El PSOE se juega su hegemonía en Andalucía con el felipista Griñán
El futuro presidente de la Junta, sin enemigos en el partido, es feminista convencido y defensor de la laicidad
"Un tal Griñán". Así tituló un diario cuando Felipe González nombró ministro de Sanidad al que el próximo miércoles será elegido cuarto presidente de la Junta de Andalucía. Dejó estupefactos a los que lo conocían, pero es cierto que José Antonio Griñán siempre ha ocupado un puesto de los de un paso atrás, se exhibe muy poco y desde que lleva las riendas de la economía andaluza, aún menos. Él suele justificar este retraimiento en un principio fundamental: no hables si no mejoras el silencio y no salgas si no mejoras el paisaje. "Cuando uno habla mucho se contradice y en economía contradecirse es muy malo", dice.
Ahora va a cambiar completamente de registro y lo hace sin ambicionarlo. El partido en el que milita desde 1975 lo ha elegido como presidente de la Junta en sustitución de Manuel Chaves. Con 62 años, a este madrileño al que Andalucía le ha dado una patria, lo ha ido a buscar el PSOE porque, frente a otras apuestas, era el único que garantizaba la paz interna entre los socialistas andaluces, además de reunir una serie de características que se asocian a la capacidad de liderazgo. Griñán accede al Gobierno en el peor momento para un dirigente, con una monumental crisis económica: la tasa de paro alcanza el 17,8%, la economía andaluza descenderá en 2009 en un 1,6% del PIB y se destruirán 120.000 empleos.
Su prioridad es la educación: "Ésa es la principal política económica", dice
Griñán es el único que garantizaba la paz interna en el PSOE andaluz
Si hay consuelo es que a este desolador panorama se enfrenta el resto de gobernantes en todos los rincones del mundo. Pero, además, Griñán, como todo el PSOE andaluz, se la juega en menos de tres años. La operación del relevo de Chaves se disputa a doble vuelta: si ganan las próximas elecciones, en 2012, y suman 34 años en el poder en Andalucía habrá salido perfecta, si no, será un desastre. Él ha exigido ser candidato en esa fecha, porque no quiere interinidades, pero sabe que es un candidato de transición y que serán las encuestas las que determinen si se ha consolidado o no.
Y es que ya estaba de retirada de la política, a la que ha dedicado toda su vida. Este licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla e inspector de Trabajo, ha sido viceconsejero de Trabajo con Rafael Escuredo en el primer Gobierno andaluz, consejero de Salud con Chaves en 1990 y de Economía, a partir del 2004, y ministro de Trabajo y de Sanidad con Felipe González, desde 1992 a 1996.
La propuesta de Griñán como sustituto la pactó Chaves con José Luis Rodríguez Zapatero cuando éste le ofreció al andaluz entrar en el Gobierno como vicepresidente de Política Territorial. Chaves ha reconocido que esa salida ha sido una "buena fórmula" para solucionar el "problema" de su sucesión, tras 19 años en el poder. Las encuestas publicadas a un año de las elecciones autonómicas recogen el cansancio del electorado con el proyecto socialista (las distancias se acortan a velocidad de vértigo) y un fuerte desgaste del ya ex presidente. El más consciente de esta situación, desde hace años, ha sido Chaves, pero las discrepancias sobre su sustituto siempre ha bloqueado su ida. Hasta ahora.
Griñán reúne algo muy valioso en estos momentos en el PSOE andaluz: no tiene enemigos, se lleva bien con todos y es visto como "el mejor" para pilotar un Gobierno en plena crisis económica. Los sindicatos y los empresarios lo consideran un negociador nato, que intenta convencer sin imponer. Pero si hay un rasgo que destacan los que le conocen es que es un socialdemócrata puro, que se enfurece cuando tocan los valores clásicos de la democracia.
Griñán es de los que cree en el Estado debe garantizar los servicios públicos fundamentales y que para eso necesita que el mercado funcione, genere empleo y así recaudar más para pagar la educación, la sanidad y las pensiones. "Hay que ayudar a los que se ayudan, a los que emprenden", le dijo a su partido el día de su elección como candidato, lo que levanta suspicacias en sectores del PSOE y puede traerle problemas.
"Seré de Felipe hasta que me muera", ha dicho, por eso no extraña que discrepe de algunas medidas de Zapatero como la de pagar 2.500 euros a las familias por tener un hijo. "No entiende el buenismo de Zapatero", dice un colaborador. Él destinaría ese dinero a guarderías. Es también jacobino y defiende la igualdad por encima de los particularismos territoriales. Algunos vaticinan que el cargo de presidente andaluz le llevará a envolverse con la bandera blanca y verde, como le ha ocurrido a todos sus antecesores. Griñán no comprendió nunca el afán de sus compañeros en poner en el nuevo Estatuto andaluz la alusión a la "realidad nacional" de Andalucía. Ese debate lo irritaba profundamente, pero manifestaba su enfado en privado.
Es un feminista convencido y hace profesión de laicidad. "Yo no voy a decirle a la Iglesia lo que es pecado o no, pero que deje a la sociedad decir qué es lo que es delito o no", opina respecto a la modificación de la ley del aborto. Sobre la oposición de la jerarquía católica a la investigación con células madre considera "indecente" el anteponer ciertos argumentos morales a la ciencia.
El próximo presidente se ha marcado como prioridad la educación -"ésa es la principal política económica"-. Los que lo conocen llevan años escuchándolo decir eso, pero algunos socialistas levantan las cejas y se preguntan de dónde va a obtener el dinero. "La política es priorizar el gasto", advierte. Pero los resultados en este terreno no son cortoplacistas y Griñán ha empezado la carrera electoral de 2012 con el reloj en marcha. Puede ganar las novenas elecciones para su partido, pero también puede pasar a la historia como el candidato con el que el PSOE perdió su hegemonía en Andalucía. Su apuesta es de doble vuelta.
"El hombre que lo sabe todo"
Entre sus amigos, Griñán tiene un apodo: "El hombre que lo sabe todo". Cuando tienen una duda de cualquier tema (cine, música, literatura, historia) acuden a él. Lo definen como un ilustrado, muy culto, con una memoria prodigiosa. En una cena con la escritora Almudena Grandes, hablaba de todos los personajes de El corazón helado como si fuera su familia.
Colecciona frases hechas de los periódicos que anota en una libretita, como "necesidad imperiosa", "lujo asiático", "recuerdos imperecederos", "cese fulminante", "defensa numantina" o "escote generoso".
Griñán ha pedido, sin éxito, a los periodistas que cuando escriban de él no pongan José Antonio. Nunca le han llamado así, no se identifica. "Pon Pepe Griñán".
Pese a sus 34 años de militancia, ni controla ni conoce por dentro el PSOE. "Cree que una asamblea de una agrupación es como la de una comunidad de vecinos, no es un hombre de aparato", afirma un veterano militante.
Es de los pocos políticos que atribuye los éxitos de su gestión a su equipo -"eso lo ha hecho Carmen Martínez Aguayo [viceconsejera] o Antonio Ávila [secretario de Economía]"-, a los que de vez en cuando les canta fragmentos de ópera, una de sus pasiones, junto a la hípica. Cuando alguien empieza a trabajar con él les recomienda que lea París, 1919 para que "aprendan de política". Le ven un defecto: los ataques de genio. "Eso es porque es cabezón", dice uno; "eso es porque es soberbio y está pagado de sí mismo", apunta otro.
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