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ETA moviliza a sus presos, expulsa a disidentes y Otegi se desmiente

La banda intenta condicionar el fin del debate de la izquierda 'abertzale'

Luis R. Aizpeolea

ETA ha irrumpido en el debate interno que desde hace tres meses mantiene la izquierda abertzale sobre su futuro, precisamente cuando la discusión entra en su fase final. Contra lo que suele ser habitual, los terroristas no se han pronunciado con un atentado, al menos hasta el momento. Desde el 9 de agosto, la banda mantiene las armas en un silencio que el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha advertido que puede romper en cualquier momento. Lo que sí ha hecho ETA estos últimos días ha sido hacerse notar con gestos ante la izquierda abertzale para marcar los límites a su debate interno.

Su primera manifestación fue la expulsión, anunciada el lunes a través del colectivo de presos, de cinco de sus reclusos disidentes que se habían acogido a beneficios penitenciarios: Valentín Lasarte, Iñaki Rekarte, Esteban Murillo, Andoni Muñoz y Jorge Uruñuela. La banda prohíbe a sus presos abonar indemnizaciones por responsabilidad civil, así como solicitar permisos y pases a diferentes grados penitenciarios. Los cinco venían incumpliendo las normas de ETA desde hacía tiempo. Dos de ellos trabajaban en el economato de la cárcel, con sueldo, y los otros tres han salido unos días de prisión con permiso.

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ETA decidió hacer pública la expulsión de los cinco disidentes a la vez que llamaba a movilizaciones de protesta de sus presos contra el Gobierno. Ha elegido con cuidado el momento: la movilización en la calle del pasado fin de semana en Bilbao a favor de los presos, en coincidencia con el final del debate interno en la izquierda abertzale.

ETA sabe que de los 750 presos que tiene repartidos en España y Francia, 40 están en abierta disidencia con su dirección y la mayoría de los restantes comulgan con las vías políticas que propone Arnaldo Otegi para salir de la crisis en que está metida la izquierda abertzale desde su ilegalización.

Con las cinco expulsiones y las movilizaciones, la banda trata de establecer un cordón sanitario entre los presos disidentes, la mayoría de ellos encarcelados en las prisiones de Zuera (Zaragoza) y Villabona (Asturias), y los restantes. Teme que crezca la lista de discrepantes entre quienes apuestan por vías políticas aunque están sometidos a la disciplina del colectivo, ya que entre los presos etarras está bastante extendida la conveniencia del abandono de las armas. Sobre todo, desde que la banda rompió la última tregua, en junio de 2007, sin tener en cuenta su opinión.

Al mismo tiempo, Arnaldo Otegi ha desmentido que él escribiera una carta dirigida a un preso de ETA, en la que decía: "Quien se resiste a dejar la violencia o no está en sus cabales o trabaja para el enemigo". Otegi ha tardado dos semanas en desmentir la autoría de la misiva, ofensiva para ETA, que en el mismo momento de su publicación tuvo enorme eco mediático. Este dato, unido a que el diario que la publicó, el vasco Deia, sostiene su veracidad, hace sospechar que Otegi ha sufrido presiones para rectificar su posición. El desmentido coincide, además, con un duro ataque desde el diario Gara, próximo a la izquierda abertzale, contra los dos grupos mediáticos que más han informado del debate interno en el mundo de Batasuna, Prisa y Noticias del País Vasco.

La actitud de Otegi ha traído a la memoria su tradicional acatamiento a ETA en todas las vicisitudes históricas. Las últimas veces, en diciembre de 2006, tras el atentado de la banda contra la T-4, y en junio de 2007, cuando los terroristas decidieron romper la tregua.

Otegi, una vez más, en esta ocasión, apuesta por vías políticas y quisiera que ETA le siguiera en esa línea. Pero no está dispuesto a desmarcarse de la banda si ésta persevera en el terrorismo, porque quiere capitalizar su historia y no desea convertir a la izquierda abertzale en otro Aralar.

De ahí que crezca el escepticismo de los partidos en torno a su propuesta, que no es otra que movilizar al soberanismo vasco para obligar a negociar al Gobierno. Así, el portavoz del PNV en el Congreso, Josu Erkoreka, señaló ayer que no ve "novedades" en la nueva propuesta de la izquierda abertzale, pues "en su formulación y contenido constituye una repetición literal de lo ya planteado".

Erkoreka ve la novedad en "la llamada desesperada de la izquierda abertzale a otras siglas para que le den cobertura". Y esas siglas -ELA, EA y Aralar- exigen previamente que ETA abandone la violencia.

Ante esta cuestión de fondo, ni siquiera los expertos en conflictos con que ha conectado la izquierda abertzale, que en otras ocasiones han estado al tanto de las intenciones de la banda, saben qué hará ETA.

Así, la Comunidad de San Egidio, especialista en mediación en conflictos entre gobiernos y grupos rebeldes, que participó en procesos de negociación anteriores, se encuentra en esta ocasión fuera del tema.

El que se ha implicado a fondo ha sido el surafricano Brian Currin, pero más en calidad de asesor de la izquierda abertzale que de mediador. Sus principales esfuerzos se dirigen a lograr que el mundo de Batasuna pueda recuperar la legalidad, tras las conclusiones finales de su debate interno, por su teórica apuesta por las vías políticas.

Otegi (izquierda) y  Díez Usabiaga, en octubre de 2008 en Bilbao.
Otegi (izquierda) y Díez Usabiaga, en octubre de 2008 en Bilbao.S. CIRILO

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