Saiz renuncia al perder el apoyo del Gobierno
Zapatero y Chacón se negaron a darle carta blanca para depurar a 60 agentes - El servicio secreto volverá a ser dirigido por un militar después de ocho años
Pasado el mediodía de ayer, el hasta ahora director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Alberto Saiz, convocó al personal en el salón de actos de la sede central del servicio secreto, en el kilómetro 8,800 de la carretera de A Coruña, a las afueras de Madrid. Varios centenares de agentes escucharon en persona, y otros por circuito cerrado, cómo su jefe durante los últimos cinco años y 77 días leía el comunicado que pocos minutos después distribuirían las agencias informativas y en el que justificaba su dimisión para "evitar un posible deterioro del funcionamiento del CNI" y no perjudicar "la imagen del Gobierno de España".
Saiz sólo agregó a la lectura del texto algunas palabras de ánimo para sus ya ex subordinados y de confianza en que el principal servicio de espionaje español, con 3.100 agentes y 325 millones de presupuesto, mantenga su eficacia. Luego se hizo un silencio. La mayoría de los asistentes regresó a sus tareas y algunos se acercaron para saludarle. Tal vez por última vez.
El ex director entregó su dimisión al presidente el pasado martes
Saiz convocó ayer al personal en el salón de actos para explicar su marcha
Zapatero telefoneó a Rajoy para informarle del cambio de director
A partir de hoy, su nuevo jefe será el general Félix Sanz Roldán, jefe de la cúpula militar entre 2004 y 2008 y hombre de la máxima confianza de Zapatero, con quien ha trabajado durante el último año en La Moncloa en la preparación de la Presidencia española de la UE en temas de Defensa. Por vez primera desde 2001, cuando el diplomático Jorge Dezcallar relevó al general Javier Calderón, los servicios secretos serán dirigidos por un militar, aunque sea en la reserva.
Saiz presentó su dimisión el pasado martes por la tarde, cuando acudió a La Moncloa para reunirse con el presidente del Gobierno. El jefe de los espías se tomó un largo fin de semana para reflexionar, hasta el punto de que el pasado viernes no acudió a la reunión semanal sobre inmigración que preside la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega.
Desde hace varias semanas, el director del servicio secreto sabía que tenía los días contados. La campaña sin precedentes lanzada contra él por el diario El Mundo -fue 12 veces noticia de primera página durante la segunda quincena de junio- encontró en el Gobierno una respuesta fría y distante. Zapatero se limitó a manifestar, el pasado día 22 en Abuja (Nigeria), que "la confianza la tiene toda persona mientras esté en un cargo de responsabilidad".
Fernández de la Vega, que en abril fue su gran valedora para lograr un segundo mandato de cinco años, dio por hecho su relevo el pasado viernes al afirmar que "el Gobierno decidirá con criterio de eficacia y voluntad de servicio público las personas que considera más convenientes y oportunas para ejercer un puesto de responsabilidad". Y agregó: "No es bueno que el trabajo de los servicios secretos se esté cuestionando de forma continua".
Ni la comparecencia de Saiz a puerta abierta en la Comisión de Defensa del Congreso, el 20 de mayo, ni tampoco sus explicaciones a puerta cerrada un mes después, ante la Comisión de Fondos Reservados, frenaron la cascada de denuncias a través de El Mundo ni la ofensiva del PP, que anunció su intención de mantener viva la polémica en verano en la Diputación Permanente del Congreso.
Con todo, lo que más preocupaba al Gobierno no era que las denuncias las lanzara el periódico y las recogiera la oposición: sino el hecho de que éstas, al margen de su veracidad, procedieran del seno del propio servicio secreto. "Hay áreas del CNI que están fuera de control", admitía recientemente un alto cargo de La Moncloa. Saiz también era consciente de ello. "Tenemos un problema interno que tendremos que resolver", dijo en mayo en el Congreso.
Pero el Gobierno no le ha permitido resolverlo. Al menos, no como él quería hacerlo. Tras asumir que su continuidad era insostenible, Saiz pidió unas semanas de prórroga y, sobre todo, carta blanca para limpiar la casa; es decir, para depurar a aquellos elementos que por falta de lealtad o compromiso eran sospechosos a su juicio de haber filtrado noticias periodísticas o puesto trabas a su tarea. Se trataba, en su opinión, de prestar un último servicio al centro, ya que él ya estaba quemado y para que quien le sucediera se encontrara con una situación más saneada.
La lista de agentes susceptibles de ser depurados que Saiz presentó al Gobierno incluía hasta 60 nombres, según fuentes conocedoras de la lista. Tras una tensa discusión, ni Zapatero ni la ministra Chacón quisieron darle luz verde. Si alguien tenía que poner orden en el CNI no podía ser la misma persona que lo había llevado a su actual situación.
El 24 de junio, sólo 24 horas después de que Saiz acudiera a la Comisión de Fondos Reservados (donde depositó facturas que a su juicio rebatían las denuncias de financiar actividades privadas con fondos públicos), la ministra de Defensa anunció en el pleno del Congreso la apertura de una "información completa, de forma reservada, sobre todas las circunstancias y hechos relativos a estas acusaciones".
El anuncio sorprendió a Saiz, que no conocía la apertura de la investigación. No fue el primer episodio de falta de comunicación entre ambos. Unas semanas antes, la ministra se había enterado a través de los medios de comunicación de la dimisión del jefe de la División de Contraterrorismo del CNI, con rango de subdirector general.
Ahora, Saiz no ha esperado a que Chacón regresara de su visita oficial a Estados Unidos para hacer pública su dimisión, a pesar de que fue ella la que llevó al Consejo de Ministros el decreto de su renombramiento, el pasado 24 de abril. La ministra aseguró ayer en Washington, no obstante, que conocía desde hace días su voluntad de dejar el cargo.
Con su renuncia voluntaria, Saiz se ha adelantado a una probable destitución. La investigación de Defensa, coordinada por la subsecretaria María Victoria San José, ha quedado obsoleta y, aunque se concluirá y Chacón tiene intención de entregarla a Zapatero, ya no tendrá efecto. Su objetivo no era tanto aclarar las presuntas irregularidades -de las que San José no ha hallado rastro alguno- como evaluar la idoneidad del actual director para seguir al frente del CNI.
Las circunstancias que han rodeado la dimisión de Saiz han condicionado la elección de su sucesor. Una de las razones por las que el primero no fue sustituido en abril -cuando cumplió el plazo de cinco años en el cargo que marca la Ley Reguladora del CNI- es porque Chacón, que apostaba por el cambio, no contaba con un nombre de consenso.
Entonces se buscaba un sucesor que garantizase la eficacia del centro en la lucha contra ETA y, por eso, se barajó el nombre del secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho. Ahora, la prioridad ha sido encontrar a alguien con suficiente autoridad como para devolver la disciplina al servicio secreto y taponar los agujeros por los que se han producido las fugas de información, más o menos fiable, que han minado la credibilidad de Saiz.
Además, agregan fuentes gubernamentales, la condición de militar de Félix Sanz supone, hasta cierto punto, un escudo ante las acusaciones de corrupción.
Aunque el nombre de Sanz se evaluaba desde el fin de semana, no fue oficial hasta ayer por la mañana. Luego, Zapatero telefoneó al líder del PP, Mariano Rajoy, para comunicarle el relevo. En contra de lo que se dice, Aznar no pactó con el PSOE la elección de Dezcallar. Pero, como ayer Zapatero, buscó un perfil no partidista, aceptable por la oposición.
"Evitar el deterioro del CNI"
El Centro Nacional de Inteligencia difundió ayer el siguiente comunicado sobre la dimisión de su director:
"El Secretario de Estado Director del Centro Nacional de Inteligencia, Alberto Saiz, tras un proceso de reflexión serena y profunda, ha presentado su dimisión al Presidente del Gobierno, a quien al mismo tiempo le ha agradecido la confianza y el apoyo (...).
Al margen del desgaste personal debido a la campaña mediática (...) contra su honor y su prestigio (...), Saiz considera que su dimisión ayudará a evitar un posible deterioro del funcionamiento del CNI, una cuestión que por responsabilidad con la Institución (...) y por su compromiso con la seguridad de los españoles no puede permitirse.
Asimismo, el Director del CNI considera que (...) su permanencia en el cargo podría acabar perjudicando la imagen del Gobierno de España (...).
(...) El Director del CNI quiere reiterar la falsedad de las acusaciones de las que ha sido objeto (...) y recordar que ha actuado con total transparencia, acudiendo a dar todo tipo de explicaciones tanto en la Comisión de Defensa como en la de Control de Gastos Reservados del Congreso, y dejando depositadas pruebas documentales que demuestran la falsedad de las imputaciones vertidas sobre su persona.
(...) El Secretario de Estado quiere mostrar su satisfacción por los buenos resultados que ha obtenido el servicio de inteligencia español en estos últimos años (...). A juicio de Saiz, preservar (...) que [el CNI] obtenga buenos resultados en las tareas que tiene encomendadas es lo único importante, ya que de ello depende en gran parte la seguridad, la libertad y el bienestar de los españoles".
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