Trichet cambia la política monetaria
El BCE sube los tipos 0,25 puntos pero sugiere que no habrá más movimientos - Las Bolsas acogen con satisfacción un anuncio que esperaban más dramático
Jean-Claude Trichet, artífice de la política monetaria en la zona euro, teme más a la inflación que al estancamiento económico. Lo dejó ayer claro al confirmar que los tipos de interés subirán 0,25 puntos y, sobre todo, al justificar ese movimiento: "Haremos lo que sea necesario para controlar los precios". Pese a esa rotundidad, el presidente del Banco Central Europeo (BCE) había despertado tantos temores sobre una serie de subidas encadenadas que los mercados acogieron sus palabras de forma heterodoxa: la Bolsa subió y la cotización del euro se apaciguó.
El motivo es que los mercados atendieron más a lo que Trichet insinuó que a lo que realmente dijo. Lo que dijo fue que el precio del dinero sube hasta el 4,25%, el primer movimiento al alza desde hace más de un año, que sitúa los tipos en niveles desconocidos desde septiembre de 2001. Pero lo que interesaba a los mercados era saber si ese gesto, más que descontado ya desde que Trichet lo avanzó el mes pasado, tendría continuidad. Pese a su habitual lenguaje encriptado, las palabras del jefe del BCE fueron interpretadas como una tregua ante futuras alzas, que denota su inquietud por el crecimiento económico. "Desde luego, si aplican más, ahora no las tienen en la agenda", subraya Antonio Villarroya, analista de Merrill Lynch en Londres.
"Aquellos que dejan galopar la inflación (...) allanan el camino al estancamiento"
La inquietud por el crecimiento de la zona euro es ahora mayor
"No tenemos sesgo, no hay obligación [de actuar en una dirección u otra]", reiteró hasta la saciedad Trichet en la conferencia de prensa que ofreció en Francfort tras la reunión del consejo de la institución monetaria, con sede en la ciudad alemana. Esta frase, unida a la ausencia de expresiones como "fuerte vigilancia", que suelen anticipar subidas de tipos, convencieron a la mayoría de los expertos de que el guardián de los precios en la zona euro ha emitido una señal ante la inflación desbocada, aunque procura no lastrar el crecimiento económico. Advirtió, eso sí, de que supervisará "muy de cerca" la situación.
Pese a la interpretación prácticamente unánime de que habrá estabilidad, Trichet se esforzó en no dar nada por sentado. El hecho de haber evitado expresiones como fuerte vigilancia "no significa nada. Nunca comento futuras decisiones", zanjó Trichet a preguntas de un periodista. Aun así, la mayoría de los expertos confía en que el año se cierre sin nuevas subidas. "El discurso ha sido más light de lo que muchos esperaban", reflexiona José Luis Martínez Campuzano, economista jefe de Citigroup en España.
La inflación en la zona euro ha escalado hasta niveles "muy preocupantes", un 4% en junio. Esa tasa marca un récord que duplica el máximo admitido por el BCE. En ese contexto, una subida de tipos resulta lógica; el problema es que convive con una rápida desaceleración y una pérdida de confianza por parte de los agentes económicos y sociales. Unos tipos más altos pueden agudizar esa atonía, máxime cuando las tensiones inflacionistas provienen en gran parte de factores ajenos a la demanda interna: subida enloquecida de la energía y de los alimentos.
Para ahuyentar esos temores, Trichet recalcó con gran serenidad que los fundamentos de la economía europea son "sólidos", pese a que "la incertidumbre que rodea esta previsión de actividad económica se mantiene alta". La zona euro creció un 2,2% interanual en el primer trimestre del año, una décima más que a finales de 2007, aunque ese ritmo puede debilitarse. "Trichet viene a decir que los datos económicos son suficientemente buenos como para que no justifiquen una bajada de tipos", explica Rosa Duce, del centro de inversiones de Deutsche Bank.
Tras la lluvia de críticas recibidas por subir tipos en una coyuntura en la que muchos indicadores aconsejan lo contrario, el responsable de la política monetaria intentó conectar con la ciudadanía presentando la inflación como una amenaza para el bienestar: [Los ciudadanos europeos] "pueden contar con nosotros. Seremos el ancla de la estabilidad de precios".
La decisión adoptada ayer -hubo unanimidad entre los 21 miembros del consejo, según Trichet- agranda la brecha entre el precio del dinero en Estados Unidos, situado en el 2%, y el europeo, en el 4,25%. Las estrategias de los dos bancos centrales divergen: mientras Estados Unidos inició una senda de bajadas en septiembre del año pasado, tras el estallido de la crisis de las hipotecas basura, el BCE optó entonces por mantener los tipos y sólo ahora se ha decidido a tocarlos, aunque al alza.
Los expertos no creen que el movimiento del BCE incida directamente en la política de la Reserva Federal estadounidense, aunque ese diferencial puede contribuir a depreciar más el dólar respecto al euro, como ha ocurrido en los últimos meses. Asimismo consideran que el descenso en el tipo de cambio que experimentó ayer el euro tras las palabras de Trichet "no tendrá continuidad".
Hay un elemento que obsesiona al BCE a la hora de diseñar su política monetaria. Se trata de los llamados efectos de segunda vuelta, es decir, que la inflación sea asumida por el conjunto de la economía y se traslade tanto a los salarios como a los principales precios. Trichet aludió a este riesgo en la segunda frase de su comunicado y más adelante apeló a la responsabilidad de todos los agentes para desactivar la amenaza: "Aquellos que dejan galopar a la inflación y permiten efectos de segunda vuelta porque niegan la transferencia de recursos de los países consumidores a los productores de petróleo están allanando el camino para el estancamiento", disparó Trichet.
Políticos, sindicalistas y consumidores asumieron con una mezcla de recelo y resignación la subida de tipos. El ministro de Industria, Miguel Sebastián, criticó veladamente la política de Trichet al preguntarse "si está cómodo" con la brecha existente entre los tipos y el Euríbor. El secretario de Estado de Economía, David Vegara, confió en que "no tienen por qué subir más", mientras el Partido Popular subraya que el encarecimiento del dinero es "especialmente perjudicial para España" por su fuerte endeudamiento.
Más contundente, la Confederación Europea de Sindicatos consideró la decisión "peligrosa, contraproducente e innecesaria". Para la Organización de Consumidores y Usuarios, se trata de "un nuevo varapalo".
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