Un deportista total
Nunca estuve más solo que cuando fui el número uno en 1977. Era un cardo. La gente puede pensar que fue un año espectacular: yo deseaba que terminase rápido". La frase es del ex tenista argentino Guillermo Vilas, y resume al menos un aspecto de la posición que ocupa Rafael Nadal (Manacor, 1986) en el que ha sido el año más glorioso del deporte español.
El mallorquín, campeón en Roland Garros, Wimbledon, los Juegos Olímpicos y la Copa Davis, vivió un 2008 de ensueño y marcado por la soledad competitiva. No hubo gregarios que le susurraran palabras de ánimo. No hubo compañeros de equipo con los que compartir la tarea. No hubo quien le ayudara a sacar adelante la empresa, a distribuir la carga y repartir el infortunio. Nadal fue el único gran campeón español de 2008 que sólo pudo contar consigo mismo. Más que suficiente. Nadal, según su doctor, es un tenista con unas condiciones físicas únicas. Un velocista de 200 metros con los pulmones de un maratoniano. Su corazón, sin embargo, alcanzó el punto máximo de ebullición en el año 2008, y fue fuera de las pistas.
El mallorquín, hechizado por la magia de la Villa Olímpica de Pekín, se encerró en un minipiso compartido con otros tenistas españoles. Tras la puerta le esperaban los juegos y las conversaciones compartidas con los integrantes de la selección de baloncesto. Y, en medio, la alegría: el chico se encontró con gente que le entendía.
Calendario repleto
Fue un deportista entre deportistas. Un hombre acostumbrado a la soledad competitiva que de repente se veía abrigado por Pau y Marc Gasol, que iban a ver sus partidos; por Michael Phelps, que se le acercó para conocerle, y por la sensación de que todos tenían un modo compartido de ver la vida. La consecuencia fue de lo más exitosa: medalla de oro para un tenista que había llegado quemado por la caza del número uno y un calendario plagado de partidos.
De tantos éxitos en situación empinada viene el aforismo. El deportista total, le dicen. Rafa Nadal, sin embargo, no es un eslogan. Es mucho más. Es un trabajo de artesanía. Artesanía de la piscina municipal de Manacor, donde los niños dejan sitio al campeón para que trabaje en el agua. Artesanía de Toni Nadal, el hombre que le crió fuera del abrigo federativo; el que ha llenado su maleta de lecciones de vida mientras el número uno hacía la pretemporada con adolescentes que eran el 500, el 600 o el 700 del mundo.
Y artesanía del propio Nadal, un planificador que lo apunta todo en un cuadernito donde la letra de su fisioterapeuta recoge desde la hora a la que empieza el entrenamiento hasta cada rutina, cada paso y cada ejercicio. "Si no está roto, no lo arregles", suele decir Toni. Y en eso está su sobrino: apuntando cosas para que 2009 se parezca al año en el que sus triunfos dieron la vuelta al mundo. "Cada año la temporada empieza desde cero para todos. La presión es la misma", ha dicho el tenista recientemente en Australia. Nadal, que pasó al profesionalismo en 2001 y ha ganado 32 torneos, mantiene el mismo objetivo de mejorar su tenis y seguir conquistando torneos.
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