Mostrar las cartas solo al final
El ingeniero industrial Joan Rosell es así: tras un tiempo de noviazgo y con la boda a punto, se muestra capaz de replantearse la ceremonia por los múltiples viajes de la pareja (él a EE UU, ella a Italia), cancelarlo todo, devolver los regalos de boda, y, cuatro años más tarde, casarse con la misma mujer, no sin cierta guasa temerosa por parte de los invitados a los que toca viajar para asistir al segundo intento. ¿Indeciso? Sus allegados aseguran que no, que es el talante de quien solo juega si tiene clara la victoria.
Como en la CEOE. Nadie en la junta directiva de esta semana de la patronal catalana Fomento de Trabajo ha logrado arrancarle un sí, ni tampoco un no, a la pregunta directa de si optará a la presidencia de la patronal española. Presidente de Congost Plastic, lector compulsivo y buen conocedor del sector energético, guarda sus cartas hasta el final.
En Fomento, que Rosell preside desde 1995, nadie duda de sus aspiraciones, que se remontan a la última etapa de José María Cuevas en la CEOE, con un amago que se quedó en eso. Cuando Cuevas guardó en un cajón el documento de Rosell para renovar la patronal española, se mordió los labios, pero la relación entre Fomento y la CEOE pasó un largo invierno en el momento más crispado previo al Estatuto catalán. Con Díaz Ferrán llegó el deshielo y Rosell se cuidó mucho de llamar públicamente a su dimisión.
De conocidas ideas liberales, se le atribuyen simpatías con sectores moderados del PP, pero su interlocución con el tripartito de José Montilla es buena tras un exabrupto inicial contra ERC, como lo es el diálogo con CiU. Su capacidad de entendimiento es una de sus bazas. Está por ver si tendrá sentido una de sus canciones favoritas, Let it be, de los Beatles.
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