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Reportaje:

Los nadadores ya no serán peces

Con la prohibición de utilizar los bañadores 'mágicos' la natación primará más la técnica a costa de menos espectáculo y peores marcas

Amaya Iríbar

El año 2009 ha sido para la natación mundial el de los bañadores mágicos y las marcas imposibles. Se acabó. Desde el pasado 1 de enero, las prendas de poliuretano, neopreno y demás materiales impermeables, esas que comprimen el cuerpo y ayudan a flotar, están completamente prohibidas. Es más, también quedan desterrados de las piscinas los bañadores de cuerpo entero. Los hombres nadarán con el torso descubierto y las piernas, como mucho, tapadas hasta la rodilla, y las mujeres, con la espalda descubierta. Es la marejada de la gran polémica del año pasado y que pone en cuestión los 255 récords del mundo, algunos de ellos no homologados, que se han batido desde febrero de 2008, cuando la federación internacional autorizó el primero de esos bañadores.

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No sólo ha habido polémica. También mucha confusión. Incluso ahora, cuando las cosas parecen más claras y ya todo el mundo habla de "una vuelta a la normalidad" nadie sabe qué va a pasar con todas esas marcas, incluidas las de los españoles Aschwin Wildeboer (batió el récord mundial de los 100m espalda con un bañador Jaked) y Rafa Muñoz (el de 50m mariposa, también con Jaked). Salvo los 1.500m masculino y femenino, las marcas de todas las distancias se han batido en los dos últimos años. Algunas, como los 200m y 400m libre femeninos y el 200m espalda masculino por casi tres segundos, y otras como el 800m libre masculinos por ¡más de seis! Esos tiempos pueden tardar décadas en recuperarse, lo que puede resultar frustrante para los nadadores.

"Lo más razonable sería que hubiera dos tablas de récords", opina Luis Villanueva, el director técnico de la natación española; "pero no sabemos qué va a pasar". Lo que parece claro es que se nadará más despacio, probablemente mucho más despacio, y habrá que reforzar la técnica, pues los bañadores-flotador permiten mejor rendimiento sin necesidad de ser tan preciso en la posición del cuerpo. "Los nadadores tendrán que adaptarse. Y los entrenadores tendrán que mentalizarles de que ahora es otra historia", pronostica Villanueva.

A pesar de ello, la gran mayoría de los nadadores, con el gran Michael Phelps a la cabeza, símbolo con sus cinco oros en los Mundiales de Roma de un movimiento de vuelta a lo natural que tenía bastante que ver con su estratosférico contrato comercial con Speedo, estaban a favor de acabar con la locura del año pasado, más que nada porque todos eran muy conscientes de que los LZR, los Jaked, los Hydrofoil, daban una ventaja artificial a los nadadores que podían permitírselo (cada prenda ronda los 400 euros y, en algunos casos, sólo sirve para algunas zambullidas) y estaban minando la credibilidad de su deporte. "Prefiero que se hayan retirado estos bañadores porque es mucho más justo", aseguraba hace unos días Erika Villaecija; "seguro que se revisarán muchos de los registros que se han logrado". Lo raro es que la decisión de la federación internacional, el pasado verano, entre en vigor cuando la temporada ya ha consumido un trimestre. Los resultados de su decisión tardarán algo más en verse, pues este año no hay Mundiales, aunque sí Europeos, en agosto. Como dice Villanueva, "más que nunca va a ser una lucha por ganar, aunque sea con peores marcas".

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Sobre la firma

Amaya Iríbar
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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