Sospechoso por la barba
Los pasajeros de un avión obligan al desalojo de un profesor de Sevilla y a revisar su equipaje por su apariencia islamista
Pablo Gutiérrez Vega, de 35 años, es profesor de Historia del Derecho de la Universidad de Sevilla. En una charla sobre los pros y los contras del ingreso de Turquía en la Unión Europea, ayer se ponía como ejemplo de discriminación. "Fui humillado y vejado por llevar barba. Me trataron como un terrorista islamista por mi aspecto físico", dijo al inicio de su intervención. Su tez morena, cabello rizado y una poblada barba negra le enfrentaron el pasado 30 de agosto a una amarga experiencia. Los pasajeros de un avión que tomó en Palma de Mallorca, donde hizo escala desde Sevilla hasta Dortmund (Alemania), le obligaron a bajarse de la aeronave para revisar su equipaje porque tenían miedo de que fuera un terrorista islámico. "Me sentí humillado y sentí vergüenza ajena", confiesa ofendido.
Tres pasajeros corpulentos se acercaron a su asiento y le conminaron a bajarse del avión. "Miedo, en realidad, no sentí, pero sí perplejidad cuando me pidieron que saliera de mi asiento. Di por sentado que eran policías de incógnito, pero, al no identificarse, me negué enérgicamente", detalla el profesor, quien lamenta el comportamiento del comandante del avión. "Permitió que los pasajeros tomaran la autoridad del aparato. Cuando me negué a bajarme, retomó la autoridad y me pidió que le acompañara a la pista donde, a la vista de los pasajeros, escenificó una especie de negociación que tranquilizase a los pasajeros", afirma.
La razón que esgrimió el comandante para justificar este comportamiento es que Pablo Gutiérrez parecía musulmán. "Yo desconozco a qué se parece un musulmán. Francamente si es mi barba la que denota islamismo, tenemos islamismo para rato porque se trata de una cuestión estética que no puede ser motivo de discriminación en ninguno de los casos", dice Gutiérrez, quien advierte de que "la inflación del miedo" puede conducir a la gente a tomarse la justicia por su cuenta y saltarse el Estado de Derecho. "Comprendo las medidas de seguridad pero si las aplica la autoridad, no los pasajeros que me aplicaron medidas antiterroristas por mi aspecto físico. Frente a situaciones excepcionales de inseguridad, reales o infladas, hay que atenerse a los mecanismos del Estado de Derecho para protegernos. No podemos tomarnos la justicia por nuestra mano, si no queremos volver a las cavernas", alerta.
Este profesor de Derecho afirma que como jurista se ha enfrentado a situaciones tensas, pero nunca como aquel día. "Fui humillado y vejado públicamente delante de 100 pasajeros que dieron por buena una sospecha infundada. Sentí vergüenza ajena por ellos, sobre todo a mi vuelta al avión, cuando nadie se disculpó. Ni siquiera cuando terminó la travesía", lamenta.
En su opinión, fue víctima de un episodio a medio camino entre "una psicosis infundada y un racismo exagerado". "Estamos llegando a un límite peligroso porque esta inflación de la cultura del miedo ha tenido éxito. Somos capaces de asegurarnos por nosotros mismos que cualquier indicio de inseguridad no va a poner en peligro nuestras vidas", afirma Gutiérrez, quien no duda en responsabilizar al culpable de este miedo "hiperatrofiado". "Basta con ver cualquiera de los últimos documentales de Michael Moore para encontrar una fácil respuesta", afirma Gutiérrez, en referencia al presidente de Estados Unidos, George Bush.
El profesor no sabe si mantendrá su aspecto físico. Suele dejarse la barba más larga en verano porque no le apetece afeitarse, pero en invierno, con el inicio de las clases, se la recorta. "Me reservo el derecho de decidir sobre eso, pero me resulta patético que la barba me convierta en un potencial terrorista", asegura Gutiérrez, quien no ha presentado denuncia por lo ocurrido y que sostiene que si el incidente se produjo por su supuesto aspecto islamista la civilización "no ha avanzado mucho".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.