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Portazo de Álvarez-Cascos a Rajoy

Cascos deja el PP y Rajoy teme que se presente en Asturias

El hombre clave de la derecha en los 90 culpa al actual presidente del PP de su portazo - El líder popular le hizo creer que sería candidato

Carlos E. Cué

La virtud que más consenso concita a la hora de definir a Mariano Rajoy es la de su capacidad de supervivencia. Ha pasado por todo en política -y en la vida, ha sobrevivido a dos graves accidentes- y siempre sale a flote. Desde ayer, tiene un nuevo trago que superar. Lo que en psicología se define como matar al padre. El líder popular que ayer abandonó el partido, Francisco Álvarez-Cascos, fue el hombre que, hace 20 años, cuando era el secretario general del PP -apodado general secretario- le dijo a José María Aznar que quería meter a un jovencísimo Rajoy en la cúpula del PP. Aznar aceptó, y el ahora líder popular empezó ahí, como vicesecretario de Organización, su larguísima carrera en el aparato.

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Veinte años después, Rajoy se desayunó ayer con la bofetada mayor que se puede dar en política: Cascos anunció, en una durísima pero muy medida carta, que deja el PP después de 34 años de militancia. Es un golpe para el PP comparable al que sufriría el PSOE si Alfonso Guerra, que también fue su todopoderoso número dos, lo abandonara. Cascos representa, con José María Aznar y Rodrigo Rato, el renacimiento de la derecha española en los 90 tras suceder a Manuel Fraga.

Rajoy, que creció a la sombra de todos ellos, está distanciado de los tres. Él y Javier Arenas son ya los únicos supervivientes en primera línea de los aznaristas que llevaron al PP a la victoria en 1996. Pero lo de Cascos de ayer, menos de 48 horas después de que el Comité Electoral Nacional decidiera dar un portazo a su intento de ser el candidato a la presidencia de Asturias en las elecciones regionales, es mucho más que un desencuentro.

La salida del partido puede tener una consecuencia política directa en las elecciones autonómicas de mayo, claves para Rajoy. Varios dirigentes consultados ayer temen que Cascos monte un partido en Asturias con sus partidarios -entre ellos, varios alcaldes y diputados autonómicos- y rivalice con la candidata que acaba de escoger el PP, Isabel Pérez- Espinosa, mano derecha del alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, en el Ayuntamiento. En el entorno de Cascos no se descarta ni mucho menos esta salida y se insiste en que tanto el ambiente en la militancia como las encuestas internas muestran que Cascos tiene espacio para presentarse.

Tras la ruptura con UPN en 2009, que complica las aspiraciones del PP en Navarra, otra escisión del PP asturiano es lo último que necesita Rajoy y es algo que favorece a sus rivales socialistas.

La salida de Cascos vino precedida de unas horas tensas en el PP, en las que el ex vicepresidente primero del Gobierno -Rajoy le sucedió en ese puesto- habló con sus valedores, entre los cuales están Esperanza Aguirre y José María Aznar, que hace dos semanas le avaló en una carta pública: "Te deseo suerte en los proyectos que tienes ante ti, porque tus éxitos serán los de todos los españoles". Aznar, coinciden diversas fuentes, intentó frenar la salida de Cascos del PP, pero no lo logró.

Cascos no es ningún outsider. De hecho, en el largo proceso de su candidatura ha recibido el apoyo de marianistas convencidos como Alberto Núñez Feijóo, presidente de Galicia, y contaba con el respaldo de Javier Arenas y Ana Mato. Dolores de Cospedal era su principal enemiga en la cúpula.

Algunos marianistas estaban ayer contentos porque el líder sigue en la línea de romper con el aznarismo, del que él mismo viene. "Rajoy no es un revolucionario pero sí un reformista, que está construyendo un centro derecha moderno, abierto", explicaba uno de sus próximos. Son los mismos que se decepcionaron cuando Rajoy nombró a Jaime Mayor candidato a las elecciones europeas.

Los casquistas y en general los veteranos del partido están indignados con la manera que tiene Rajoy de gestionar los conflictos internos. Todos admiten que Cascos no es un personaje sencillo, pero aseguran que Rajoy ha hecho con él algo muy parecido a lo que hizo con otros, por ejemplo Alberto Ruiz-Gallardón: dejar que crean que cuentan con el apoyo del líder para que se quemen públicamente y queden debilitados para cuando se tome la decisión.

Los casquistas insisten en que al menos en dos ocasiones Rajoy y Cascos hablaron y el líder, lejos de cortar el intento del asturiano de ser candidato, le hizo pensar que contaba con su apoyo. De hecho, todos los que han hablado con Rajoy del asunto en los últimos meses insisten en que él apostaba por Cascos porque las encuestas le daban vencedor. Por eso los casquistas hablan de humillación, ya que el ex secretario general se enteró de que no iba a ser candidato por la prensa.

En la carta que envió ayer a la calle Génova, Cascos culpa claramente a Rajoy de su salida. Dice que deja el PP por "dignidad personal" ya que la dirección nacional no hizo nada después de que dirigentes del PP asturiano, entre ellos el alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, le insultaran. Incluso acusa a la dirección de Rajoy de "complicidad" en los insultos.

Los veteranos estiman que Rajoy está tan fuerte en las encuestas que se puede permitir el lujo de enfrentarse con Cascos e incluso de perder en Asturias -donde no gobierna- a cambio de lanzar un mensaje que le viene bien electoralmente: que se enfrenta al sector duro, al aznarismo.

Cascos no es un personaje apreciado por los marianistas. Y su salida le granjeará más enemigos. "Nulla salus extra PP", ironizaba ayer un veterano jugando con la frase en latín "no hay salvación fuera de la Iglesia". Lo cierto es que, hasta ahora, nada ha funcionado fuera del PP.

Rajoy y Álvarez-Cascos, en 2002, cuando ambos formaban parte del Gobierno de Aznar.
Rajoy y Álvarez-Cascos, en 2002, cuando ambos formaban parte del Gobierno de Aznar.CLAUDIO ÁLVAREZ

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