados en la sala de espera de la UCI. Los teléfonos suenan constantemente. Antonia ha pasado la noche en el hospital y está exhausta. Dionisio, el padre, responde enérgicamente a las llamadas.
Son las seis de la tarde y es el momento de las visitas. La UCI es un hervidero. Todos quieren entrar y sólo pueden hacerlo de dos en dos y durante una hora. Hace calor y están cansados, pero después de ver a Antonia salen contentos. "Está muy bien", repiten sus amigos. "¡Si está animando a todo el mundo!", explica su madre sonriendo.
Una breve visita a la cama de Toni lo demuestra. Sin levantar la voz, le cuenta a una de sus amigas que se encuentra bien. Tiene algunas heridas en la parte derecha de la cara, un brazo escayolado y respira con una máscara, pero puede moverse y conserva su pelo intacto, algo que hace feliz a su madre. "Cuando escuché las noticias pensé que se habría quemado y habría perdido el pelo, pero no, ahí lo tiene", explica.
JESÚS ACOSTA (8 años) "No hace más que preguntar por sus padres"
Jesús Alfredo Acosta Mendiola, con una pierna fracturada, es el único accidentado ingresado en el Niño Jesús. Es un niño de ocho años "muy listo". Así lo define Juani, prima de la madre del pequeño. "Se da cuenta de todo y no hace más que preguntar por sus padres". Él, Alfredo Acosta, de 60 años, falleció en el accidente. La madre, Gregoria Mendiola, en coma en el Ramón y Cajal, tenía en la tarde de ayer pronóstico muy grave.
El miércoles por la mañana, los tres partieron de Torralba de Calatrava (Ciudad Real) para coger un avión en Barajas que les llevara hasta Canarias. Iban de vacaciones. La abuela materna del pequeño, de 82 años, vive también en el pequeño pueblo manchego y el miércoles se trasladó a Madrid para estar cerca de su nieto. El niño preguntaba mucho por ella y por su madre. Quería que Gregoria durmiera con él en su habitación.
Ayer, esa habitación de la primera planta del Niño Jesús, donde Jesús Alfredo evoluciona favorablemente, recibió la visita de distintas personalidades públicas, entre ellas los Príncipes de Asturias. El vicepresidente primero del Gobierno de Castilla-La Mancha, Fernando Lamata, destacó la "vitalidad" del niño. El embajador de Colombia visitó también al pequeño, porque su padre era colombiano. "Lleva 20 años en España", cuenta Juani. "Se casó hace 16 años con mi prima y es casi más español que colombiano", explicaba ayer, hablando todavía en presente.
RAFAEL VIDAL (30 años) "Oía gente que gritaba: ¡me ahogo!"
Rafael Vidal, de 30 años, madrileño e ingeniero de telecomunicaciones, tenía que coger otro vuelo para pasar tres días de vacaciones en Canarias. "Uno pronto, por la mañana", explica su padre, que se llama también Rafael. "Pero como estaba lleno, se montó en el de la una de la tarde", el JK 5022, que se estrelló nada más despegar. Rafa, como le llaman sus allegados, es uno de los 19 supervivientes del accidente. En el avión no había ningún ser querido: viajaba solo. Desde el martes no para de repetir: "Hoy he vuelto a nacer".
Le han operado de la pierna, tiene dos vértebras rotas, magulladuras por todo el cuerpo y un fuerte golpe en los pulmones. Pero dentro de la gravedad de sus heridas, está tranquilo y consciente.
"Él nos ha contado al detalle lo que ocurrió. Y eso que yo le decía que callara, que descansara", relata su padre desde la sala de espera de familiares de la UCI del hospital Infanta Sofía. Esta es la reconstrucción del accidente, tal como lo vivió a través del relato de su padre, Rafael Vidal, y de su madre, Pilar Rodríguez.
A la una y veinte de la tarde, con los 162 pasajeros sentados en el avión y los 10 tripulantes preparados, el piloto "vio una lucecita roja" en el panel de control, les informó de la avería y volvieron al hangar. Una hora después, estaban de nuevo listos para el despegue.
"Nada más abandonar tierra, la aeronave dio un bandazo a la izquierda, otro a la derecha, y en ese instante Rafa supo que se iban a estrellar. Se encogió, como una bola, y esperó a que todo pasara", asegura su padre. Segundos después estaba atrapado en un amasijo de hierros. "Los asientos del avión se habían desprendido y habían resbalado hacia delante, aprisionándole". Rafa estaba en el lado derecho de la fila 2, en primera clase. "Un hombre le cayó encima y varios pasajeros quedaron atrapados por debajo".
Según su madre, Rafa "sólo oía a gente que gritaba: ¡Me ahogo!". Poco después los bomberos consiguieron sacarle del avión con vida. "Volar en primera clase es lo que le ha salvado". Rafa ni siquiera fue consciente del incendio, indica Pilar, porque "la parte delantera no ardió".
ROBERTO ÁLVAREZ (6 AÑOS) "Está en plena forma"
A la temprana edad de 6 años, Roberto Álvarez Carretero ha vuelto a nacer. El miércoles por la tarde entraba en urgencias del Hospital Ramón y Cajal en una camilla, con la cabeza vendada y la ceja sangrando. Ayer, en cambio, en palabras de su tío, que vuelve café en mano a la sala de UVI de pediatría, estaba "en plena forma. Está todo el rato pidiendo comida, agua... Como siempre, vamos". Toda un milagro, sobre todo teniendo en cuenta que ayer el crío ingresó en el Hospital Ramón y Cajal con "traumatismo craneal con escalp", un tecnicismo clínico que, en palabras de un médico que merodea la planta, "se parece a lo que le hacían los indios a los vaqueros tras matarlos en las películas del oeste". Su tía, que viene de estar un rato con Roberto, añade que "el niño se queda por puro trámite; se podría ir a casa hoy mismo".
María, la hermana de Roberto, no corrió la misma suerte. Iba sentada junto a él en el fatídico vuelo JK5022 de Spanair. Murió. Su madre fue a ver el cadáver ayer mismo. Según cuenta la tía de la niña con un hilo de voz, lo primero que le contó al resto de familiares tras ver a su hija es que "la niña estaba guapísima. Parecía una princesita".
Información elaborada por Antía Castedo, Beatriz Jiménez, Rebeca Carranco y Manuel G. Pascual.
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