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LIGA DE CAMPEONES | PANATHINAIKOS 1 - VILLARREAL 2

Magisterio del Villarreal

Dirigido por un gran Ibagaza, el grupo de Pellegrini da una lección al Panathinaikos en Atenas

Convencido de su estilo, de su clase, de su superioridad, el Villarreal dictó magisterio en Atenas. Jugó con ambición, determinación y limpieza. Gracias a la apuesta de su entrenador, Manuel Pellegrini, que ha sabido llegar al éxito por el mejor camino posible. Con un poder de convicción extraordinario sobre sus futbolistas, que han creído siempre en el buen gusto. Ya van cinco años desde que El Ingeniero aterrizara en El Madrigal y el Villarreal se ha instalado entre los grandes. Sus triunfos son un homenaje al fútbol. Y la elección de los jugadores, también. Ayer el protagonismo estelar lo asumió Ibagaza, un fichaje del verano pasado, que marcó el primer gol y sirvió el segundo. Hasta el aguerrido público del Oaka lo reconoció resignadamente al final del encuentro. A pesar de que el Panathinaikos fue un equipo indigno de estas alturas de competición. Su propuesta ultraconservadora, reminiscente de aquella Grecia que ganó la Eurocopa de Portugal en 2004, llegó ayer, afortunadamente, a su fin.

Panathinaikos 1 - Villarreal 2

Panathinaikos: Galinovic; Nilsson, Vintra, Sarriegi, Wawrzyniak (Rukavina, m. 86); Gilberto, Simão, Karagounis; Gabriel (Hristodopoulus, m 73), Salpilgidis; y Mantzios. No utilizados: Tzorvas; Mattos, David, Ivanschitz y Spiropoulus.

Villarreal: Diego López; Ángel (Venta, m. 28), Fuentes, Godín, Capdevila; Cazorla, Senna, Eguren, Ibagaza (Bruno, m 74); Rossi y Nihat (Llorente, m. 46). No utilizados: Viera; Cygan, Mati Fernández y Pirès.

Goles: 0-1. M. 49. Ibagaza marca desde el borde del área a pase de Capdevila. 1- 1. M. 55. Mantzios remata de cabeza un saque de esquina. 1-2. M. 70. Llorente, a pase de Ibagaza.

Árbitro: Massimo Bussaca (Suiza). Amonestó a Llorente.

68.000 espectadores en el estadio Oaka.

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Láser ante Platini

Ante la mirada atenta de Platini, el árbitro suizo Massimo Busacca cometió un error de bulto. Le birló un gol a Ibagaza. Creyó que el media punta argentino se había acomodado el balón con el brazo antes de marcar cruzado. Busacca y su asistente se equivocaron de hombre: quien tocó el cuero con la mano fue el defensa Nilsson, en ningún caso Ibagaza. Se trataba de un contragolpe afortunado del Villarreal: la única oportunidad que había tenido de pillar un tanto desprotegida a la numerosísima defensa griega. El Panathinaikos se defendió con 10 hombres delante de su frontal del área. Sin ningún tipo de reparo. Construyó una barrera verde contra la que se estrelló el equipo de Pellegrini, al que le faltó fluidez en el desplazamiento del balón. A pesar de que Cazorla e Ibagaza buscaron desesperadamente el espacio por el que desgarrar la densa tela de araña diseñada por Ten Cate. Se movieron frenéticamente, se asociaron, se vaciaron. Su esfuerzo resultó emocionante.

El partido se abrió en el último cuarto de la primera parte. El gol hurtado a Ibagaza abrió el abanico. A continuación, Mantzios le ganó la espalda a Fuentes y se dirigió a probar el estado de forma de Diego López. Excelente, como pudo comprobar el delantero griego. Su disparo cruzado al costado izquierdo de López fue repelido por el meta gallego en una estirada enorme. Imponente Diego López, completamente de rojo. Al Villarreal le interesaba un envite abierto, de ida y vuelta, que huyera de ritmo cansino marcado por Karagounis. El líder del Panathinaikos dispuso la primera hora a su gusto: juego interrumpido, pérdidas de tiempo y mucho cuento.

Pellegrini entendió que el Villarreal necesitaba cambiar algo. Y optó por la pareja de baile de Rossi. Flojeó Nihat en la primera parte, así que le tocó el turno a Joseba Llorente. El efecto fue inmediato. El Villarreal montó un contragolpe de libro. Lo dirigió Rossi, que esperó a que Capdevila le doblara por la izquierda. El lateral anduvo listísimo. En vez de lanzar al bulto, centró raso hacia atrás. La enganchó como venía Ibagaza, le dio un efecto envenenado, de afuera adentro, que envió la pelota junto al palo izquierdo.

El gol confundió al Villarreal. Creyó que podría defender la ventaja. Se equivocó. No es un equipo hecho para defenderse. Apretó el Panathinaikos y marcó. Un gran cabezazo a la salida de un córner de Mantzios, que se elevó altísimo ante el despiste en la marca de Godín. Con la eliminatoria empatada, el Villarreal recuperó el orden natural. Impuso su calidad. Fue a por el partido. Rossi comenzó a superar a sus rivales en el uno contra uno; Ibagaza, a repartir el balón a su antojo; y Llorente a encontrar los espacios para rematar. El Panathinaikos, siempre detrás de la pelota, pagó el sobreesfuerzo.

Lo aprovechó Ibagaza para desplegar todo su talento, ese último pase que vale un imperio. Esa facilidad para esperar el momento justo y la elección adecuada. Rossi se desmarcaba por su izquierda y Llorente por su derecha. Prefirió al delantero vasco, que se acomodó la pelota con determinación. El siguiente toque sería un disparo cruzado, inapelable, a gol. La emoción recorrió el espinazo de ese pueblo de 50.000 habitantes que vive un cuento de hadas desde hace un lustro. Y el de ese equipo de pueblo que ayer cumplía 86 años convertido en un referente internacional del trabajo bien hecho. Llorente corrió enfebrecido hacia el banderín más cercano. Lo golpeó con fuerza. Era una alegría muy primitiva.

Joseba Llorente festeja el triunfo del Villarreal.
Joseba Llorente festeja el triunfo del Villarreal.AP
Manuel Pellegrini, entrenador del Villarreal, se mostró "muy contento" tras lograr en Grecia ante el Panathinakos el pase a los cuartos de final de la Liga de Campeones."Para nosotros estar entre los ocho mejores de Europa es muy importante", aseguró el técnico que calificó el resultado de "justo".Vídeo: AGENCIA ATLAS

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