Un intelectual comprometido y tolerante
Recalde, encarcelado por el franquismo, ya sufrió ataques del entorno etarra en la librería de su esposa
El pasado mes de mayo, cuando ETA asesinó a José Luis López de Lacalle, José Ramón Recalde recordó, en homenaje a su amigo, una frase de éste: "A nosotros ya no nos para nadie". Ese "nosotros" era un guiño cómplice a la primera generación de resistentes antifranquistas de Euskadi. Los primeros en percibir el carácter fascista de la banda ETA y en condenarla, como habían hecho con el régimen de Franco.José Ramón Recalde, donostiarra de 68 años, igual que el asesinado José Luis López de Lacalle, pertenece al grupo de vanguardia, no más de una decena de personas, que se reunía, en el San Sebastián de finales de los cincuenta, en torno al escritor y dirigente socialista fallecido Luis Martín Santos. ETA, ayer, al ensañarse, otra vez, con el núcleo pionero que en Guipúzcoa abanderó la lucha contra la dictadura franquista, volvió a mostrar su auténtica naturaleza.
Recalde es en Euskadi y, particularmente, en su San Sebastián natal, un símbolo de tolerancia, de defensa de los derechos humanos y lo que se suele o solía entender como intelectual comprometido. Le avala su papel como universitario, referente de numerosas generaciones de jóvenes vascos que, desde los primeros años sesenta, frecuentaron las aulas de la ESTE (Escuela Superior de Técnicos de Empresa) dónde José Ramón es catedrático de Teoría y Sistemas Jurídicos. Intelectual enormemente respetado por los no nacionalistas, pero también por los nacionalistas democráticos, algunos de sus cargos institucionales actuales han sido alumos suyos.
También le avala su larga historia. Cuando, a fines de los años cincuenta, acudía a las tertulias donostiarras de Martín Santos, José Ramón ya tenía recorrido político.
Pertenecía a la primera generación estudiantil, la de los cincuenta, que se enfrentó a la dictadura en la Universidad, como Ramón Tamames, Javier Pradera... Con muchos de ellos sigue manteniendo relaciones. Su compromiso ético le llevó a la militancia política contra Francoa y fundó en Euskadi ESBA, la rama vasca del Frente de Liberación Popular (el llamado Felipe), que pese a su nombre tan aparatoso, fue una auténtica cantera de demócratas.
Recalde pasó dos años en la cárcel. Fue juzgado en un Consejo de guerra, tras ser torturado, con motivo de una redada de la Brigada político-social, la policía política del régimen franquista, cuando las huelgas de 1962. Abandonó la militancia activa cuando el Felipe se disolvió a comienzos de los setenta, pero nunca cedió en su compromiso intelectual a favor de la democracia, como independiente.
Cuando, en 1978, se pusieron en pie las instituciones democráticas en Euskadi, Recalde aceptó, manteniendo su calificación de independiente, que siempre ha defendido celosamente, la dirección del Departamento de Derechos Humanos del Consejo General Vasco, el primer gobierno de concentración que hubo en Euskadi. La oferta procedía del consejero de Interior del Consejo, el socialista Txiki Benegas. Desde su posición insobornable, José Ramón denunció, en aquellos años, los abusos de una policía aún no adaptada al nuevo sistema democrático.
Cuando en 1980 se constituyó el primer Gobierno monocolor nacionalista, que presidió Carlos Garaikoetxea, Recalde regresó a su vida privada y a la abogacía, pero participó en la vida pública con su docencia en la Universidad y la publicación de numerosos libros -como "La construcción de las naciones"- y artículos en los medios de comunicación en los que se convirtió en auténtico pionero en la defensa de la pluralidad de Euskadi y de la tolerancia frente a los abusos del nacionalismo radical.
Su actitud abierta y su denuncia, ya en los albores de la democracia, del riesgo totalitario del nacionalismo radical le ha colocado en el disparadero de los simpatizantes de ETA. Por ello, fue de los primeros hombres públicos vascos en ser tachado de "españolista". Igual que López de Lacalle, Fernando Múgica Herzog...
La diana fácil sobre la que se han cebado innumerables veces los amigos de ETA ha sido la librería Lagun, en la Parte Vieja de San Sebastián, regentada por su esposa, María Teresa Castells. María Teresa suele comentar frecuentemente la paradoja de ver su librería destrozada por los grupos de ultraderecha, en el franquismo y, ahora, por el entorno de ETA.
Recalde volvió a ser tentado por la política activa en 1987, con el primer Gobierno de coalición entre nacionalistas y socialistas. No pudo negarse a la oferta del primer vicepresidente socialista, Ramón Jaúregui, de responsabilizarse de la cartera de Educación. Respondía al proyecto que durante tantos años había teorizado: el de un Gobierno vasco plural para una Euskadi plural.
Recalde mantuvo su cualificación de independiente. Trabajó intensamente, como consejero de Educación del Gobierno vasco, presidido por el lehendakari José Antonio Ardanza, dentro de su proyecto de pluralidad, porque las ikastolas pasasen a la enseñanza pública. A Recalde le sustituyó en este puesto el socialista Fernando Buesa, asesinado el pasado febrero por ETA.
Posteriormente, y también en el Gobierno vasco de coalición entre nacionalistas y socialistas, aceptó la cartera de Justicia. Desde ese cargo (1991-1994) fue testigo de los escándalos de la etapa final del Gobierno socialista. Recalde, siempre incorruptible, no se calló y criticó en declaraciones no sólo los escándalos sino las actitudes evasivas del Gobierno.
Recalde abandonó la política activa en 1994, pero ha continuado con su compromiso intelectual en defensa de la pluralidad y de la democracia en Euskadi. Es de los vascos que ha querido permanecer en su tierra, aunque tuvo mil posibilidades laborales de cambiar de residencia.
El pasado nueve de mayo, a los pocos días de que ETA asesinara a su amigo José Luis López de Lacalle, Recalde escribía en este periódico un artículo titulado "Matar, morir". Decía José Ramón: "José Luis López de Lacalle ha derrotado la ignominia con una frase cuya verdad puedo testificar, a nosotros ya no nos para nadie". "La muerte es, desde luego, la detención final, el destino al que no podemos escapar. Pero al haber elegido morir, aunque lo maten, por defender su propia coherencia ética, esto es, su derecho a vivir como ha elegido, con libertad hasta el final, ha integrado el morir como el acto final de su propia trayectoria y ha impedido que la muerte que le han causado sea su derrota", proclamó Recalde.
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