A los buenos les sale todo
España, sin su mejor versión, gana a una valiente Turquía con un tanto a trompicones de Piqué
España no solo es la selección más seductora del planeta. También sabe competir en partidos con mucho colmillo, en aquellos duelos que se le retuercen. Los grandes equipos tienen estas cosas: ganan cuando se lo merecen y cuando sus méritos no superan los del enemigo. Ocurrió frente a Turquía, a la que solo pudo derrotar por un centímetro. Y en el marcador, que no tanto en el fútbol. Solo un acierto de Piqué tras un afortunado fallo de Sergio Ramos derribó a los turcos, que ofrecieron resistencia de principio a fin. Pero insuficiente para frenar la escalada de una selección de ayer certificó 30 partidos sin perder y la mejor racha de victorias de su historia: diez. El récord mundial de los 14 triunfos enganchados por Brasil y Francia no está lejos. A esta España le sale todo. Así ocurre con los buenos equipos. Y el del Del Bosque lo es, incluso cuando a su pesar el resultado queda por encima del juego, que en este caso tiene un listón muy alto.
ESPAÑA 1 - TURQUÍA 0
España: Iker Casillas; Sergio Ramos, Albiol, Piqué, Capdevila; Cazorla (Silva, m.78), Xabi Alonso, Senna, Xavi; Villa (Mata, m.63) y Torres (Fernando Llorente, m.87).
Turquía: Volkan Demirel; Gokhan Gonul, Emre Asik, Balta, Ibrahim Uzulmez; Tuncay Sanli, Mehmet Aurelio, Emre Belozoglu (Sabri, m.84), Arda Turan (Gokan Unal, m.78); Nihat y Semih Senturk (Ayhan Akman, m.57).
Gol: 1-0, M.60: Xavi saca una falta en la esquina del área, Ramos remata mal y Piqué, muy atento, marca pese al intento desesperado de Volkan Demirel.
Árbitro: Massimo Busacca (SUI). Sin amonestados.
Incidencias: Partido del grupo 5 de la fase de clasificación para el Mundial de Sudáfrica 2010 disputado en el estadio Santiago Bernabéu ante unos 75.000 espectadores, de ellos unos 2.000 turcos. Asistieron, entre otras personalidades, los Príncipes de Asturias.
Esta vez España no fue Brasil en estado puro, como ya era costumbre en los últimos tiempos. Lo que engrandece a Turquía, que tampoco es del pelotón, ni mucho menos. El grupo de Fatih Terim no se dejó intimidar por el imponente cartel de su adversario, ni por el estruendo de una hinchada que conecta como nunca con la selección, ni por la majestuosidad de Chamartín. Los turcos defendieron con entereza su bronce en la Eurocopa que coronó a España; nunca se arrugaron y se desplegaron con decisión. Hoy no es aquel equipo un tanto tóxico para sus rivales por su heterodoxia. Sus costuras son otras. Frente al conjunto de Del Bosque adelantó lo suficiente las líneas como para crear un embudo que impidió el juego cartesiano de los españoles, que, de forma sorprendente, tuvieron problemas para gobernar la pelota antes del gol de Piqué. No estuvo cómodo Xavi, siempre acorralado, con las vías de pase candadas por la presión otomana, con constantes auxilios entre sus jugadores, que mostraron un vigor extraordinario.
Fue Nihat, el más reconocible de Turquía, quien reflejó las intenciones de su equipo. Con el Bernabéu encendido, el delantero del Villarreal se plantó a los cinco minutos ante Casillas, que desvió con las uñas su remate cruzado. Un aviso en toda regla. Los turcos no habían concebido refugiarse en las trincheras de Demirel, ajenos a la cosmética que distingue a esta España. El campeón de Europa pronto, muy pronto, apercibió que la noche iba a ser huesuda. A todos los grandes se les enreda algún contrario. España quiso mezclar el toque largo de Xabi Alonso con el compás de Xavi, pero el mixto no resultó, no apareció la selección coral del último curso. Solo Cazorla, por una y otra orilla, se dejaba caer por las bandas, por donde Sergio Ramos y Capdevila, con los horizontes reducidos y siempre con dos oponentes por delante, no tuvieron peso. Tampoco Villa y Fernando Torres, con sus desmarques a los costados, lograron alterar a la defensa turca, que mantuvo un orden desconocido en un equipo que cautivó en la pasada Eurocopa por su conmovedor espíritu ante los abismos y sus disparates defensivos.
La valentía de los turcos puso a España en un dilema. Ausente Iniesta, el equipo demandaba otro jugador desequilibrante por los extremos, ya fuera Riera o Silva. En definitiva, que a Xavi le ensancharan el campo y le aumentaran el repertorio de pases. Sin embargo, poner a dieta el eje del equipo, sostenido por Alonso y Senna, podría engrandecer a un equipo con la mirada al frente. Del Bosque mantuvo el sistema inicial. Lógico: el grupo se ha ganado todo el crédito del mundo. Y acertó. Un debutante en partido oficial, Piqué, acudió al rescate de España. Con el encuentro anudado para el equipo local, el central azulgrana embocó la pelota en la red turca mientras Sergio Ramos, que también se había sumado a la falta lanzada desde la banda derecha por Xavi, se lamentaba por el remate pifiado. Su extravío llegó a pies del catalán, que acertó pese al rechace del meta visitante. Un gol a trompicones para solventar el partido en el que más apurada se ha visto España desde su entronización en Viena. De hecho, hasta que embocó Piqué, solo Torres, con un remate en el tramo final del primer acto, había inquietado a Demirel.
Tras el gol, Turquía siguió con el cuerpo a cuerpo y España no se hizo la remolona con la ventaja en el marcador. Esa partitura no existe en un equipo con credos irrenunciables. El buen gusto, tenga o no su mejor día, sea quien sea su rival, es uno de ellos. Por ello sus mejores momentos de la noche, con Xabi Alonso de general, llegaron en el tramo final, con Silva y Mata de agitadores por los extremos y Ramos como complemento. Equipos así son una bendición. Hasta cuando la jornada no es del todo operística.
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