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Cumbre de Londres | El papel de Estados Unidos

Obama patrocina un nuevo capitalismo prudente e igualitario

La declaración final no incorpora un plan de estímulo específico para cada país - Los líderes mundiales volverán a reunirse el próximo otoño

Antonio Caño

La primera intervención de Barack Obama en el escenario internacional ha dado lugar a un acto de refundación del capitalismo sobre criterios de mayor control y justicia distributiva. Las mayores economías del Planeta alcanzaron un acuerdo, que el presidente norteamericano calificó de "histórico en todas sus dimensiones", y que establece las bases para la solución de la crisis mundial con los mismos principios que se están aplicando desde hace semanas en Estados Unidos: inyección de recursos públicos, mayor regulación de los instrumentos financieros y más poder para los países en desarrollo.

"Vinimos con la intención de escuchar y de aprender, pero también con el propósito de promover el liderazgo norteamericano, y creo que el documento producido refleja en un amplio espectro nuestras prioridades", declaró Obama al término de la cumbre.

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La era Obama comienza, así, a tenor de la cumbre de Londres, como la época en la que el capitalismo frenó su caminar incontrolado hacia el abismo y adquirió un perfil más prudente, más igualitario y más duradero. Dicho en palabras del comunicado final de la reunión: "Partimos del convencimiento de que la prosperidad es indivisible, de que el crecimiento, para que sea sostenido, tiene que ser compartido y de que nuestro plan de recuperación global tiene que estar centrado en las necesidades de las familias trabajadoras, no sólo de los países desarrollados sino de los mercados emergentes y de los países pobres del mundo".

El éxito de esta operación no sólo está hipotecado por la dimensión de la crisis económica que se pretende combatir, la más severa desde la Segunda Guerra Mundial, sino por la propia capacidad política de cada uno de los gobiernos de cumplir con los acuerdos que firmaron ayer. Para ello, se ha fijado una nueva cita de los mismos protagonistas en el otoño de este año en la que se analizará el grado de implementación de los compromisos suscritos.

Pero el paso dado ayer por el G-20 significa, en todo caso, el refrendo de EE UU, emblema y superpotencia del capitalismo, a un proceso de reconstrucción del sistema con valores bastante diferentes a los de la ciega fe en el mercado que ese país había defendido durante décadas. Como resumió el primer ministro británico, Gordon Brown, "éste es el final del consenso de Washington". O, puesto en boca del propio Obama, "este es el final de la burbuja económica".

"Hemos tomado las medidas más audaces que se han tomado nunca ante cualquier otra crisis económica, pero al mismo tiempo unas medidas que tendrán repercusión rápida en la creación de puestos de trabajo y en el crecimiento. Hemos construido una piedra angular para la recuperación", aseguró el líder estadounidense.

La enorme popularidad de Obama habrá contribuido, probablemente, a salvar algunas de las diferencias que se expusieron durante esta cumbre, cuyo final feliz hubiera sido imposible sin el impulso de una nueva Administración que desde el primer día trabajó por una acción concertada contra la crisis. Y es esa enorme popularidad entre sus propios compatriotas la que le ha permitido ya llevar a cabo en casa algunas de las transformaciones que el mundo ahora pretende hacer al unísono.

El presidente se negó anoche a interpretar los resultados de esta cumbre en términos de ganadores y perdedores. La no inclusión en la declaración final de un nuevo plan de estímulo específico en cada país puede considerarse una derrota de Obama, que había pedido a los demás gobiernos seguir el ejemplo de EE UU en ese sentido.

Pero eso se ve compensado con la nueva inyección de 1,1 billones de dólares, a través del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, para favorecer el crecimiento en los países en desarrollo y el comercio.

El documento final destaca el compromiso de que, antes del final del próximo año, se habrán incorporado a la economía 5 billones de dólares en diferentes planes para acelerar la economía, aunque sólo se incluyen menciones vagas a la voluntad compartida de "hacer todos los esfuerzos fiscales que sean necesarios para restaurar el crecimiento".

La creación de una nueva arquitectura reguladora, así como la presión sobre los paraísos fiscales, se corresponden, en cambio, con el interés que Obama había manifestado antes de esta cumbre de restaurar la confianza en el sistema financiero mediante instrumentos de control que eviten la repetición de una crisis como la actual. El presidente recordó ayer que su Gobierno ha presentado ya "la mayor regulación del sistema financiero que nadie haya hecho hasta la fecha en ninguna parte del mundo".

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el rey Adbalá de Arabia Saudí, durante la reunión que mantuvieron ayer en Londres.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el rey Adbalá de Arabia Saudí, durante la reunión que mantuvieron ayer en Londres.EFE

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