Murray cae ante la paciencia de Nadal
El tenista español jugará su quinta final en Montecarlo ante Djokovic tras cumplir un duelo con un final complicado (6-2, 7-6)
Incómodo por un bolsillo rebelde e intimidado por el empuje insostenible de Rafael Nadal, Andy Murray dijo adiós a Montecarlo dejando sobre la tierra una lista de carencias que tendrá que resolver si quiere hacerle sombra al número uno en los próximos torneos en esta superficie. El balear saltó a la pista e impuso las reglas de su juego desde el primer minuto. Murray, obediente y desesperado primero, subversivo después, se vio arrastrado en gran parte del partido por el tenis de su rival sin la agresividad tan efectiva mostrada desde que comenzó la temporada. Resurgió solo al final y comprometió una victoria que pudo ser más abultada, pero ni siquiera el servicio le fue suficiente para evitar la derrota. Al final, 6-2 y 7-6 . Rafa luchará ante Djokovic por su quinta final consecutiva en el principado.
Lo intentó el escocés de todas las maneras. Golpes largos, cortos, globos, cambios de ritmo, peloteos eternos y derechazos ajustados a la pintura. Nada de eso fue suficiente, y lo poco que consiguió fue a base de fogonazos y exceso de confianza del español. No tuvo Murray una táctica concisa, y cuando el cansancio de perseguir pelotas al fondo de la pista empezó a asomarse, la única receta para derrotar a Nadal en su feudo -meter una bola más- se volvió en una gesta imposible. Solo dos juegos cedió Rafa; uno por errores no forzados y otro por tres bolas de break que dejó escapar antes de cerrar la primera manga.
Entonces, cumplido el trámite del primer set -el dominio del mallorquín fue incontestable- Rafa se relajó. Arriesgó pegando con más fuerza, casi con prisa por acabar, para castigar al británico y erró y tuvo que volver a su plan inicial: bolas al fondo, inutilizar el juego rápido del cuatro y romper de vez en cuando el juego con dejadas. El partido volvió a su cauce, pero no se amilanó Murray, que respondió con eficiencia en cada oportunidad sacando golpes imposibles incluso para el de Manacor.
Sin embargo, jugar sobre arcilla requiere algo más que buena técnica: saber resbalar. Rafa es experto; Murray no. El español aprovechó su ventaja todo lo que pudo, puso a su rival al borde del precipicio, 5-3, y el partido entró en su mejor momento. Con un pie fuera, Murray despertó a la fiera. Sacó a pasear su derecha y ajustó los planos a las líneas; reactivó sus piernas y su saque hizo lo propio. Ya no había costuras incómodas en su pantalón ni nervios. Volvía a ser el de siempre.
Entre el rugido de una grada que quería más tenis resonó el grito de rabia de Rafa, que titubeó demasiado. Mantuvo su juego, pero el duelo se había equilibrado y no pudo celebrarlo cuando realmente lo tuvo. Murray rompió su servicio y ganó el suyo, alargando la agonía del español hasta la muerte súbita de un partido embellecido a cada minuto que pasaba. No quiso irse el de Dunblane sin asustar. Insistió, rompió cuerdas, sacó el puño de Nadal y redujo la distancia inicial del español a base de fatigosos peloteos. El intento fue en vano. Rafa ganó el décimo punto del tie break y decidió el partido incluso antes de que finalizara. 7-6 (4). La paciencia dio resultado.
Minutos antes, Novak Djokovic se deshacía de Stanislas Wawrinka. Todavía con el éxtasis de la victoria sobre Roger Federer, el suizo bajó a la arena para dar cuenta del número tres en un duelo que dominó al principio, acorralando a su rival al fondo y haciendo gala de su revés, pero que desaprovechó al final, cuando el serbio cambió su planteamiento (4-6, 6-2 y 6-3). Djokovic resolvió que luchar contra el revés del helvético era jugar cuesta arriba, y optó por acortar los puntos subiendo a la volea. El resultado fue inmediato. 'Nole' jugará su segunda final (14:00 horas) de Masters 1000 consecutiva ante Rafa.
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