El enviado de la Casa Blanca se topa con nuevas exigencias de Israel
George Mitchell insiste en Jerusalén en la existencia de dos Estados.- Israel pide ahora como condición que los palestinos reconozcan al Estado judio
Desencuentro en el estreno. Este jueves ha comenzado su andadura George Mitchell, enviado especial de Barack Obama para Oriente Próximo, y el disenso entre el Gobierno ultraderechista israelí y la Administración de EE UU se hizo patente. Mitchell ha insistido en Jerusalén en la meta de los dos Estados y reclamado al Gobierno israelí que clarificara su postura.
Lo hizo el primer ministro Benjamín Netanyahu para lanzar un jarro de agua fría. "Los palestinos tienen que reconocer primero a Israel como Estado judío antes de hablar de dos Estados para dos pueblos", ha advertido Netanyahu. Ya no basta que se admita la legitimidad de Israel. Ahora el Gobierno estima inexcusable esta condición, lo que acarrearía consecuencias para el millón largo de palestinos que habitan el país. Las exigencias añadidas que plantea Israel -acabar con las amenazas iraní y la de Hezbolá en Líbano, desmantelar las milicias palestinas...- se multiplican.
Si han de cumplirse todos los requisitos que demanda el nuevo Ejecutivo de Netanyahu, no habrá negociación. Salvo que la Casa Blanca ejerza una presión política feroz que fuerce a Israel a dialogar con la Autoridad Palestina sobre los asuntos más espinosos del conflicto: evacuación de territorios ocupados, Jerusalén, reparto del agua, seguridad... No es habitual que algo así suceda. Sólo la Administración de George W. Bush, a comienzos de los años noventa, congeló las ayudas financieras y obligó al intransigente primer ministro Isaac Shamir a acudir a la conferencia de Madrid.
Netanyahu se niega a pronunciar las palabras dos Estados, y el jefe de la diplomacia, Avigdor Lieberman, habla de "prepararse para la guerra" y de que el "proceso de paz está muerto". "Irán con armas nucleares y misiles de largo alcance; Hamás y Yihad Islámica en Gaza; Hezbolá en Líbano. Estos son los verdaderos problemas. Si buscamos una solución estable para el problema palestino, debemos detener en primer lugar la expansión de la amenaza iraní", comentó Lieberman a Mitchell. El titular israelí de Exteriores sólo habla de que hay que proponer "nuevas ideas".
"Nadie sabe todavía a qué se refiere con las nuevas ideas. Tal vez lo sepan tres o cuatro personas", aseguraba este jueves preocupado un alto funcionario del Ministerio de Exteriores. Algo similar sucede con la "paz económica" para Cisjordania planteada por Netanyahu, jefe de un partido, el Likud, cuya carta fundacional no reconoce el derecho de los palestinos a fundar su Estado.
La paz económica también huele a quimera. 1.600 kilómetros cuadrados de Cisjordania ya son definidos como tierras del Estado de Israel. En esa extensión, casi un tercio del territorio ocupado, los palestinos no pueden planificar actividad alguna. Hay más: el 60% de Cisjordania permanece bajo control del Ejército israelí, un área en la que apenas se permite la construcción de viviendas o fábricas. En 1972 se otorgaba el 97% de las solicitudes presentadas por los palestinos. En los últimos años ronda el 5%. Paliar el hundimiento económico es una tarea descomunal: la inversión privada se hundió un 15% en 2006, sin recuperación posterior. En Gaza, regido por Hamás, el desastre adquiere proporciones mayúsculas.
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