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La lucha contra el terrorismo

El día en que Rajoy decidió quedarse en casa

El presidente del PP rompió una tradición histórica y decidió no acudir a la manifestación contra ETA desoyendo las sugerencias de barones como Piqué y Aguirre

Carlos E. Cué

Consultó con todo el mundo, pero decidió en soledad. Mariano Rajoy escuchó voces a favor y en contra de acudir a la manifestación contra ETA y resolvió, por primera vez en la historia de la democracia, que uno de los dos principales partidos del país no secundaría una marcha contra el terror.

Al menos tres dirigentes importantes, como Esperanza Aguirre, presidenta de Madrid; Alberto Ruiz-Gallardón, alcalde de la capital; y Josep Piqué, presidente del PP catalán, apostaron desde un principio por acudir a la marcha, no por gusto, sino por obligación, aunque el alcalde cambió de idea a última hora, según varios dirigentes. Otros, como Ángel Acebes, Eduardo Zaplana y Javier Arenas defendían lo contrario. Después de esa decisión y su durísimo discurso en el Congreso, que todo el PP acata, algunos cuadros consultados se muestran preocupados porque una posible pasada de frenada permita que el Gobierno recupere un fuelle que daban por perdido.

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¿Qué llevó a Rajoy a optar por la fórmula más arriesgada? Dirigentes de su entorno más cercano ofrecen explicaciones coincidentes. Una, de índole personal. En asuntos como el de la reforma del Estatuto andaluz, donde decidió pactar con el PSOE pese a las críticas del sector más conservador, Rajoy actúa más por estrategia -su partido en Andalucía no podía quedarse fuera del pacto-. Pero en el tema de ETA su relación personal con el presidente del Gobierno influye mucho, según los dirigentes más cercanos. Rajoy no se fía de Zapatero. Sintió como una auténtica traición, y así se lo recordó en el pleno del pasado lunes, que en julio, después de haber pactado bajar el tono del debate sobre el Estado de la nación, el jefe de la oposición conociera a través de un teletipo, cuando ya no podía intervenir, que se había autorizado una reunión con Batasuna, precisamente la línea roja que había marcado Rajoy. Desde entonces ha sido imposible ningún acuerdo.

"Zapatero dice en la entrevista de EL PAÍS que la relación con Rajoy es buena en privado. Yo creo que no le conoce. Siempre será amable y educado, pero no puede haber complicidad. Tiene una opinión pésima del presidente", señala uno de los habituales de las reuniones de maitines. "Es evidente que la relación de Rajoy con Zapatero lo está contaminando todo. Mariano no puede quitarse la idea de la traición de la cabeza", añade otro dirigente cercano al líder.

La otra explicación es más política. En los últimos meses, Rajoy se había acercado a los dirigentes más moderados, proclives a un entendimiento con el PSOE en algunos asuntos. En el tema de ETA no hay dos bandos en el PP, la unidad es total, pero siempre hay diferencias de tonos. Sin embargo, el atentado ha dado la razón a los más duros, que internamente habían augurado algo así y criticaban a Zapatero por no haber confiado en dirigentes históricos del socialismo vasco que conocen bien a ETA.

Ignacio Astarloa, Ángel Acebes, Jaime Mayor Oreja o María San Gil, los más duros con la actual dirección del PSOE, cobraron mucha más fuerza para Rajoy después del atentado, según personas cercanas al líder. Esa influencia ha sido decisiva, dicen en su entorno. Pero al final, coinciden todos, es Rajoy quien opta por no asistir, y lo hace con total autonomía.

El PP decidió no acudir a la manifestación el miércoles 10. El lunes anterior, en la reunión de maitines, había quedado bastante claro, según varios de los presentes, que no les quedaría más remedio que acudir. Así se expresaron Piqué y sobre todo Gallardón, y también otros como Acebes. Pero llegaron las primeras versiones de la pugna entre los sindicatos Comisiones Obreras y UGT, porque los primeros aceptaban incluir la palabra "libertad", como pedía el PP, y los segundos, próximos al PSOE, no. Rajoy convocó a los más cercanos a una reunión de urgencia en Génova. Estaban Acebes, Zaplana, Gabriel Elorriaga, Carlos Aragonés y Carmen Martínez Castro, responsable de comunicación y persona de confianza del líder.

La sensación que tuvieron algunos es que el jefe ya había decidido no ir después de hablar por teléfono con casi todos los dirigentes importantes. "Yo creo que lo tenía decidido antes de consultar con nadie. Hizo esa ronda para que no hubiera despistes, para que nadie hablara a favor de acudir, para crear un estado de opinión. Pero ésta es una decisión que ha tomado solo, como casi todas, y lo mismo se puede decir del tono del debate en el Congreso, que no era su estilo", agrega otro miembro de la cúpula del PP. "Lo veíamos como un encuentro de apoyo al Gobierno. Sobre todo cuando aparecieron los actores del No a la Guerra y Nunca Máis", señala otro dirigente.

El viernes, cuando se decidió incorporar la palabra libertad, el PP no cambió de idea. "Es cierto que es difícil de explicar a nuestra gente, algunos pueden estar desconcertados. Nos equivocamos en marear la perdiz. Teníamos que haber dicho que no desde el principio", admite una persona muy cercana al líder. "Pero cuando llega el cambio de lema ya habíamos dicho que no íbamos, habíamos trasladado una opinión a nuestra gente. Y es evidente que los nuestros ya no iban a ir. No nos parecía bien cambiar a última hora, ya habíamos asumido el coste de no ir", concluye.

La preocupación pasa ahora por esa posible pasada de frenada. La primera semana después del atentado, Rajoy fue crítico, pero medido, y Zapatero, a ojos del PP, parecía fuera de juego. Ahora admiten su recuperación. "Está claro que si fuera más moderado en el tono haría más daño a Zapatero, pero Rajoy está pensando a largo plazo, quiere diferenciarse claramente de un presidente que ha quedado totalmente en manos de ETA: cuando quiera, la banda puede hacerle mucho daño", señala un habitual de maitines.

"La idea de que hemos dado aire a Zapatero parte de la premisa de que se puede mantener al presidente del Gobierno en estado conmocionado durante 15 meses. Ojalá, pero no es realista, ha reaccionado y tiene muchos mecanismos para ello", responde uno de los líderes más moderados. Nadie espera que la tensión vaya a bajar, aunque sí confían en que ese descoloque que pueda tener su electorado por su ausencia en la manifestación quede tapado por la otra marcha, la del día 3 de febrero, convocada por el Foro Ermua. Un clavo saca a otro clavo, dicen.

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