La irresponsabilidad de una canciller
"No permitirán que suceda", me dijo un colega alemán hace poco más de un año después de que me oyera resoplar por el posible fracaso del euro. Eso era entonces. Este lunes, la diferencia entre el rendimiento de los bonos griegos y el de los bonos alemanes aumentó hasta el 12,5%. Matemáticamente, implica aproximadamente un 35% de probabilidades de una pérdida del 35%. Una valoración así sólo puede significar que los mercados de capitales están apostando por la suspensión de pagos.
Los rendimientos lusos aún no han alcanzado esos niveles pero también están aumentando. Hay inversores que están apostando mucho dinero por la suspensión de pagos del hemisferio sur europeo y por el fracaso del euro.
Mientras el sur de la eurozona recibe un ataque especulativo, Angela Merkel, la canciller alemana, apela al proceso reglamentario. A cada una de sus declaraciones, le sigue una caída de los mercados. Un corresponsal me preguntaba si sus asesores son estúpidos. Puede que sí; puede que no. El punto importante es que es una cuestión de supremacía en la política nacional. No quiere tomar ninguna decisión antes de las elecciones regionales del 9 de mayo. Los sondeos parece que refuerzan esta actitud. Según un sondeo publicado el pasado domingo, la ayuda a Grecia es increíblemente impopular puesto que el 86% de la población se opone a ella.
Merkel no ha salido en la televisión para explicar por qué el desembolso de la ayuda puede interesar a Alemania. No está dirigiendo la opinión pública sino que la está siguiendo. En este vacío de liderazgo se ha construido un nuevo y peligroso consenso entre los abogados constitucionalistas, los macroeconomistas y los altos cargos de su coalición en el sentido de que la única salida a este desastre es que Grecia abandone el euro. Los griegos, claro está, se niegan. La situación se ha convertido en un callejón sin salida.
La respuesta de Merkel a esta crisis ha sido irresponsable. Aunque la provocó la irresponsable política griega, las dilaciones de la canciller la convirtieron en una crisis política y económica más amplia. Las promesas de dos Consejos Europeos seguidos han caído en saco roto. Los mercados creen que los dirigentes de la UE en general, y Merkel en particular, son unos mentirosos.
Todavía queda más de una semana para las elecciones regionales del 9 de mayo, lo que significa otra semana de ataques especulativos en la que los inversores pueden estar seguros de que Alemania seguirá dejando las cosas para más adelante. Una semana es mucho tiempo en política, afirma un famoso dicho político inglés, pero es una eternidad cuando los mercados financieros se están hundiendo. Ahora existe una posibilidad razonable de que, para el 9 de mayo, una gran parte de la zona euro haya desaparecido.
La UE necesita adoptar decisiones urgentes para resolver esta crisis. Si elige un plan de rescate condicionado, es primordial acabar con la mayor parte de la incertidumbre. Ni las condiciones ni el rescate en sí deberían ponerse en duda. Y debería quedar claro pronto si la reestructuración de la deuda formará parte del plan.
La crisis ya se está extendiendo al siguiente país vulnerable: Portugal. Pero si quieren, los mercados también pueden encontrar motivos para dejarse llevar por el pánico con España, con Irlanda e, incluso, con Italia.
El acontecimiento político que predomina en estos momentos en la política europea es el resurgimiento del nacionalismo alemán y del euroescepticismo. Esto todavía no ha cuajado en otras partes de la Unión. Cuando lo haga, si es que lo hace, me pregunto si los políticos y los economistas de esos lugares empezarán a dudar de la conveniencia de una unión monetaria con Alemania en esas condiciones.
© Eurointelligence
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