Hamilton se dispara, Alonso se apaga
El británico, nuevo líder del Mundial, supera el tedio y consigue la victoria en una carrera accidentada; Alonso concluye décimo
Montecarlo cumplió hoy su condición de circuito-lotería. La ruleta del Principado comenzó a girar demasiado pronto, incluso antes de que se apagaran los semáforos, y así se mantuvo hasta el final, haciendo del Gran Premio una carrera doble, en mojado y en seco. Hubo sorpresas y sustos de todo tipo: errores de novatos, de veteranos, accidentes, coches de seguridad, penalizaciones y, por encima de todo, mucha agua. Al final, un ganador. El más paciente, que no el más regular. Lewis Hamilton. El británico de McLaren firmó la tercera victoria de la temporada sin salir desde la 'pole'. Con heroísmo, un traspié, un pinchazo, casi inmune al caos y desbancando a Ferrari del trono al que comenzó a subirse ayer Felipe Massa.
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En el laberinto de Mónaco, ni los mejores pilotos salen ilesos. La adherencia era mínima, y los accidentes, cuestión de esperar. De nada le sirvió la calificación de ayer a Heikki Kovalainen. El McLaren del finlandés no arrancó en la vuelta de calentamiento y el piloto tuvo que salir desde el garaje. El circuito hizo lo demás. Su carrera estaba condenada, y el nórdico tuvo que aferrarse a la fortuna propia, que no llegó, o a la desgracia de otros, que tampoco, para salvar la carrera. Tal es el encanto de Mónaco. Su cuarto puesto lo cubrió Kubica. El segundo, el de Kimi Raikkonen, Lewis Hamilton, acelerando en la primera recta lo que la lluvia y el enlatado circuito permitían. El finés no es el mismo bajo agua, y hoy pasó totalmente desapercibido, olvidado en la novena plaza.
El lance de Fernando Alonso no fue distinto. Sexto por el percance de Kovalainen y quinto tras adelantar a Rosberg, el asturiano exprimió su bólido en busca del cuarteto de intocables, pero la lluvia no fue hoy un aliado para el asturiano. Las distancias de Renault con respecto a Ferrari, McLaren y BMW se reducían con el asfalto mojado, pero la tímida amenaza que proyectaba el R28 sobre sus rivales desapareció cuando no se cumplía la décima vuelta. El español golpeó una de las protecciones, pinchó una rueda y se sumó a la lista de pilotos a la espera de un milagro.
No fue el único percance del ovetense. Con neumáticos de lluvia extrema, el rendimiento del Renault mejoró tras su paso por el pit-lane; mucho más rápido que el BMW de Heidfeld y el Red Bull de Mark Webber. El oceánico no supuso un problema para Alonso, pero el alemán le sacó de quicio. Tanto que después de varios intentos de adelantarlo, terminó empotrado contra su monoplaza en la curva de Loew's. De nuevo a boxes; la segunda entrada en 14 vueltas. Demasiado para el Renault, que volvió a pista en la decimoséptima posición.
Por detrás, la cita fue totalmente anárquica. Barrichello, Button, Glock, Heidfeld lideraban el pelotón, más pendiente del retrovisor que de su pilotaje. Piquet, Fisichella, Coulthard y Bourdais fueron las primeras víctimas. Adrian Sutil y Nico Rosberg, con dos accidentes, cada cual más espectacular, las últimas. Antes de esto, al otro lado, Felipe Massa lideraba la comitiva con relativa holgura, pisando con cautela el acelerador de su Ferrari y controlando los tiempos. Pero la fortuna que acompaña al brasileño se quebró en la vuelta 15, en el giro de Santa Devota. Massa titubeó, y su monoplaza patinó hasta salirse por la escapatoria. No lamentó daños, pero sí cedió el primer puesto a Robert Kubica al regresar a pista. El polaco dirigía ahora la procesión, soñando con la primera victoria de su vida, pero Mónaco encerraba todavía más sorpresas.
Cesó la lluvia, la pista se secaba a cada vuelta, y las cosas volvieron a la normalidad. Quedaba un repostaje, un nuevo baile, y Hamilton entraba en escena, colocándose en una primera posición que ya no abandonaría hasta el final. Habría habido más oportunidades, pero los accidentes de Rosberg y Raikkonen con Sutil y la aparición del coche de seguridad convirtieron los últimos compases del Gran Premio en una victoria anunciada. La imposibilidad de adelantar aseguraba la victoria y el liderato del Mundial al británico, y sólo tuvo que rodar 13 minutos sin errores para conseguirla.
Al final de una carrera inconclusa (se excedieron las dos horas reglamentarias a falta de dos vueltas), Alonso tuvo que conformarse con el décimo puesto, fuera de puntos, en una carrera que, a priori, era la que más oportunidades de puntuar ofrecía. Aspiró a podio, pero se jugó el cajón con la estrategia. Y falló. Si las esperanzas de Renault residen en los circuitos urbanos, Valencia y Singapur ofrecerán dos nuevas oportunidades de salvar la cara, pero el título de pilotos no será más que una quimera inalcanzable. Fracaso para una escudería bicampeona y disgusto para un piloto encorsetado en las limitaciones de un coche ineficiente.
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