Subir los impuestos especiales no garantiza más recaudación
Subir los impuestos sobre el tabaco o los alcoholes para aumentar los ingresos de las arcas públicas tiene el riesgo de que las cuentas hechas sobre el papel acaben por convertirse en cuentos. Lo sucedido este mismo año es un ejemplo impagable que invita a pensar que subir los impuestos del alcohol y el tabaco puede ser efectivo para reducir su consumo, pero no para aumentar la recaudación.
El Gobierno subió los impuestos sobre el tabaco al comenzar 2011. El incremento se trasladó a los precios. El consumo se resintió. Cayó a un ritmo mensual del 3,6%. Las tabaqueras reaccionaron y abrieron una guerra de precios. La consecuencia fue una bajada de la recaudación de la que, pese al fin de las hostilidades, todavía se resienten las arcas públicas. Hasta el mes de agosto, Hacienda había ingresado 4.899 millones por el llamado impuesto sobre las Labores del Tabaco, un 1,5% menos que el año anterior.
La compleja fiscalidad que pesa sobre el tabaco explica en parte este comportamiento. Además del 18% en el IVA, el precio de los cigarrillos se conforma con un impuesto especial que se compone de tres partes. La primera es una carga del 57% que se aplica sobre el precio final. La siguiente sería una tasa fija de 12,7 euros por cada mil cigarrillos. Y la última es un impuesto de 116,7 euros cada mil cigarrillos que se aplica cuando la cajetilla cuesta menos de 3,66 euros.
El resultado final de esta complicada estructura impositiva es que cada vez que alguien se acerca a un estanco a comprar una cajetilla paga un 78,9% en impuestos, 2,5 puntos más que en la media de la Unión Europea.
Tampoco es sencillo destripar la tributación del alcohol. Todas las bebidas pagan IVA. A partir de ahí, la cerveza y el vino tienen un tratamiento distinto al resto de bebidas alcohólicas.
En el caso de la cerveza se empieza a pagar el impuesto especial cuando supera el 0,5% de graduación. A partir de ahí, se establece una cantidad fija por hectolitro que sube en función de los grados de alcohol. Para el vino, el mínimo es un 1,2%, pero para apoyar al sector en la actualidad este producto está exento de pagar impuestos especiales.
Entre la cerveza y las bebidas de alta graduación (whisky o ginebra) se encuentran los llamados productos intermedios, todos aquellos con una graduación entre el 1,2% y el 22%. En ambos casos paga un tributo fijo por hectolitro que sube conforme aumentan los grados de alcohol del producto.
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