Interior espía medio centenar de barcos piratas en Conakry
El Gobierno teme que preparen una avalancha de inmigrantes a Canarias
El puerto de Conakry es un lugar poco recomendable. En él se dan cita algunos de los marinos con menos escrúpulos del planeta y decenas de viejos barcos con un pasado tan turbio como el de sus tripulantes. El Ministerio del Interior está convencido de que unos y otros jugarán pronto un papel principal en el tráfico de inmigrantes hacia Canarias. Por eso los espías españoles mantienen bajo estrecha vigilancia medio centenar de buques anclados en la bahía. Los éxitos cosechados este año en la lucha contra la inmigración irregular son, paradójicamente, causa de desasosiego en el Ministerio del Interior.
El cierre de las vías de los cayucos alimenta la opción de los buques
La península del Galgo se ha convertido en lugar de avituallamiento
La cooperación con varios países de África occidental ha conseguido reducir en un 68% el número de inmigrantes subsaharianos que alcanzaron en 2006 las costas de Canarias. Pero la experiencia demuestra que cuando una ruta migratoria se cierra, otra se abre.
Clausurado o muy entorpecido su paso por Marruecos, por el Sáhara Occidental, por Mauritania y, en buena medida, por Senegal, los inmigrantes subsaharianos se desplazan más al sur. Hacia Guinea-Bissau y Guinea-Conakry. La distancia entre estos países y Canarias es demasiado larga (unos 2.500 kilómetros) para intentar una travesía en cayuco. La opción más lógica son los viejos barcos anclados en la bahía de Conakry y, un poco más al norte, en Kamsar.
Esos buques utilizan banderas de conveniencia, de modo que antes de abordarlos las autoridades españolas precisan el permiso de los gobiernos a los que supuestamente pertenecen. Las gestiones en alta mar y en los despachos diplomáticos pueden prolongarse varios días. De ahí que expertos de Frontex (Agencia Europea de Control de Fronteras) hayan alertado sobre la posibilidad de que los traficantes utilicen un barco como cebo entre Senegal y Cabo Verde, mientras con otros rodean ese archipiélago y se dirigen hacia su objetivo: Canarias.
En este momento, la mayoría de los cayucos que llega a Canarias sale de dos puntos de África occidental difíciles de controlar por las autoridades locales. El primero está en la Casamance, una región situada en el sur de Senegal y donde una guerrilla independentista hostiga a las autoridades del país. El segundo se halla en la península del Galgo, al sur del Sáhara Occidental. Durante la etapa colonial, la mitad occidental de esa lengua de tierra estaba controlada por España. Pero, tras la ocupación del territorio por Marruecos, se convirtió en tierra de nadie. El Ejército de Mauritania mantiene allí una guarnición, con el consentimiento de marroquíes y saharauis. Pero las fuerzas del orden tienen vedado el paso. Esa situación peculiar ha convertido las playas de la península en una guarida de contrabandistas. Desde allí zarpan cayucos y, sobre todo, son abastecidos otros que llegan costeando desde el sur.
La península del Galgo y la Casamance ilustran la importancia de la cooperación de los países del África occidental para combatir la inmigración irregular: son precisamente esos lugares en los que los Gobiernos no ejercen completamente su autoridad donde se instalan los traficantes de personas.
El general de división de la Guardia Civil Francisco Gabella, que dirige el Centro de Coordinación Regional de Canarias, desde donde se engrasa el despliegue multilateral y multinacional en torno al archipiélago, resalta la colaboración de Senegal, de Mauritania, de Marruecos y de Cabo Verde. Las autoridades españolas son conscientes de que si algún día los gobiernos de esos países deciden romper la baraja, será imposible frenar a los inmigrantes.
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