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Reportaje:

Cómo acabar de una vez por todas con el déficit de tarifa

La propuesta de Industria lo recortará en dos tercios durante 2006

Jesús Mota

Con una firmeza poco corriente en la trayectoria política reciente del ministerio de Industria, José Montilla anunció el martes la próxima aprobación de un conjunto de medidas encaminadas a "aumentar la competencia del mercado eléctrico" y detener "la escalada de precios en el mercado mayorista de electricidad". Cualquier intento de este tipo, loable por naturaleza, significa bien poco si no se precisan un poco más los obstáculos legales, administrativos o de procedimiento que deben disolverse para mejorar el deteriorado mercado eléctrico. Afortunadamente, Montilla precisó uno de ellos: acabar con el llamado déficit de tarifa, ese truco que permite a las empresas -Endesa, Iberdrola, Unión Fenosa, Hidrocantábrico, Viesgo...- decidir cuanto dinero les debe reconocer el Gobierno como diferencia entre la tarifa oficial y el precio que aparece en el mercado mayorista. Como este mercado es más bien un rastrillo en el que las compañías alteran los precios a su conveniencia, resulta imperativo corregir sus evidentes manipulaciones, bien mediante alguna disposición legal que impida el abuso, bien derogándolo si se consideraba que era imposible mejorarlo o reformarlo. El equipo energético ha optado por la primera solución.

Las compras y ventas de electricidad entre empresas del mismo grupo, aplicadas a la misma hora, se liquidarán por la diferencia neta

Por esa razón tiene cierto interés explicar cómo se genera el déficit de tarifa y cómo pretende suprimirlo el Gobierno. Una decisión de importancia, porque las eléctricas se apuntaron en sus cuentas unos ingresos de 3.561 millones de euros que son de obligado reconocimiento por parte del Ejecutivo, como establece la Ley Eléctrica en vigor. Ley, por cierto, impulsada y aprobada por Josep Piqué en su tarea de primer ministro de Industria del PP, en aquella legislatitura que tantos favores recibieron las compañías eléctricas -Endesa e Iberdrola en particular- de sus bienhechores populares.

En el sistema de liquidación actual de los ingresos de la energía eléctrica (gráfico 1), la empresa de generación (Endesa, Iberdrola o cualesquiera), señalada como Generador A, vende una cantidad de electricidad al Operador del Mercado Eléctrico (OMEL) a cambio de un precio; esta sería la primera operación. En la segunda operación, la misma compañía, quizá a través de su distribuidor, compra electricidad en OMEL, por la que paga un precio (segunda operación); y, en una tercera operación, vende la electricidad comprada al consumidor final a precio de tarifa (consumidor doméstico). Naturalmente, puede que además venda a un consumidor con contrato libre; por lo cual una comercializadora (comercializador A en el gráfico) tenga que comprar energía en OMEL para venderla después a ese consumidor libre. Como puede que compre más electricidad de la que ha vendido inicialmente a OMEL, es necesario que Otro Generador venda electricidad al sistema, que, a su vez, podrá repetir las operaciones marcadas para A.

Tarifa y mercado

Resulta que interviene otro factor de coste para el Generador A. Para vender la electricidad al consumidor a tarifa y al libre, tiene que pagar un precio de acceso a la red eléctrica. Estamos en condiciones de calcular el déficit de tarifa del generador A: será la diferencia entre la cantidad que haya ingresado por vender su electricidad a OMEL (primera operación), aumentada por lo que haya percibido de su venta a ambos consumidores (a tarifa y libre), que sería la tercera operación, menos los costes de acceso a la red y menos las compras de electricidad a OMEL (segunda operación).

El truco de estas operaciones, que explica la producción impune y continuada del déficit de tarifa, es que las eléctricas deciden mediante la manipulación del mercado el precio al que venden la electricidad a OMEL, mientras que el Gobierno fija la tarifa a que se vende la electricidad al consumidor; de forma que las compañías sólo tienen que elevar artificialmente los precios de la primera operación -precio que el Gobierno está obligado a reconocer-, para que aparezca un déficit de tarifa.

Para evitar este síndrome de déficit eterno que producen las empresas, Montilla y su equipo energético (escaso y mal avenido, pero esta es otra historia) proponen liquidar por el neto (gráfico 2) en el caso de los intercambios de generadores y comercializadores y distribuidores de un mismo grupo empresarial en una misma hora. Si una compañía eléctrica vende una cantidad a OMEL (por ejemplo, 10 megawatios) y compra otra cantidad, quizá a través de una empresa vinculada, (por ejemplo 12 megawatios) para vender a sus consumidores libres y a tarifa, Industria propone que sólo genere déficit la diferencia (2 megawatios); los diez que vende y diez de los doce que compra se consideran una transferencia interna y, por lo tanto, serán pagados al precio de la tarifa, muy inferiores a los que marca el mercado contaminado de las eléctricas y sus vinculadas.

Menos de 1.000 millones

El resultado de esta decisión, si se aplica correcta y contundentemente, puede acabar con el déficit de tarifa en todo o en parte. Algunos cálculos al respecto indican que aproximadamente el 75% de la energía que se negocia cada hora pasará a liquidarse según los precios implícitos (tarifa o contrato), con lo cual no generarán déficit. Aunque se aplicara tal cálculo sin efecto retroactivo, es muy probable que el déficit generado durante 2006 apenas supere los 1.000 millones de euros.

La norma debe tener una forma legal. Probablemente bastaría con un cambio en el sistema de liquidación; pero quizá el ministerio, acuciado por las inevitables presiones de las empresas, decida una norma de rango superior (decreto). El movimiento táctico de respuesta de las compañías puede ser la petición de un aumento significativo de las tarifas que fija el gobierno, con el fin de acorta la distancia entre el precio final de venta al consumidor y el precio al que se liquidan (hasta ahora) las transacciones. Quedamos a la espera de los acontecimientos, a ver si José Montilla y su diminuto equipo energético tienen capacidad para resistir el pulso que se avecina.

Iñigo Oriol, presidente de Iberdrola, y José Montilla.
Iñigo Oriol, presidente de Iberdrola, y José Montilla.EFE

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