Y Batasuna sigue sin imponerse
Este proceso se gestó de manera diferente porque por primera vez la izquierda 'abertzale' logra que la banda no negocie nada antes con el Gobierno
Cuando el 18 de junio de 2007 ETA rompió definitivamente su última tregua, el líder de la izquierda abertzale, Arnaldo Otegi, dio con sus huesos en la cárcel. Desde la prisión de Martutene (San Sebastián) contempló en los meses siguientes cómo se venía abajo toda la estrategia que ETA había previsto, tras la ruptura de la tregua, con la sucesiva caída de sus dirigentes principales -hasta cuatro de modo sucesivo-, y sus aparatos organizativos.
Arnaldo Otegi inició entonces una reflexión para construir una nueva estrategia para la ilegalizada izquierda abertzale, al margen de ETA, de cuyo seguidismo habían sido víctimas tanto él como su movimiento político y sus distintas marcas en el proceso de paz fallido de 2006, al que tanto tiempo, cinco años, y tantos esfuerzos había dedicado. Y que tanta frustración había provocado, también en el entorno del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Así empezó a gestarse este nuevo proceso, muy diferente de los anteriores porque, por vez primera en su historia, la izquierda abertzale estaba tratando de imponerse sobre ETA. Y, también, porque, por vez primera, este proceso no ha contado con una negociación previa ni compromiso alguno con el Gobierno de España.
En esta reflexión le acompañaron el ex dirigente de ETA, Eugenio Etxebeste, Antxón, y el ex secretario general del sindicato radical LAB, Rafael Díez Usabiaga, que le visitaron con frecuencia en la prisión de Martutene, así como Rufi Etxeberría, también encarcelado pocas semanas después que Otegi.
Otegi sale de la cárcel
Cuando Otegi salió de la cárcel a fines de agosto de 2008 ya tenía preparado un nuevo discurso: la creación de un polo soberanista para agrupar a todo el independentismo vasco; el avance a la soberanía por vías pacíficas, de modo unilateral, esto es, sin negociación previa de ETA y la izquierda abertzale con el Gobierno, al contrario de lo sucedido en procesos anteriores, tanto con Gobierno socialistas como ejecutivos del PP.
Otegi buscó el apoyo del Sinn Fein, casi el único aliado internacional con el que contaba en ese momento, para lanzar su nuevo proyecto a la calle. En la presentación del nuevo plan en una rueda de prensa en Bilbao, en enero de 2009, le acompañó el diputado de dicha formación irlandesa, Alex Maskey. Y siguió con un acto público masivo, pocos días después, en el Kursaal de San Sebastián.
Pero ETA estaba en la estrategia opuesta. Acababa de culminar una consulta interna y había decidido impulsar la acción terrorista. La banda terrorista cometió cuatro asesinatos en 2008 y tres más, en 2009, el último el 30 de julio, dónde segó la vida a los guardias civiles Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá, las últimas víctimas mortales del terrorismo etarra. Al poco, en octubre, Otegi volvía a ingresar en la cárcel.
La entrada de Otegi en prisión coincide en el tiempo con la salida de Rufi Etxeberria, que permanecía encarcelado desde el otoño de 2007. Etxeberria asume el liderazgo de la izquierda abertzale con la condición de sacarla de la complicidad con la violencia e introducirla en las vías políticas. Así se lo comunica a Díez Usabiaga y a Eugenio Etxebeste y estos asienten. Están convencidos de que deben seguir hasta el final y de que, en esta ocasión, no pueden permitirse replegarse ante ETA, como sí había sucedido en los procesos anteriores.
Etxeberria y Díez Usabiaga entran en contacto, a través del Sinn Fein, con el abogado surafricano, Brian Currin, mediador en los procesos de paz irlandés y surafricano, que ya les había asesorado en el proceso de paz de 2006. Currin les anima a realizar gestos públicos del abandono de la violencia para ganar credibilidad en la sociedad vasca y en sus propias filas, escépticas tras el fracaso del proceso de paz anterior.
El primer paso importante lo dan el 14 de noviembre de 2009 con sendos actos simultáneos en Venecia y Alsasua (Navarra). Allí presentaron el documento Zutik Euskal Herria (Euskal Herria en pie), cuya principal novedad consistía en subrayar que "el proceso democrático debe desarrollarse en ausencia total de violencia y sin injerencias".
Tras la declaración de Alsasua y Venecia, la izquierda abertzale decide abrir un debate interno en sus bases para que estas decidan si aprueban la nueva estrategia en la que aparece como aspecto clave la apuesta por un proceso "en ausencia total de violencia". Lo que está detrás de todo es la apuesta de los dirigentes de la izquierda abertzale, por vez primera en su historia, por disputar la vanguardia del movimiento independentista vasco a ETA, pero sin romper dramáticamente con ella para evitar una escisión en el movimiento. Su estrategia pasa por dar pasos sucesivos que permitan ir sumando fuerzas, pero sin provocar deserciones.
El debate con las bases se inició en noviembre de 2009 y culminó en febrero de 2010. El sector duro de ETA ofreció algunas resistencias, a través de miembros de Ekin que provocaron algunos incidentes en las asambleas, pero triunfaron en toda regla las tesis de Arnaldo Otegi y de Rufi Etxeberria, que recogieron el 80% de los apoyos de las asambleas de base de la izquierda abertzale.
Con ese aval en la mano, el apoyo de las bases, los dirigentes de la izquierda abertzale se sintieron en condiciones de exigir a ETA el abandono de la violencia. Rufi Etxeberria lo proclamó públicamente, en una entrevista en diario Berriak, muy próximo a ese mundo abertzale, donde afirmó que ETA estaba obligada a acatar lo decidido por las asambleas como parte del movimiento vasco de liberación. Esta es otra de las novedades que diferencia este proceso de los anteriores. Pero Etxeberria, Etxebeste y Díez Usabiaga, siempre en contacto con Otegi, desde la cárcel, deciden escenificar su apuesta a favor de las vías pacíficas a través de un proceso gradual. Con el apoyo de Currin, se trata de imponer a ETA, por la vía de los hechos, la nueva apuesta.
Brian Currin da el primer paso. El 29 de marzo, cuatro premios Nobel por la Paz -el ex presidente surafricano, Frederick de Clerk; el arzobispo surafricano Desmond Tutú; el ex primer ministro irlandés, John Hume, y la ex presidenta irlandesa, Mary Robinson- y la Fundación Nelson Mandela, animados por Currin, reclamaron a la banda ETA, en una rueda de prensa en Bruselas, "un alto el fuego unilateral, permanente y verificable".
Como ETA no respondió a ese emplazamiento público, la izquierda abertzale decidió interpelarla directamente y a través de intervenciones dosificadas. Así, el 24 de abril, la izquierda abertzale, en un acto masivo en Pamplona, optó por leer una declaración crítica contra ETA: "La reanudación de las acciones armadas, lejos de solucionar los bloqueos en el diálogo, no han hecho sino producir un bloqueo superior".
Un mes después, la policía detiene a Mikel Carrera, alias Ata, el principal dirigente de ETA activo que quedaba en libertad. Esta detención es clave porque Carrera era el último de los dirigentes de ETA, que rompieron la tregua de 2006, arrinconando la línea posibilista de Josu Urrutikoetxea.
Josu Ternera era conocido, también, por su posición muy crítica con el nuevo rumbo de la izquierda abertzale. Él, que fue uno de los negociadores durante la primera parte del anterior proceso negociador hasta que fracasó. La detención de Carrera reforzaba, indirectamente, la autoridad de los líderes de la izquierda abertzale. Un mes después, en junio, la izquierda abertzale organiza un acto conjunto con Eusko Alkartasuna en Bilbao en el que reclaman a ETA lo mismo que los premios Nobel de la Paz, en marzo, en Bruselas: el alto el fuego permanente y verificable.
Tras el verano, el 25 de septiembre, se suma a la petición la formación independentista Aralar, en una declaración en Gernika en la que recalcan que esa petición tiene que abrir un proceso para el cese definitivo de las armas. En octubre, Arnaldo Otegi, en una amplia entrevista cuestionario desde la cárcel, publicada en EL PAÍS, precisa su compromiso con el rechazo a la violencia en todas sus expresiones, incluida la kale borroka y la extorsión.
El último hito del proceso de desmarque por etapas de la violencia lo ofreció la izquierda abertzale el pasado 27 de noviembre, con una declaración, en Pamplona, leída por Rufi Etxeberría, en la que anunció su pretensión de constituir un nuevo partido, que no solo rechazará la violencia sino que tenía pensado presentar unos estatutos para cumplir los requisitos de la Ley de Partidos en cuanto a la condena de la violencia. Se ha especulado incluso con que esos estatutos podrían estar literal y premeditamente copiados de los del PSOE, en algo más que una ironía del destino.
Si este nuevo proceso va en serio, la izquierda abertzale dará en los próximos meses la batalla por su propia legalización y la flexibilidad de la política penitenciaria para los presos de ETA. Sus principales líderes han puesto sobre la mesa sus reivindicaciones. Y aseguran que esta vez, pase lo que pase, su apuesta por la paz es irreversible.
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