La mala cabeza de Viatri
Boca busca el título en la última jornada con su ariete acusado de atracar una peluquería
Lucas Viatri es un delantero tanque, 1,85 metros, 85 kilos, que nunca había tenido mucha suerte: no destacó en los juveniles de su equipo de siempre, el Boca Juniors, ni se lució en los dos de Ecuador y Venezuela en los que anduvo cedido. Es de esos jugadores, dicen los aficionados, a los que nadie conocería si no fuera porque un día otro se lesiona y ellos tienen que saltar a la cancha.
Eso es exactamente lo que sucedió con Lucas: Martín Palermo se lesionó gravemente y el Boca no tenía a nadie mejor a mano para tapar momentáneamente el hueco. Y, de repente, el pibe de las divisiones inferiores, el jugador un poco demasiado grande al que nadie había dado muchas oportunidades, se lanzó a meter goles: ocho en 16 partidos quizá no sean un récord, pero sucede que los de Viatri tienen una virtud: llegan en el momento más oportuno, cuando más se necesitan. Si no fuera por él, no habría ganado el Boca a su eterno rival, el River Plate, pese a quedarse con diez jugadores, ni tendría aún posibilidades de proclamarse campeón en la última jornada, a la que llega empatado a 36 puntos con el San Lorenzo y el Tigre y sabiendo que el Lanús está a sólo dos -si dos o más equipos acaban igualados, se jugarán partidos extra para decidir el campeón-.
El botín obtenido fueron dos tijeras y dos 'sprays' para el pelo
El sueño de Viatri, ganar el torneo argentino, puede estar al alcance de su mano. Pero, como para él las cosas nunca han sido sencillas, nunca terminan de salir del todo bien. Lucas anda metido en un gran lío: un juez cree que el pasado marzo, cuando todavía ni soñaba con dar el salto a Primera, pudo cometer un atraco a mano armada junto con su hermano y un amigo albañil. Lugar del atraco, una peluquería de Castelar, localidad del enorme cono urbano de Buenos Aires, de la que procede Viatri. Botín: dos tijeras y dos sprays para el pelo. El jugador lo niega todo, pero ya estuvo en su momento 30 días preso y el juicio oral sigue inexorablemente adelante.
Para Lucas, de 21 años, casado, con un hijo, ésta podría ser la temporada de su vida. Si el Boca gana el campeonato, él puede optar a un nuevo contrato que le solucione el porvenir. Las cosas en Argentina no están para tirar cohetes, ni siquiera en el fútbol, pero, por lo menos, podría conseguir lo que consiguen los jugadores que no son figuras, pero se mantienen firmes en equipos de Primera: unos 5.000 dólares al mes (cerca de 3.900 euros).
No es poca cantidad si se mira lo que debe de estar ganando ahora: Lucas es un simple mileurista, como lo suelen ser los jugadores argentinos que debutan en Primera y que todavía no han conseguido renovar el primer contrato. Por eso hay tantos jugadores argentinos repartidos por toda América Latina: porque hasta los clubes mexicanos, chilenos o ecuatorianos pagan más que el famoso y brillante fútbol local. Por eso el gran sueño, el estrellato, no llega de verdad hasta que se salta a Europa, con sus sueldos auténticamente millonarios: se dice que Hernán Crespo, uno de los mejor pagados, gana en el Inter cinco millones de euros al año.
Viatri intentó mejorar sus ingresos aceptando jugar primero en el mejor club de Ecuador, el Emelec de Guayaquil, y luego en el Unión Maracaibo, de Venezuela. Pero nada salió como se esperaba. En el primero no marcó ni un gol; en el segundo, sólo uno. Mal porcentaje para alguien que se presenta como delantero. Así que volvió a casa y se sentó en el banquillo. "Pero estuvo ganando 7.000 dólares [5.400 euros] al mes. ¿Para qué iba a robar en una peluquería?", se lamenta su representante, Cristian Traverso. "Todo es una equivocación", asegura el jugador; "yo sé que mi cabeza está limpia".
Limpia y, por fin, bien orientada porque Viatri mete la mayor parte de sus goles de cabeza. Su primer tanto en Primera, ante el Vélez, fue así: un testarazo imparable. Parece difícil, con su gran envergadura, que sea capaz de saltar como lo hace, quedándose prácticamente colgado en el aire, pero parece estar precisamente así, suspendido en el aire. Viatri festejó aquel gol a lo grande y todas las cámaras de televisión y primeras de los diarios dejaron constancia de su alegría.
Según algunos periódicos, el peluquero también saltó de su silla, pero porque creyó reconocer a aquel grandullón. Nadie quiere ahora creerle: el pibe tiene realmente una oportunidad, la mejor de su vida, y sería muy mala suerte que él, precisamente, hubiera echado todo a perder por un rato de mala cabeza.
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