El Betis quiere pero no puede
El cuadro de Chaparro, voluntarioso en todo el partido, empata ante un Sevilla deslavazado
Cuando el portero se convierte en el mejor jugador del partido, es que algo empieza a pudrirse en un equipo. Palop lo lo ha sido en el Sevilla porque sus compañeros, a excepción de Navas, Maresca y Capel -los cambios que introdujo el técnico Manolo Jiménez en la segunda parte-, se dedicaron a vagar por el terreno de juego sin ningún orden ni concierto. Justo lo contrario que el Betis, ayer voluntarioso, persistente y obstinado con agujerear la portería de Palop, pero que sólo rueda a toda máquina durante 45 minutos. Principalmente, porque Paco Chaparro dispone de un once titular solvente aunque falto de oxígeno en las segundas partes y sin un banquillo que dé garantías. Se vio ayer en el Ruiz de Lopera. El Betis apostó al todo o nada, y se acabó llevando el premio de consolación. Un punto que no vale para parar la racha de tres años consecutivos sin vencer al Sevilla en su estadio.
Los verdiblancos aún tienen que cuajar. Chaparro no cerró su plantilla hasta finales de agosto, y arrastra esa rémora. Sin embargo, puede empezar a mirar hacia delante. Conseguir la exactitud de un reloj suizo requiere su tiempo, pero el equipo de Heliópolis comienza a coger cuerda. Salió al terreno de juego con la intensidad que merecía la ocasión, con Emaná, Capi, Pavone y Sergio García presionando la salida del balón del Sevilla. Y el Sevilla, a su vez, haciendo lo propio con Romaric y Duscher. Tanta presión terminó por desquiciar a los dos equipos. Los errores en los pases se sucedieron en ambos cuadros. Y entre tanto río revuelto, con el balón en terreno de nadie, el Betis intentó sacar tajada y salir adelante. Fue después de que Romaric se tirara al suelo por un supuesto golpe de un jugador bético. Sergio García continuó la jugada y envió un balón a Emaná. El camerunés reventó el cuero en las manos de Palop, pero sirvió para insuflar ánimos en los verdiblancos y cambiar el ritmo del partido.
A partir de ese momento, apenas transcurridos 20 minutos, el Sevilla se desfondó. Mark González, en el extremo izquierdo, le iba haciendo trajes a medida a Mosquera. El chileno le desbordó cuantas veces se lo propuso. Y si no marcó, fue porque Palop se empleó a fondo para atajar sus ataques y los de Sergio García y Pavone. Romaric y Duscher desaparecieron del círculo central, aunque el resto del Sevilla tampoco puso mucho interés en retomar el mando del encuentro, abotargados como estaban los de Jiménez.
Al cuadro de Jiménez le ha entrado un virus peligroso. Contagió a la defensa en la segunda jornada de Liga. Llegó a la línea de medios en la UEFA ante el Salzburgo, y ayer, frente al eterno rival, hizo enfermar a la delantera. Luis Fabiano y Kanouté pasaron el primer tiempo estáticos. Si corrieron en algún momento fue para desperezarse y que les diera el aire en la cara. Rara vez enfilaron hacia la meta de Casto, un convidado de piedra durante casi todo el partido.
Jiménez dio entrada tras el descanso a Maresca, Navas y Capel para buscar mayor control del balón y recuperar la rapidez en las bandas, antes sólo aprovechadas por el debutante Lautaro Acosta. El Sevilla mejoró pero también tuvo que ver que el Betis bajó los brazos, abatido como estaba tras el esfuerzo del primer tiempo, y se conformó con el empate. Lo mismo con lo que se conformó el Sevilla, que se marchó del Ruiz de Lopera con un punto y varios síntomas de enfermedad.
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