Rajoy y las actas de ETA
El líder del PP desborda los límites conocidos en el uso electoral del terrorismo al colocar a la banda en el centro de la política nacional
Mariano Rajoy dedicó nueve de los 22 folios de su intervención inicial a interpelar a José Luis Rodríguez Zapatero sobre ETA y el fallido proceso para el fin dialogado del terrorismo. Y terminó como empezó, con ETA como cuestión central y como exigencia clave del último debate crucial de la legislatura la insólita reclamación a un presidente de que publique las actas de las conversaciones entre sus representantes y los de la banda antes del alto el fuego de marzo de 2006. Fue el colofón de un debate que perdió.
La exigencia final de Rajoy, que dejaría perplejo a cualquiera en un Parlamento europeo, también causó estupor en el Congreso e incluso sorprendió desfavorablemente a diputados del PP. Y es que Rajoy desbordó los límites en el uso del terrorismo de ETA como arma electoral al situar a la banda en el centro de la política nacional. Rajoy era consciente de que Zapatero, con una ETA amenazante tras dos atentados fallidos, no iba a entrar en el juego de dar pábulo a la banda. Por tanto, su apelación a las actas se podía interpretar como una invitación a ETA a que las publique.
El discurso de Rajoy sobre el proceso de paz estuvo dominado por errores de bulto
Hubo actas en la reunión del Gobierno del PP con ETA y nadie las reclamó
Rajoy sabe que en todos los procesos de diálogo que se han mantenido con ETA ha habido actas. Las hubo en las conversaciones que enviados del Gobierno de Aznar y ETA tuvieron en Vevey (Suiza), en mayo de 1999. A ningún partido se le ocurrió reclamarlas. Las publicó ETA en el diario Gara, meses después, cuando la banda rompió aquella tregua. Y cuando se publicaron, ningún partido exigió cuentas a Aznar porque procedían de ETA, pese a que recogían comentarios nada edificantes para los enviados de su Ejecutivo.
Las actas a las que apeló Rajoy no tienen mayor misterio, aunque el presidente del PP se lo quiso dar como golpe de efecto. Ya han sido prácticamente relatadas en Gara, en días sucesivos, y con el sesgo del entorno de ETA, durante la campaña electoral del 27-M y tras la ruptura oficial del alto el fuego, el 5 de junio. Entre ellas están las bases en que se inspiró el comunicado de alto el fuego de marzo de 2006.
Las referencias de Rajoy al proceso estuvieron dominadas por errores de bulto, que Zapatero calificó de "falsedades". Así, Rajoy dijo que el Gobierno pactó con ETA la "comedia de pedir permiso al Parlamento para hablar con la banda". La apreciación es errónea. El Gobierno no pudo pactar con ETA la resolución parlamentaria de mayo de 2005, a la que se refería, porque sencillamente no empezó a hablar con la banda hasta un mes después, el 21 de junio.
Tampoco es cierto, como dijo Rajoy, que "no había ninguna posibilidad" de lograr el fin de ETA porque Zapatero "sabía que no pensaba dejar las armas ni disolverse sin conseguir sus objetivos políticos". No es esa la apreciación de quienes conocen el proceso, como el presidente del PNV, Josu Jon Imaz. La Moncloa asegura que Rajoy estaba bien informado. El hecho es que los preacuerdos del alto el fuego de marzo de 2006 lo hacían posible al separar el diálogo con ETA sobre el fin de la violencia y el político, que protagonizarían los partidos. Era una cesión inédita en la banda. Pero ETA dio un giro en julio y terminó por no asumir la separación de esos diálogos. Fue en ese momento cuando el proceso entró en crisis.
Rajoy dijo que sentía "vergüenza" de que el Gobierno hubiera utilizado mediadores, pero el argumento se le vuelve en contra. También lo hizo el Gobierno de Aznar en 1999, que utilizó como tal al obispo Juan María Uriarte. Y tampoco se sostiene la afirmación de que el Gobierno "haya cedido" ante ETA, cuando la banda ha roto el proceso, precisamente, porque los enviados del Ejecutivo no aceptaron que Batasuna y ETA desbordaran el límite de legalidad que Zapatero impuso al proceso.
Zapatero evitó dar explicaciones sobre el proceso, aunque confesó que su compromiso de intentarlo se explicaba porque al llegar al Gobierno se encontró con 44 muertos de ETA en la legislatura anterior. Y vio posibilidades al dejar ETA de matar desde mayo de 2003 y pedir el diálogo.
Admitió su erróneo vaticinio de la víspera del atentado de Barajas, de que "al año siguiente estaremos mejor". Marcó posición al responsabilizar a ETA de haber imposibilitado el fin dialogado y comprometerse a ser "implacable" ante sus amenazas.
Con la intervención de Rajoy se pone difícil la unidad de los demócratas contra ETA. Pese a todo, Zapatero debe intentarlo porque es crucial quitar a ETA la baza de la desunión de los demócratas cuando pasa a la acción.
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