El Atlético, en el paraíso
Sin despeinarse, los de Abel despachan al Panathinaikos y certifican su presencia en la 'Champions'
Sin despeinarse, sin sufrir una sola magulladura, sin rival, con poco fútbol, con el viento a favor, con los deberes hechos antes de empezar, con una pasmosa facilidad, el Atlético firmó ayer su presencia entre los grandes de Europa, en la próxima Liga de Campeones, donde estará tras demoler a un rival, el Panathinaikos, que nunca supuso una amenaza. El Atlético, sin inmutarse, logró su objetivo, ¿quién lo dudaba?, y vivió la noche más plácida que se recuerda.
El 2-3 de la ida tuvo efectos balsámicos para un Atlético que se jugaba el pescuezo, y algo más, en el envite. Así que se vio ante el paisaje soñado. Y más soñado, ya cercano al éxtasis, fue el panorama con el que se encontró a las primeras de cambio, a los tres minutos, momento en el que Heitinga, cuyas correrías por la banda derecha están dando frutos inesperados, sacó un centro combado con la zurda, al segundo palo, donde había iniciado el desmarque Forlán. El uruguayo oteó el vuelo de la pelota y la cazó sin dejarla caer, rumbo al borde del área pequeña. Allí estaba Agüero, presto a meter la bota. No hizo falta. Vintra llegó antes que él y golpeó el balón hacia su propia portería, donde lo incrustó sin que a Galinovic, el portero, le diera tiempo ni a salir en la foto.
ATLÉTICO 2 - PANATHINAIKOS 0
Atlético: Asenjo; Heitinga, Juanito, Ujfalusi, A. López; Maxi, Assunção, Raúl García (Cléber, m. 62), Simão (Reyes, m. 86); Agüero y Forlán (Jurado, m. 82). No utilizados: Roberto; Perea, Domínguez y Sinama.
Panathinaikos: Galinovic; Moon (Salpingidis, m. 53), Vintra, Sarriegi, Darlas; Gilberto Silva, Katsouranis (Simão M., m. 87); Gabriel, Ninis (Christoudoulopoulos, m. 63), Leto; y Djibril Cissé. No utilizados: Tzorvas; Bjarsmyr, Spiropoulos y Petropoulos.
Goles: 1-0. M. 3. Vintra, en propia puerta. 2-0. M. 83. Agüero, de tiro raso.
Árbitro: Pieter Vink (Holanda). Expulsó a Cissé (m. 71) con tarjeta roja directa. Amonestó a Katsouranis, Gilberto, Salpingidis, Christoudoulopoulos y Sarriegi.
Incidencias Vicente Calderón: 40.000 espectadores. Partido de vuelta de la cuarta y última ronda previa de la Liga de Campeones. Resultado global: 5-2 a favor del Atlético.
A los tres minutos, un autogol griego dejó al Atlético en el escenario soñado
No había abierto aún la boca y el Atlético ya tenía un gol en el zurrón, amén de poner la eliminatoria no ya a favor, sino resuelta en la teoría y en la práctica. Así que encaró el partido con una tranquilidad inusual por estos lares. El Panathinaikos, que no creía en lo que, más que remontada, era un milagro, se dispuso a aguantar el chaparrón, incapaz como se veía de firmar tres goles y que su rival no aumentara la cuenta.
Sólo el argentino Leto, un chico que intentó triunfar en el Liverpool antes de que Anfield se lo tragara, echó cierto criterio a su actuación. Pero lo hizo de forma tan intermitente que, tras dos detalles de calidad, se abandonó a la generalizada galbana que inundó a su equipo.
Sin que nadie le pusiera en apuros ?Asenjo no tuvo más que rechazar sendos chutazos de Leto, que aún en sus ratos de ocio fue el mejor de su equipo, y Christoudoulopoulos?, el Atlético se dedicó a marcar el ritmo del juego, lo que hizo con una facilidad casi indecente, y dejar que el reloj avanzara. Assunçao y Raúl García apenas se vieron incomodados por los rivales en la zona de creación, por lo que les fue sencillo conectar con el ataque. Otra cosa es que la inspiración, que habitualmente acompaña a los delanteros, apareciera ayer con cuentagotas.
Lo mismo dio que la defensa griega fuera de plastilina, más allá de la omnipresencia del español Sarriegi. El Atlético jugaba a medio gas, con el examen aprobado hace una semana, sin urgencia alguna. Se gustó en alguna que otra ocasión para solaz de un público que, a falta de fútbol, se entretuvo con ciertos detalles de calidad. Como el pase de tacón de Forlán al que no llegó Agüero, propio de Kaká o de genios como el uruguayo; o la delicia de Simao, que allá en la banda derecha pinchó con la punta de la bota un balón que bajaba como una piedra del cielo, y que dejó clavado en su pie; o la rabona que se inventó Maxi, desde la línea de fondo, que sólo dejó de ser una obra de arte cuando un defensa griego llegó antes que cualquier rojiblanco; o, en fin, el jugadón de Agüero, monumental, que supuso el segundo gol y que echó el cierre a una eliminatoria de la que el Atlético fue dueño y señor de principio a fin. Recogió el balón el Kun fuera del área grande, cayéndose se fue de un rival, irguiéndose encaró a otro, al que tumbó con un regate, antes de entrar en el área por la izquierda, el balón cosido al pie, despachándolo con un zurdazo que se coló entre las piernas del portero.
Nada pasó a partir de entonces, más allá de la división de opiniones con la que el público recibió cada acción de Reyes, una anécdota en un partido que sería anecdótico si no fuera por lo que se jugada el Atlético, un Atlético que en el minuto tres ya estaba en el paraíso y que allí sigue, cumpliendo con el ineludible deber de hacerse un hueco entre los grandes de Europa. Entre ellos está.
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