Capitalismo 'versus' capitalismo
De vez en cuando el capitalismo necesita reinventarse para continuar siendo el sistema económico dominante en el mundo: eso es la globalización. Hace alrededor de tres lustros que Michel Albert teorizó la existencia de dos tipos de capitalismo, el anglosajón y el renano, para distinguir las diferentes prácticas que se hacían en EEUU y Europa. El capitalismo anglosajón cuidaba sobre todo del beneficio a corto plazo y de la eficiencia económica, mientras que el renano era una especie de capitalismo de rostro humano que podía sacrificar un poco de crecimiento a cambio de mayor protección social. Poco después, otro economista, Lester Thurow, rizó el rizo y dijo que en el futuro el progreso sería la lucha entre estos dos tipos de capitalismo. En los últimos tiempos hemos tenido suficientes demostraciones de las dificultades que tanto EEUU como Alemania, las economías más importantes del planeta y los iconos distintivos de cada uno de los dos capitalismos citados, atraviesan (falta Japón, con su propia idiosincrasia de dificultades: deflación y estancamiento). El sufrimiento provocado por una catástrofe natural como el huracán Katrina ha expuesto al rey desnudo. Un cuarto de siglo de políticas neoliberales (sobre todo las de Reagan y Bush hijo) han dejado inerte al Estado para actuar donde no lo hace la iniciativa privada, han hecho crecer la pobreza en medio de una recuperación económica, han manifestado la falta de cohesión y de solidaridad de una sociedad armada hasta los dientes, y dónde existe la discriminación racial.
Ahora Bush se dispone a arreglar el problema no subiendo los impuestos que antes bajó a los más ricos, para tener ingresos suficientes con los que arreglar el desastre, sino haciendo suya la máxima de su vicepresidente, Dick Cheney (el antiguo responsable de Halliburton, esa empresa que vuela como los buitres, al día siguiente en donde hay que reconstruir algo) de que los déficit no importan. Ahora, los doctrinarios neoliberales reaccionarán y dirán que Bush y los suyos no son "auténticos liberales", lo mismo que hacían los marxistas antes cuando explicaban que el socialismo real no era socialismo del bueno. La Administración Bush también evitará establecer una relación directa entre el Katrina y el calentamiento de la tierra, para seguir obteniendo financiación del sector energético privado.
En el otro arco, Alemania comienza hoy otra etapa de su modelo. Sea cual sea la coalición que gobierne, ésta habrá de abordar las tendencias profundas de la sociedad germana: economía estancada desde hace cuatro años; casi cinco millones de parados que no pagan impuestos y viven del seguro de paro, y otro millón más en los umbrales de la pobreza; costes laborales entre los más altos del mundo, lo que facilita la deslocalización de empresas; una deuda pública que está a punto de rozar las dos terceras partes de su PIB; un déficit presupuestario que rompe con reiteración las normas europeas del Plan de Estabilidad y Crecimiento; un desequilibrio demográfico que hace que cada vez nazcan menos niños y, al mismo tiempo, haya más esperanza de vida de los mayores, lo que pone en crisis estructural su sistema de pensiones; y un desequilibrio territorial entre el Oeste y el Este que se intenta corregir con unas transferencias anuales por valor del 4% del PIB nacional.
Hay un fenómeno que en el último lustro unifica a los capitalismos anglosajón y renano: la corrupción empresarial, la ausencia de reglas del juego ante el escaso poder de los reguladores. Desde el otoño de 2001 se multiplicaron en EEUU los casos de contabilidad creativa, pasarelas directas entre el poder político y el poder económico, engaño de la tecnoestructura empresarial a los accionistas, los trabajadores y pensionistas, etcétera. Durante muchos meses no hubo día en que no se conociese el nombre de una empresa que no hiciese similares prácticas de corrupción. El capitalismo alemán no se ha visto ausente de esta tendencia: nombres tan tradicionales como los de DaimlerChrysler, Commerzbank, Volskwagen, BMW, etcétera se han visto envueltos en pagos de comisiones para obtener tratos de favor en países extranjeros, lavado de dinero, información privilegiada, sobornos carnales a los comités de empresa,.... Y en ambos casos, gigantescas diferencias salariales, a veces en una escala de mil a uno, en el seno de la sociedad. Este es un momento de transición para una nueva reinvención del sistema, so pena de su decadencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.